Image: Yo confieso

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Novela

Yo confieso

Jaume Cabré

16 diciembre, 2011 01:00

Jaume Cabré

Trad. de C. Cardeñoso. Destino. 864 pp., 26'90 e. Ebook: 18'99 e.

Jaume Cabré (Barcelona, 1947), uno de los escritores más importantes en la literatura catalana de nuestros días, ha conseguido aunar con maestría, entre los muchos valores históricos, sociales, ideológicos, culturales y, sobre todo, literarios de esta gran novela, el alcance individual de un relato del aprendizaje encarnado en su narrador y protagonista con la dimensión colectiva de la historia novelada en su afán abarcador de los horrores cometidos por la humanidad en el calamitoso siglo XX, practicando incursiones por otras épocas del pasado que ayudan a comprender mejor el presente. Y con semejante ambición de totalidad ha dado cima a una novela que ha de figurar entre las mejores en las últimas décadas.

En su plano individual la novela de formación desarrolla el aprendizaje de Adrià Ardèvol en su acceso a la experiencia en distintos órdenes de la vida, desde una infancia sin el cariño de sus padres, pues él puso su empeño en hacerlo un erudito políglota y ella un gran violinista, pasando por sus años escolares y primeros amores, hasta el gradual descubrimiento de la turbia historia de la fortuna forjada por su padre en el negocio de las antigüedades. Esta progresiva revelación enlaza con el significado colectivo entroncado con la dramática historia europea en el siglo XX y sus dos guerras mundiales, con el Holocausto como epicentro del horror.

La historia novelada extiende sus ramas por lugares y tiempos muy apartados. Los más importantes están en la Barcelona del siglo XX, sobre todo en la posguerra española, en la Alemania nazi, con atención primordial a los campos de exterminio en Auschwitz-Birkenau, y en otros enclaves europeos antes y después de la guerra, como Amberes, Roma y el Vaticano. En todos ellos se localizan historias que se van integrando en la narración de Adrià, que escribe su texto como una larga carta de amor a la mujer perdida, desde su presente en el siglo XXI, aquejado de alzheimer. Esta situación del narrador justifica la verosimilitud de su relato, narrado en primera persona en lo concerniente a su peripecia individual, cambiando a la tercera persona de un narrador omnisciente para contar lo que Adrià no pudo conocer y completando su relato con lo que otros le contaron a él, desde la hija que su padre tuvo en Roma hasta el supuesto Matthias Alpaerts con su terrible historia familiar. Con la verosimilitud garantizada por la precaria salud mental del narrador, más el concurso de otros narradores secundarios, el relato va incluyendo en 59 capítulos agrupados en 7 partes varias historias que se completan de modo fragmentario en subjetivo desorden de la memoria, relacionándose como partes de un todo con naturalidad y fluidez mediante la asociación de ideas y motivos recurrentes que anudan su estructura dispersa en una composición unitaria donde todo queda bien ensamblado.

El motivo principal es un violín storioni adquirido por el padre de Adrià en una compraventa sellada con extorsión sin escrúpulos. La historia del violín comienza con la madera empleada en su construcción en Pardàc y Cremona, pasa por sus primeros poseedores en París y Amberes, sigue con su hurto en Auschwitz, llega hasta las manos de Fèlix Ardevol y es causa de separación entre Adrià y Sara. Otros motivos recurrentes que contribuyen a la unificación de novela tan plural son un trapo ensangrentado que oculta una terrible historia de verdugos y víctimas, una medalla de la virgen de Pardàc que pasa por muchas manos, el cuadro de Urgell con la pintura de un monasterio en casa de Ardèvol y el mismo título de la novela: Yo confieso, confiteor o mea culpa que entonan varios personajes, desde Adrià por estar donde no debía cuando Sara regresó hasta algunos nazis ante la imposibilidad de reparar el mal que hicieron.

La complejidad de la novela en sus diferentes planos y en su revisión crítica de la historia europea hace de Yo confieso una obra con capacidad para influir en la visión del mundo de sus lectores, lo cual es propio de la mejor literatura. Tanto es una novela de amor, de la amistad, de la soledad y de tantas frustraciones en la esencial insatisfacción humana, como resulta un canto al arte y la belleza y una exploración sobre la capacidad del ser humano para hacer el mal y para obrar el bien, con dolientes reflexiones acerca de la necesidad de reparar el mal producido y la imposibilidad de hacerlo en ciertos casos por la magnitud del horror provocado.

Y no es mérito menor el despliegue de cultura bien administrada entre tanta complejidad reflexiva e intriga novelesca, con aprovechamiento de la filosofía, la música, la pintura y, por supuesto, la historia literaria en referencias, homenajes y otros tipos de intertextualidad que van desde las literaturas clásicas hasta la actualidad, sin olvidar las lecturas infantiles. Semejante riqueza se manifiesta por igual en la variedad de registros estilísticos, desde el nivel académico hasta el coloquial, con abundantes muestras de humor y rupturas de tono al final de una situación como recursos de distanciamiento para romper la tensión dramática.