Image: Renacimiento

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Novela

Renacimiento

Kenzaburo Oe

15 enero, 2010 01:00

Kenzaburo Oe. Foto: Antonio Moreno

Trad. de Kayoko Takagi. Seix Barral, 2009. 288 páginas, 190 euros


La discreción y la literatura son incompatibles. Desde que Agustín de Hipona escribió sus Confesiones, pocos escritores se han resistido a deslizar en su obra aspectos de su vida, deformando ligeramente los datos o mostrando sin ningún pudor las experiencias más íntimas. El Nobel Kenzaburo Oé (Ose, Japón, 1935) nunca ha ocultado la profunda conmoción que experimentó al convertirse en padre de un hijo discapacitado. Sin excluir este hecho, Oé aborda en Renacimiento el suicidio del cineasta Juzo Itami, al que le unió una estrecha amistad, donde lo personal se mezcló con una visión afín de la sociedad japonesa de la postguerra. Con un humor cervantino, ambos creadores ofrecieron una perspectiva nada complaciente de la corrupción política, el nacionalismo radical y la yakuza (la conocida mafia local). Anteriores a Haruki Murakami, sus referencias no hay que buscarlas en la cultura pop, sino en los intelectuales occidentales que intentaban vislumbrar un futuro más allá de Auschwitz e Hiroshima. Antes de continuar con la literatura o el cine, había que averiguar si era posible disociar cultura y barbarie.

En Renacimiento, Kenzaburo Oé no resuelve abiertamente este dilema, pero su escritura es la prueba de que el ser humano necesita expresar sus conflictos, aunque sólo sea para esclarecer las causas de sus pérdidas y fracasos. Oé nos habla de la relación con su hijo y de la trágica muerte del amigo por medio de Kogito, un personaje que le acompañará en otras novelas y que no esconde su pretensión de ser la objetivación literaria de su propio yo. El cineasta Juzo Itami se convierte en Goro y mantiene su presencia en el relato por medio de unas cintas grabadas antes de arrojarse al vacío desde una azotea. Goro es el cuñado de Kogito y, desde la adolescencia, su amigo más cercano. No son simétricos, pues Goro es apasionado, narcisista, apuesto, mujeriego, aficionado a la polémica y sin miedo al escándalo. Kogito es racional, autocrítico, reservado y amante de la soledad. Nada de esto les distanciará y cuando la muerte les separe, Kogito intentará contrarrestar la ausencia de Goro, escuchando obsesivamente su voz. Goro no reaparece, como Harry Lime en la película El tercer hombre, pero su protagonismo se mantiene intacto hasta la finalización del relato. En cierta manera, recuerda a la Madeleine Elster de Vértigo, que ejerce una poderosa fascinación sobre los vivos, determinando su destino.

Renacimiento mantiene el suspense con la habilidad de un Alfred Hitchcock que se entretuviera leyendo a Fiódor Dostoievski entre escena y escena. Kenzaburo Oé muestra que la amistad, el amor filial y la pasión erótica rompen la distancia que hay entre cada ser humano, hasta lograr que las experiencias se fundan y rebasen los límites temporales. Kogito afirma que gracias a su hijo y a su amigo ha vivido más de cien años o, mejor dicho, ha vivido más de una vida. Renacimiento es una forma de resucitar al malogrado Goro (Itami), pero también un réquiem cuyas notas no parecen de este mundo.