Image: El tesoro de Sierra Madre

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Novela

El tesoro de Sierra Madre

B. Traven

15 mayo, 2009 02:00

B. Traven

Traducción de E. López. Acantilado, 2009. 352 páginas, 22 euros

B. Traven recuerda a J.D. Salinger, el novelista norteamericano que huye enfermizamente del ojo público. Aunque el caso de Traven es distinto, por lo enigmático, pues jamás confesó su verdadera identidad por miedo a posibles represalias. Sus biógrafos ofrecen diversas soluciones al puzzle Traven. Una lo relaciona con Bernhard Traven Torsvan, un americano nacido en San Francisco (1892), identidad dudosa e imposible de comprobar, ya que el terremoto de 1906 destruyó los archivos municipales de la ciudad californiana. Traven dijo en su testamento haber nacido en Chicago, en 1890, y permitía a su mujer que le idenficara una vez muerto con Red Marut, el pseudónimo de un escritor germano condenado a muerte por sus actividades anarquistas tras la I guerra mundial. La identidad mejor probada es la de Traven como Otto Feige, un alemán metido en actividades políticas radicales. Traven/Marut/Feige parece, pues, ser la misma persona, que huyó de Alemania a México, vía Londres, donde residiría el resto de su vida, relacionándose con un selecto grupo de figuras de la cultura local como Frida Khalo y Diego Rivera. Lo que queda claro es que Traven no se ocultaba por un prurito de escritor modernista, sino por miedo a un oscuro pasado.

La obra narrativa de Traven, más de quince novelas y libros de cuentos de corte realista, inicialmente redactados en su idioma nativo, aborda temas de carácter social, en el que el individuo choca con la burocracia oficial. Su fuerza narrativa reside en que la sombra del mal, los peligros del mundo, siempre acompaña a los personajes, como una inevitable maldición, un hado trágico. Sus obras ofrecen además una cara política implícita, que aún hoy impacta al lector: el conflicto de pobres y ricos en tiempos de crisis. La película hecha sobre novela por John Huston (1948) recuerda el ambiente y la temática de Las uvas de la ira (1939), de Steinbeck, obra llevada a la pantalla por John Ford (1940).

La acción de El secreto de Sierra Madre (1927) transcurre en México, en torno a finales de la década de los 30 del siglo pasado. Han pasado ya los años de la revolución, pero el país vive afectado por sus secuelas. Traven conoció muy bien la injusticia social mexicana, por ejemplo en el estado de Chiapas, que tanto le gustaba. El argumento de la obra resulta sencillo: tres nortemericanos buscan trabajo en México, y acaban juntando fuerzas para buscar oro. En la película de Huston, que sigue de cerca el texto novelesco, los protagonistas, Fred Dobbs, Bob Curtin y Howard, son encarnados en una representación inolvidable por Humphrey Bogart, Tim Holt y Walter Huston, el padre del director. Howard predice desde el comienzo que el oro produce la fiebre de la avaricia, cuya posesión enfrenta incluso a los mejores amigos. Profecía que se cumple cuando Dobbs, aprovechando la ausencia de Howard, dispara contra Curtin, y huye con el botín. La mala suerte lo hace toparse con unos bandoleros, que andan huídos de los federales. La historia sigue y ofrece un final simbólico que produce un fuerte impacto.

La novela permite en la actualidad una lectura semejante a la realizada en el tiempo de su publicación, política la denominé antes, porque el Estado, los federales, actuán con violencia sobre una población con escasos medios de subsistencia. Sobre este trasfondo se desarrolla la tragedia humana. No se trata de una tragedia existencial, del hombre luchando con su conciencia, sino del ser humano confrontando los deseos primarios nacidos del trato social, que a un hombre -Cobbs- lo convierten en un villano, mientras a otros, como Howard, lo hacen tolerante y comprensivo. El temple narrativo de Traven proviene precisamente de que la novela nos pone ante un espejo donde vemos nuestra verdadera cara, y lo relaciona con la misma espina dorsal de la civilización humana, la inescapable necesidad de convivir unos con otros.

De la naturaleza esquiva y misteriosa de B. Traven, que enfrenta y desalienta cualquier acometida biográfica, dan cuenta los nada menos que 31 pseudónimos que utilizó, las siete nacionalidades que dijo detentar, las 32 profesiones que en algún momento afirmó haber ejercido, y las 19 personalidades que se le adjudicaron (según contabiliza Javier Marías en el prólogo a El Barco de La Muerte, Alfabia, 2009).