Image: Las manos pequeñas

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Novela

Las manos pequeñas

Andrés Barba

23 octubre, 2008 02:00

Andrés Barba. Foto: T. Garriga

Anagrama. Barcelona, 2008. 108 páginas,12 euros

Este otoño Andrés Barba ha publicado además La alucinante historia de Juanito Tot y Verónica Flut (Siruela), un cuento infantil inusual, una fantasía humorística, una apuesta, en definitiva, por sorprender al joven lector sin minusvalorar su inteligencia. Los dos protagonistas atienden sin pensárselo dos veces a un anuncio en el que se requieren niños capaces de batir récords del mundo. Resultan elegidos para la hazaña e inician entonces una odisea de aventuras y conocimiento, de amistad al fin, en un imposible viaje por el mundo.

Las manos pequeñas tiene todas las características de una nouvelle, y no sólo por su extensión, sino porque se adivina en ella un tenaz trabajo de condensación y poda, un esfuerzo para reducir, mediante la indeterminación temporal y el uso dosificado de elusiones y símbolos, la superficie textual de una historia que, por su misma naturaleza, podría haberse narrado con mayor detalle. Por otra parte, el autor necesitaba distanciarse de las numerosas novelas donde aparecen orfanatos y hogares infantiles -desde la tradición dickensiana hasta las más amables de T. Veldkamp o Georgia Bying- y sortear así coincidencias inoportunas. Curiosamente, la tradición en que la nota de la contraportada sitúa este relato -con títulos como Los niños terribles, de Cocteau, y El señor de las moscas, de Golding- parece un dato deliberadamente desorientador, porque ninguna de estas obras tiene nada que ver -salvo en la presencia de personajes adolescentes- con Las manos pequeñas. Andrés Barba ha planteado su novela con un propósito diferente, más cercano al que podría tener un lector de Henry James, y ni los motivos esenciales ni el estilo narrativo autorizan esa filiación.

La historia de Marina, que a los siete años pierde a sus padres en un accidente y es internada en un orfanato, apenas da lugar a las habituales descripciones de la vida en el centro. Lo esencial es subrayar la brusca instalación de la niña en un medio ajeno, oscilante entre la expectación y la hostilidad; el radical desajuste entre Marina, que tiene historias y experiencias que contar -viajes, espectáculos circenses, películas…- frente a las demás niñas, cuyo horizonte de recuerdos se circunscribe al orfanato en que habitan. Las situaciones en que se manifiesta esa diferencia se suceden, hasta crear en el ánimo de las huérfanas el sentimiento que la anónima narradora de la segunda parte enuncia descarnadamente: "Nosotras habíamos sido felices antes de que llegara Marina con su pasado" (pp. 53-54). Mientras que a Marina las niñas le parecen iguales y le resulta "difícil distinguirlas" (p. 39), ella descubre pronto: "Soy distinta" (p. 62). La diferencia estaba claramente anunciada desde el principio, e incluso formulada narrativamente en la escena en la que Marina aísla una oruga que acaba rodeada por las demás, al mismo tiempo que sus compañeras la rodean a ella (pp. 45-47). Las tensiones soterradas entre Marina y sus compañeras, así como algunos sucesos, como el ya citado de la oruga procesionaria y el enconado descuartizamiento de la muñeca, se convierten en signos premonitorios de un desenlace anunciado que, pese a la sobriedad casi ascética de la narración, no deja de impresionar. La mirada se sitúa en el estrato mental de los personajes: De ahí que haya tantas cosas sin explicación pormenorizada, tantas informaciones eludidas, tantas frases breves y reiteradas machaconamente. El estilo se pliega con rigor a ese planteamiento, aunque tal vez en la omisión de datos haya sido el autor excesivamente drástico. Es preciso, a pesar de la aparente simplicidad de los enunciados, leer detenidamente, buscar lo que acaso queda dicho sólo entre líneas en esta fábula acerca de la dificultad y el peligro de singularizarse en medio de una masa homogénea, predispuesta a la admiración, pero, al mismo tiempo, a la desconfianza y al rechazo de lo que es diferente. "La insurrección de abajo / tiende a los excelentes", escribió Rubén Darío al referirse a los poetas como "torres de Dios". En cierto modo, y aunque nos situemos en otro terreno, no es muy distinto lo que acontece en esta historia donde hasta un juego infantil puede resultar escalofriante. Barba ha construido con habilidad y eficacia un relato de corte poco habitual entre nosotros.