Image: ¡Bingo!

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Novela

¡Bingo!

Esther Tusquets

1 febrero, 2007 01:00

Esther Tusquets. Foto: Domenec Umbert

Anagrama. Barcelona, 2006. 158 páginas, 15 euros

El lector que, atraído por el título, busque en esta nueva novela de Esther Tusquets una obra sobre ludopatías o una galería de personajes obsesionados por el juego -algo así como una versión actualizada de El jugador, de Dostoyevski-, podrá sentirse tal vez defraudado, porque no era exactamente este aspecto el que interesaba a la autora. La sala de bingo donde transcurren, en efecto, muchas escenas de la obra es tan sólo un marco narrativo, el entorno que nos permite observar los vaivenes anímicos de un personaje a quien su tardío acercamiento -ya al borde de los sesenta años- al popular juego no modificará en absoluto su modo de vida ni sus ideas, ni provocará alteraciones en su fortuna o en su vida familiar. En el fondo, de lo que la historia aquí narrada trata es de la lucha desesperada contra la erosión del tiempo. El personaje cobra conciencia del paso de los años cuando se percata de que "ha dejado de desear, de que aquellas cosas que mayor placer le habían proporcionado [...] le son de día en día más indiferentes" (p. 10). Un narrador cercano, en presente, sigue de cerca, se diría que de manera implacable, los movimientos de este personaje, notario acomodado y pintor en sus horas libres, que incluso ha renunciado a sus devaneos y aventuras de antaño y busca inconscientemente nuevos estímulos que frenen su apatía creciente y su desinterés por todo aquello que hasta entonces ha constituido su forma de vida. Sus desa-lentados paseos por la ciudad lo llevan hasta la sala de bingo, donde entra para preservar su soledad, seguro de no encontrar allí a ningún conocido. No necesita dinero y, como anota el narrador, "no ha entrado aquí para jugar" (p. 18). Lo persigue el recuerdo persistente de su prolongada y lejana relación con Ana, y contempla a cierta distancia a algunos asiduos del bingo, como Rosa, Celia o el matemático. El desencantado donjuán parece encontrar en este "juego absolutamente solitario [...] que empiezas cuando te apetece, sigues mientras tienes ganas y abandonas cuando se te antoja" (p. 32) una práctica sustitutoria de los antiguos menesteres amorosos, y acaso resulte oportuno señalar que este "juego absolutamente solitario" a que se entrega el personaje recuerda ine-vitablemente el título de una lejana obra de la autora, El amor es un juego solitario (1979), de la que, en algunos aspectos, ¡Bingo! podría considerarse una descendencia tardía, porque la Esther Tusquets de ahora no es muy diferente de la de entonces, y su mundo novelesco es coherente, homogéneo y fácilmente identificable.

Y es justamente en el bingo donde aparece Elisa, una jovencísima vendedora de cartones que despertará en el maduro galán sentimientos enterrados que, como los rescoldos de una hoguera casi extinguida, rea-vivan su espíritu. La súbita relación entre ambos, que el desenlace del relato deja sin cerrar, supone el alejamiento del bingo y el intento, acaso inconsciente, de galvanizar una vida en declive, porque, de acuerdo con una cita repetida en la novela, "cuando el amor nos deja la muerte nos alcanza"; un intento cuyo final, ya fuera de la novela, se adivina imposible, lo que introduce en la historia, sin estridencia alguna, un peculiar y subterráneo tinte de fracaso.

Toda esta historia, hecha de sobreentendidos, de sugerencias, de miradas de refilón, responde muy bien al estilo de Esther Tusquets, con su prosa llena de meandros, de incisos, de enunciados parentéticos que tratan de atrapar las diversas líneas de pensamiento que recorren el cerebro del personaje y donde sólo disuenan construcciones sorprendentes en una escritora catalana, como "empiezan recién ahora a distribuir" (p. 58) o "no esperaba ya más nada" (p. 117).