Novela

Ojos de agua

Domingo Villar

21 septiembre, 2006 02:00

Siruela. Madrid, 2006. 187 páginas, 16’90 euros

Una sola novela no basta para conocer a quien vive de resolver casos criminales. Los responsables de la siempre exquisita Siruela parecen saberlo y por eso dedican una colección a los casos de investigadores tan dispares como los surgidos de los teclados de Batya Gur, Giorgio Todde o Ted Vargas. Es una buena noticia que esta primera novela de Domingo Villar aparezca aquí, pues: es garantía de la continuidad de las correrías de Leo Caldas, el inspector de policía que a ratos libres atiende un consultorio radiofónico, y su contrapunto y ayudante, el aragonés Rafael Estévez.

Un apunte necesario acerca del autor nos lleva a emparentarle con el cine y la televisión (ha sido guionista); colabora con medios de comunicación y es gallego afincado en Madrid. También es gallego su inspector, ese Leo Caldas a quien en la última página de esta novela dejamos en compañía femenina, y de quien esperamos mucho más de lo que aquí se nos da. Y eso que estas páginas no ofrecen poco. Lo primero, una buena historia. Siguiendo las claves del género, en el primer capítulo aparece un muerto, asesinado en su propia cama. La víctima -hombre, saxofonista y homosexual- y la causa de su muerte lleva a los investigadores hacia el ambiente de los clubes de jazz, y también al de la industria química. Todo ello, en una Galicia contemporánea que muestra sus escenarios y su idiosincrasia sin disfraces. Las calles de Vigo, el clima o la ambigöedad del carácter de sus gentes se tejen en la novela con los acordes del jazz. No hay inverosimilitud. No se abusa de lo cinematográfico, no hay diálogos hueros. Las situaciones se resuelven con elegancia y buen hacer. Villar en ningún momento pierde la atención del lector. Y se reserva un as en la manga: Leo Caldas, su protagonista, de quien apenas desvela nada en este primer caso. Queda todo por decir, y éste es el momento de hacerlo. Qué dicha.