Image: Un tranvía en SP

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Novela

Un tranvía en SP

Unai Elorriaga

1 mayo, 2003 02:00

Unai Elorriaga. Foto: Luis Tejido

Traducción del autor. Alfaguara. Madrid, 2003. 176 páginas, 13 euros

El aficionado a las narraciones de corte tradicional se sentirá tal vez desconcertado ante un relato como éste, que no cuenta, en rigor, historia alguna con un comienzo y un desenlace definidos, sino que ofrece, eludiendo cualquier orden cronológico preciso, breves apuntes, estampas o fragmentos donde alternan monólogos en primera persona, algunos pasajes epistolares en segunda y otras partes emanadas de un narrador omnisciente.

La primera impresión es la de un relato desestructurado, como un mosaico al que se le hubieran escamoteado unas cuantas teselas fundamentales. Naturalmente, esta impresión se ve corregida de inmediato si el lector advierte que estos rasgos formales se unen a otros -así, las asociaciones sorprendentes, la borrosa línea demarcativa entre realidad y sueño, la mezcla de tiempos, la anómala jerarquía y la pujanza diversa de los recuerdos- para esbozar como asunto central de la obra la historia de dos ancianos en imparable declive y en pugna con las fatídicas erosiones de la edad. Lucas y María, en efecto, son dos hermanos, supervivientes de sus respectivas trayectorias familiares, que viven sin más compañía que la de Marcos, un joven desnortado y en paro que intenta encauzar su vida. Lucas presenta, junto a otros trastornos, claros síntomas de la enfermedad de Alzheimer.

La perspectiva de unos personajes sumidos en estas condiciones invade el relato, se superpone a cualquier otro punto de vista y explica el carácter inarticulado y fragmentario de la narración -como lo es, en suma, el pensamiento de Lucas y María-, hasta extenderse también a otros aspectos constructivos, como la visión de un mundo extraño, ajeno y con frecuencia incomprensible, repleto de asociaciones inexplicables ("María habló con cuatro hombres que hablaban de boxeo y de jerséis", pág. 72) resueltas a veces en raras sinestesias: "Escuchó una discusión en tonos azules y grises, carcajadas, gritos con bufanda, más risas" (pág. 92). O se menciona de pasada a un personaje al que "ya desde pequeño le prohibieron dos cosas: la bicicleta y comer manzanas compartidas. También escribir cuentos" (pág. 98).

La historia de Lucas y María se nos presenta, como su memoria, disgregada, apenas sugerida mediante fugaces alusiones dispersas, bien dosificadas por el autor, que el lector debe encajar adecuadamente. Y es, claro está, una historia de pérdidas, en la que han ido desvaneciéndose recuerdos, seres cercanos o amigos que Lucas y María tratan, cada uno a su manera, de reincorporar a la memoria. Ella, escribiendo; él, hurgando sin descanso en el recuerdo y repitiendo algunas acciones, como la imaginaria reunión en una plaza con los amigos muertos, conversando acerca del tiempo que pasaron juntos y "haciendo planes para el futuro" (pág. 121), como anota jocosamente el narrador. Porque no existe en esta visión del declive vital patetismo alguno, y sí algunos ingredientes poéticos y no pocos detalles de humor, como los que sustentan el texto con las instruc- ciones que deja Matías a sus amigos "para cuando yo esté muerto y vosotros no" (pág. 131) o algunas acuñaciones expresivas como "ella llevaba una ropa interior enormemente didáctica" (pág. 70). Incluso se juega con algunos elementos que adquieren naturaleza simbólica: así, la polilla que acompaña sin cesar a Lucas -representación transparente de la erosión y el desgaste- y los altos picachos agrestes -los ochomil que desafían a los escaladores- con los que Lucas sueña, como ilusiones puras, distantes e inaccesibles.

Este mundo de superficie primitiva, reducido a una escala casi pueril, tiene su exacta traducción en una sintaxis abundante en fórmulas sintéticas ("los niños-vacación se quedaban en casa", pág. 25) o en enunciados entrecortados o interrumpidos ("me ahogo y el corazón me. Sobre todo con bochorno", pág. 33) que se adaptan como un guante a la historia narrada. Habrá que observar a este joven autor cuando se adentre por otros senderos. De momento, Un tranvía en SP constituye un notable acierto como primera novela.