Image: El secreto de los flamencos

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Novela

El secreto de los flamencos

Federico Andahazi

7 noviembre, 2002 01:00

Federico Andahazi. Foto: M.R.

Destino. Barcelona, 2002. 234 págs, 15’65 euros

Se lleva la novela histórica. Y el argentino Federico Andahazi (1963), tras quedar finalista del Planeta Argentina con El anatomista, que se convirtió en un best-seller y fue ampliamente traducido, publicó posteriormente Las piadosas (1998) y El Príncipe (2000).

En esta cuarta novela ha buscado aquellos elementos, con algún toque borgeano, que resultaron sorprendentes en la obra más conocida de Umberto Eco. La etapa histórica elegida es posterior, pero Andahazi ha utilizado parecidos ingredientes, aunque con menor acierto y escasos conocimientos. La acción se sitúa en los ambientes pictóricos de la Italia del Renacimiento, cerrados y misteriosos cual órdenes religiosas. Cabalga entre dos escuelas estéticas (la florentina y la flamenca), reducidas a los materiales pictóricos que utilizan. Se añaden dosis de misterio, crímenes, sorpresas de todo orden, inverosímiles, e incluso magia. Andahazi mantiene un buen rito narrativo a la búsqueda de lo que el lector de tales novelas sabe que agradecerá. No es, pues, de extrañar que haya obtenido en la última Feria de Frankfurt -no muy optimista para la edición en general- buena acogida entre los editores de otras lenguas. Pero aquí no ofrece novedades: ni la figura de Pietro della Chiesa, ni sus orígenes desconocidos, ni la ceguera del maestro Van Mander, ni las planas reflexiones seudofilosóficas, ni las psicologías ofrecen otros aciertos que el ajustarse a patrones ya utilizados en la novela del éxito.

Tampoco los ambientes urbanos resultan convincentes y mucho menos la trama, donde lo mágico ocupa un papel determinante, conviviendo con lo inverosímil. Las escuelas estéticas e ideológicas que constituyen el Renacimiento se manifiestan sólo tangencialmente. El autor se muestra más preocupado por el misterio de una página cifrada en un manuscrito, por lo extraordinario y, en la última parte de la novela, por lo inverosímil de hechos y situaciones. Simple e inverosímil, el narrador argentino hace gala de los conocimientos de pigmentos pictóricos de la época que se desgranan a lo largo de la narración. Hay dosis de novela gótica: subterráneos y misterios cifrados. Hay violencia y tortura, hay figuras excéntricas. Ima- ginación no falta, ni violencia, aunque sí un estilo más cuidado. El autor adjetiva tópica- mente y no tiene empacho, por ejemplo, en escribir que "los viajeros que presentaran enfermedad evidente eran cautamente invitados" (pág. 75), así como alguna "explicación está salpicada de ripios y palabras incomprensibles" (pág. 76). El secreto de los flamencos resulta, por todo ello, de escaso interés.