Novela

Tristísimo Warhol

Estrella de Diego

24 octubre, 1999 02:00

Ediciones Siruela. Madrid, 1999. 192 páginas, 3.500 pesetas

H e de confesar que antes de abrir las páginas de este, que me apresuro a calificar de extraordinario, libro no entendía muy bien el porqué del título elegido por la autora, Tristísimo Warhol. Al concluirlo, deduzco que ese estado de ánimo se aplica tanto al artista norteamericano como a los años de los que se ocupa y, por extensión, al ideario plástico y vivencial heredado de aquéllos. Más informativo es el subtítulo, Cadillacs, piscinas y otros síndromes modernos. Síndrome significa el conjunto de síntomas de una afección, y afección es tanto una enfermedad como un abatimiento o una alteración del ánimo. Síntomas, enfermedades y abatimientos, pues, de la modernidad. El texto de Estrella de Diego es una operación quirúrgica que abre la redoma de los sueños modernos con el fin de que supuren sus contradicciones.

El libro resulta difícilmente clasificable, pues no entra por completo en ninguno de los géneros que sin embargo toca, así la biografía, el ensayo y el relato. ése es uno de sus principales atractivos, pues permite a la autora desplazarse de uno a otro, incluir reflexiones aparentemente al margen e, incluso, implicarse ella misma y a sus vivencias en la trama. Del mismo modo puede apropiarse, en el mejor sentido del término, de las narraciones, conceptos o datos proporcionados por otros autores e integrarlos en su texto del modo más natural. (Señalemos que en las últimas páginas ofrece una bibliografía comentada, lo que es de agradecer, capítulo por capítulo, donde adjudica a cada cual lo que le pertenece).

No está, tampoco, exclusivamente dedicado a Andy Warhol ni a los muchos y diferentes Warhol que existieron en el mismo hombre y artista, sino que ofrece una amplia mirada sobre el ancho panorama divisable en el transcurso de unos años trepidantes. Se sirve para ello de un recurso narrativo, las coincidencias de hechos o de fechas de determinados acontecimientos y también del paso de un capítulo a otro de actores y significados, lo que, por un lado, hace cómplice al lector de sus razonamientos y, por otro, estructura la lógica de su exposición.
Hace comparecer a varios de los contemporáneos y precedentes de Warhol, con los que éste se cruza y distancia sucesivamente (curiosamente, con ese método sesgado de hablar de él consigue un retrato tan sagaz como completo). Vuelve la vista siglos atrás si lo considera necesario para sus argumentos, y mezcla artistas plásticos con cineastas, poetas, novelistas y pensadores a fin de trazar un horizonte más rico y complejo que el de la estética.

Es, eso sí, y en buena parte, una crítica de la crítica de arte, y en concreto de Clement Greenberg, sobre cuyas ideas ofrece una imagen fidedigna, y de Harold Rosenberg, de quien se ocupa en menor medida. Trata del Pop-Art, pero no es un estudio sobre la tendencia, sino, más bien, una inmersión en los conceptos artísticos, en los valores vitales perseguidos, en las estrategias de presentación y subsistencia y, también, en la desolación, las contradicciones y la tristeza de una época, vecina inmediata de la nuestra. La muerte de los artistas, de los poetas, de las estrellas cinematográficas, pero también la de los movimientos y tendencias, de las ideas del tiempo, es el auténtico "leit motiv" del libro, que se inicia con las muertes de Jackson Pollock y de James Dean y concluye con la del propio Warhol.

Subdividido en siete capítulos, se ocupa en extenso del ya mencionado Pollock y del final del Expresionismo Abstracto; de Jasper Johns y Rauschenberg, y de las diferencias entre la pintura masculina ("con dos pelotas") de los expresionistas y la posición homosexual (la pelotita que Johns incrustó en la hendidura de uno de sus cuadros) de algunos pop; de David Hockney y una deslumbrante mirada sobre las "salpicaduras" de sus célebres piscinas; de Tom Wesselman, de Beuys, etc. etc.

Esta larga descripción no ha expresado, creo, ni mi auténtica admiración por el trabajo investigador y de análisis de Estrella de Diego, excepcional desde cualquier punto de vista y de localización, incluida la geográfica, ni tampoco permite vislumbrar la cantidad y cualidad de sugerencias, de innovaciones interpretativas, de desafíos intelectuales y, sobre todo, de buena escritura que ha de encontrar el lector en sus páginas. Un gozo de lectura inexcusable.