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Ensayo

Un arte manchado de sangre: la cara oculta del Renacimiento

En ‘La belleza y el terror’ Catherine Fletcher descubre las masacres, esclavitud y represión que esconden las grandes obras de la época

24 septiembre, 2021 16:57

Tras siglos de oscuridad medieval, el Renacimiento surgió como un movimiento artístico e intelectual que basándose en el humanismo logró mejorar la sociedad y sentar las bases de los modernos individualismo y racionalismo. Pero ¿y si no fue exactamente así? Si negar todo lo anterior, cuyo reflejo se encuentra en el soberbio arte de la época que sigue extasiándonos hoy en día, los siglos XV y XVI en Italia fueron también una época plagada de luchas políticas, matanzas, saqueos, violaciones, trata de esclavos y todo tipo de tropelías que convivían en el día a día de este periodo de esplendor.

Esta compleja y ambivalente realidad cotidiana es la que contextualiza la historiadora británica Catherine Fletcher en La belleza y el terror. Una historia alternativa del Renacimiento italiano (Taurus), un enjundioso y enciclopédico ensayo que desvela las partes más oscuras de esta época, indisolublemente ligadas con los grandes maestros y sus obras, “que normalmente vemos colgadas en los museos ajenas al ambiente en el que fueron creadas”, explica.

La Italia del siglo XV se convirtió en un lugar estratégico de primer orden por su riqueza, nacida del comercio con Oriente y la ruta de la seda, por su excepcional posición en el centro del Mediterráneo y porque allí residían los papas. La constelación de pequeños Estados en lucha constante provocó que las grandes potencias de la época la convirtieran en un tablero de batalla. “La experiencia de los italianos de la época era la de vivir en una zona en guerra. Se cometieron atrocidades como el saqueo de Prato de 1512, en el que murieron miles de personas, o el famoso Saco de Roma, cuando las tropas alemanas se ensañaron con el Vaticano y dibujaron grafitis en sus paredes”.

Un mundo de claroscuros

Pero la guerra endémica y las sórdidas intrigas políticas no impidieron el florecimiento de un arte sublime, envuelto eso sí en historias crueles. Por ejemplo, cuenta Fletcher que Lisa Gherardini, modelo de la famosa Gioconda, estaba casada con el acaudalado comerciante Francesco del Giocondo, célebre tratante de esclavos que hizo su fortuna comerciando con personas por todo el Mediterráneo. O también la de la rica cortesana Angela del Moro, conocida como la Zaffetta y modelo de la Venus de Urbino de Tiziano, que fue víctima de una violación ritual en grupo perpetrada por más de 30 hombres.

"La vida de Leonardo da Vinci demuestra que en el Renacimiento no puedes separar arte y guerra. Debemos poner el arte en su contexto"

“Debemos saber que todo este arte estaba manchado de sangre. Eso no quiere decir que no podamos sentir placer al contemplar hoy en día las obras de estos genios, pero conocer su origen y su contexto es capital para apreciar nuevos matices de una realidad que siempre se nos ha vendido separada”, insiste la escritora. En este sentido, la carrera de Leonardo da Vinci es para ella un perfecto ejemplo de la época. “Su vida demuestra que en el Renacimiento no puedes separar arte y guerra. En sus cartas, se ve que tenía que ofrecer sus inventos y artefactos bélicos para poder después pintar cuadros en tiempos de paz”.

El Saco de Roma visto por el pintor Francisco Javier Amérigo y Aparici

Además de enfocar esta otra cara del periodo, el ensayo de Fletcher pone en valor el profundo cambio de una sociedad que, azotada por todos estos males, comienza a dejar atrás la mentalidad medieval para constituirse en valores que podríamos asociar con nuestro mundo contemporáneo. “Comienza a aparecer un interés por las finanzas, por el dinero, que genera tensiones cuando la Iglesia prohíbe ciertos negocios, como el tráfico de armas de fuego o esclavos. Prohibiciones que no fructificarían. Por primera vez desde hacía siglos, los beneficios empezaron a imponerse a la ley religiosa”, apunta Fletcher.

Libertad para unos pocos

También la política sufrió cambios morales de primer orden, como consignó una de las figuras emblemáticas del periodo, Maquiavelo. “Él escribe lo que ve: los asesinatos, traiciones y las prácticas políticas habituales a su alrededor. Conservamos su correspondencia con la marquesa de Mantua Isabel de Este, y en algunas de sus cartas alude a la necesidad de tomar territorios con las premisas de El príncipe. Maquiavelo muestra cómo funcionaba la política y, de hecho, su obra fue censurada y los papas lo consideraban algo preocupante”.

"La libertad del Renacimiento es una idea mítica. Solo era real para un reducido grupo de ciudadanos: los hombres de las élites"

Una preocupación que la Iglesia quiso cortar de raíz, acosada por la Reforma de Lutero y por la expansión del pensamiento crítico y del cuestionamiento del poder divino y temporal. “Es cierto que el Renacimiento fue la época en la que se originaron los debates sobre el origen del poder, la libertad del hombre y tantas otras cuestiones heterodoxas”, reconoce Fletcher, “sin  embargo, esa sensación de libertad es un poco mítica. La libertad tal y como la entendemos hoy solo era real para un reducido grupo de ciudadanos, los hombres de las élites, pero nunca para las mujeres, los trabajadores medios, los esclavos ni los judíos, que estaban excluidos y segregados en guetos. Era un concepto ceñido a un reducido grupo”.

Desunida políticamente y desbancada en muchos aspectos tras el descubrimiento de América y la apertura del comercio atlántico, Italia continuaría siendo en los sucesivos siglos un modelo cultural sin el que sería inconcebible Europa. “La Italia renacentista, con su herencia clásica, fue en parte como la antigua Atenas, un modelo que tomarían imperios como el hispánico o el británico para construir su discurso y su narrativa, para justificar que Europa tomara el control de todo el mundo”, reconoce Fletcher, que asegura que “comprender en totalidad esta época puede ayudar a reforzar nuestra pertenencia al continente y a aceptar partes oscuras de nuestro pasado para que no se vuelvan a repetir”.