El despacho de Villanueva en la Academia destila su mismo orden y sosiego: desde la pared situada a la izquierda de su mesa le ampara, socarrón, un retrato de Alonso Zamora Vicente, su antecesor en la silla D; a la derecha, en un aparador, dos fotografías con Ernesto Sábato y Carlos Fuentes y una pequeña escultura del Quijote delatan otras de sus pasiones, la literatura hispanoamericana y Cervantes.

Aunque acaba de regresar de Ecuador y Perú se reconoce menos cansado que feliz, no sólo porque está embridando los problemas económicos de la Real Academia, sino por la aparición de Lo que Borges enseñó a Cervantes (Taurus), un tratado de literatura comparada escrito con César Domínguez, uno de sus colaboradores más cercanos, y con Haun Saussy, presidente de la Asociación Norteamericana de Literatura Comparada. El libro, que se publicó en Estados Unidos en 2015 y está en trance de traducción a varios idiomas, entre ellos el chino, ofrece "una visión de la literatura comparada para el siglo XXI que busca un punto de equilibrio entre la tradición anglosajona y la europea, reivindicando la aportación hispánica", subraya Villanueva.

“Pretendemos -insiste- recuperar el papel central que la literatura tiene en la cultura y en los estudios universitarios, ahora que su enseñanza atraviesa una crisis muy aguda, sobre todo en los Estados Unidos. Estoy muy satisfecho, puede ser un manual de referencia contra el pesimismo que rodea hoy la literatura comparada”.

Pregunta.- ¿Existen razones para ese pesimismo?

Respuesta.- No, pero ahora se considera una materia agonizante dentro de la agonía generalizada de los estudios de literatura y humanidades. En cambio, nosotros ofrecemos una visión mucho más positiva y optimista porque pensamos que quizás el concepto de literatura nacional está en crisis, pero que las propias tendencias globalizadoras favorecen un estudio comparativo de las literaturas por encima de las diferencias de geografía, de lengua y las diferencias del tiempo.

P.- ¿A qué se debe la crisis de la literatura en las universidades estadounidenses?

R.- A la influencia arrasadora que los estudios culturales han tenido en los departamentos de letras, incluidos los de algunas de las universidades más importantes, en donde la literatura, en vez de ocupar el eje central, se ha convertido en una disciplina más de un batiburrillo donde entran el folclore, las expresiones de la cultura popular, la música, el cómic, la performance, con una pérdida de lo que Bloom llamaba “el canon occidental”, es decir, una destrucción del principio de clasificación que marcó el concepto de clásicos, obras de referencia para la humanidad que se han ido decantado a través del tiempo y de las distintas literaturas.

P.- ¿Y puede hacer algo la literatura comparada ante la destrucción del canon?

R.- Puede reenfocar los estudios literarios, donde hay cabida para los estudios culturales, porque compara también la literatura con las otras expresiones de la creatividad humana, como la música, el arte, y sobre todo en nuestra época el cine.

P.- Pero choca con la corrección política de los estudios culturales...

R.- La corrección política es la forma contemporánea más perversa de la censura. Existía la experiencia de la censura de pensamiento, pero la de hoy es una censura difusa que afecta a la libertad de conducta de las personas, y su incidencia sobre la creación, la recepción y los estudios literarios es verdaderamente nefasta.

P.- ¿En qué consistiría esa otra mirada que ofrece la literatura comparada?

R.- En una forma de lectura integral en donde cada texto aparece arropado por los textos precedentes y siguientes en la serie literaria, es decir, es una lectura en la que el lector es consciente de que el texto es no es más que una pieza en un sistema muy complejo, de profunda sustancia cultural.

P.- ¿Y qué libros son entonces los que vertebran la literatura universal?

R.- En general son los clásicos, aunque la revisión de la lista de los clásicos siempre está abierta. Quizá el problema mayor de la obra de Bloom es la lista que se atrevió a referenciar de manera extremadamente osada, porque el concepto de Weltliterature (literatura del mundo) de Goethe trasciende las limitaciones humanas: serían todas las obras literarias escritas en todas las lenguas del mundo y en todos los tiempos. Sin embargo, el canon funciona y existe por decantación, por la acción de los lectores y por la continuidad de las ediciones. También, como dice Bloom, es el resultado de la creación de los propios escritores sobre la obra de sus antepasados. Es decir, los creadores, con las selecciones que hacen de sus modelos y de sus preferencias configuran el canon, como también lo hacen el sistema educativo, la academia y la crítica.

A vueltas con el canon

P.- ¿Quiénes formarían a su juicio el canon del siglo XX?

R.- Sin duda, los grandes escritores modernistas, Joyce, Proust, Rilke, Virginia Woolf, Gide, Zsimborska en poesía, por supuesto Pessoa en la literatura portuguesa, Valle Inclán, Lorca en poesía, Ortega y Gasset en fislosofía... Ya en la posguerra hay una impronta francesa muy destacada con un Sartre, un Camus... Está Thomas Mann, y hay fenómenos sorprendentes como el albanés Ismail Kadaré, que demuestra que el canon no va siempre acompañado de una gran potencia del país de donde procede el autor. También está Günter Grass en la literatura alemana, un Brecht en lo que se refiere al teatro, la gente del absurdo, un Ionesco, un Samuel Beckett...

P.- Asegura Steiner que la literatura comparada es bastante más que una disciplina, es una visión del mundo.

R.- Estoy convencido: es una visión que implica una ética del cosmopolitismo. La literatura comparada nace como un contrabalance al romanticismo, que era profundamente nacionalista y hablaba de la Volksgeist, del espíritu del pueblo, que se manifestaba a través de la literatura. Y la literatura comparada viene a decir que las literaturas nacionales están muy bien pero que la literatura es el fruto de unos valores universales y no una entidad diferenciadora. Y la prueba está en los clásicos, que hablan a las personas de todas las épocas porque tratan de aquello que es universal. Yo veo graves problemas éticos en esgrimir la identidad como diferencia y como confrontación, pero eso desafortunadamente está ocurriendo. De todas formas, se suele decir que el nacionalismo se cura viajando, y yo quiero pensar que el nacionalismo también se cura leyendo, en el sentido de que la lectura de obras de muy diversas procedencias nos habla de esa identidad de la condición humana, que suaviza las tensiones de los procesos identitarios. porque no hay que olvidar que identitario viene de idéntico.

Recuerda Darío Villanueva, con cierto rubor, que tuvo la primera percepción de lo que era la literatura siendo muy joven, casi un niño. Al leer “Le Lac” de Lamartine, para aprender francés, “me surgió la chispa de lo que era la literatura. Desde muy pronto, como lector muy ávido que era, me dí cuenta de que el ámbito de la literatura no se restringía sólo a aquella lengua o lenguas primeras que yo tenía sino que había mucho más”.

P.- Confiesa ser, antes que nada, un profesor. ¿Qué valora más en sus alumnos?

R.- El estímulo que representan para mi propia superación como profesor y lo que me enseñan, incluso con preguntas que nacen de su desconocimiento.

P.- ¿Se atreve a dar un diagnóstico de la universidad española hoy?

R.- Me preocupa sobre todo su burocratización, veo con profundo desánimo cómo está contaminando la docencia y la investigación, dos esferas que no debieran en modo alguno ser tocadas por ese mal terrible. Otro drama es el fututo de los estudiantes. Lo que nuestra sociedad está haciendo con sus jóvenes clama al cielo. Y me desespera ver cómo se están teniendo que marchar al extranjero los mejores estudiantes, que son recibidos fuera con los brazos abiertos porque la formación que llevan de nuestras universidades es extraordinariamente competitiva. Me abruma que nuestra sociedad, que aparentemente había alcanzado un desarrollo económico insospechado, pueda maltratar así a las nuevas generaciones.

La inflación de información

P.- Quizá el problema sea ese mal endémico nuestro que es la falta de amor y respeto por la cultura, como evidencia la falta de sensibilidad ante el drama de los escritores jubilados.

R.- Desde luego, parece que se intenta reconducir la profesión de escritor a aquellos niveles de bohemia paniaguada que creíamos definitivamente superados. En un ambiente de extraordinaria corrupción en donde los dineros públicos son saqueados, donde el sistema no perdona una es en una de las partes más débiles de la cuerda. Que un escritor que ha trabajado toda su vida tenga que renunciar a parte de su pensión porque sigue recibiendo derechos de autor de las obras que ha publicado o pueda publicar no le puede caber en la cabeza a nadie.

P.- Nunca hemos tenido más información y menos conocimiento, según Steiner, para quien las nuevas tecnologías amenazan al silencio y la intimidad, pero usted es más optimista respecto a las redes.

"En internet parece como si el autor se esfumase. La piratería electrónica es un agravio y un robo"

R.- Sí, no me gusta nada ser apocalíptico, aunque en esas apreciaciones de Steiner hay mucho de razón. Tenemos una inflación enorme de información, una información que muchas veces no está contrastada. A menudo en la red aparecen con el mismo rango y relevancia auténtica bazofia e información rigurosa. Lo importante es saber manejarse en este cibercaos y saber seleccionar, y esto viene de la formación sólida previa que la persona tenga. La sabiduría vendría después, porque es la decantación de tener información y transformarla en conocimiento.

Ventajas de las redes: la ciberpoesía

P.- Y necesitamos a esos sabios.

R.- Sin duda. Muchas veces reclamamos intelectuales, voces sabias que nos ilustren y que digan además la verdad. Uno de los problemas que existe hoy en ese caos informativo es que la verdad y la mentira están absolutamente confundidas. Los enunciados ya no se someten a verificación y el propio que los enuncia no considera que sea obligado que detrás de cada uno de sus enunciados haya un componente de realidad, y eso es peligrosísismo. Y ocurre mucho en política. El caos informativo, esa hiperestesia informativa, produce superficialidad, una cierta tendencia a no asimilar contenidos complejos sino pequeñas píldoras, mientras que el conocimiento es exigente, precisa de la asimilación de argumentos que no se pueden despachar en 144 caracteres.

P.- ¿Qué consecuencias buenas y malas tiene la tecnificación de la sociedad?

R.- Una consecuencia buena es que probablemente van a aparecer nuevos géneros literarios. Yo por ejemplo estoy muy interesado en la influencia de la tecnología en la poesía, porque además permite una creación poética integrada en donde la frontera entre poesía y pintura o dibujo puede llegar a desaparecer. La ciberpoesía me parece muy interesante. Por el contrario, me preocupa mucho el debilitamiento, incluso la desaparición del concepto de autoría. En la red parece como si el autor se esfumase y fuese la propia red la que produce los contenidos. La piratería electrónica para los productos culturales es un retroceso considerable, un verdadero agravio y un gravísimo robo que evidencia falta de amor a la cultura y a sus creadores.

P.- ¿Qué le pediría al hipotético ministro de Cultura que pudiera ser nombrado tras las elecciones de junio?

R.- Si hubiera ministro de Cultura, que ahora no tenemos, le pediría que pusiera más énfasis en la palabra cultura que en la palabra ministro, es decir, que fuera sobre todo una persona de cultura que se batiera el cobre en el ámbito político del gabinete y que defendiera la cultura sin ningún tipo de complejo, como uno de los vectores principales de nuestra vida común, incluyendo el aspecto económico. Si España puede presumir de algo es de su patrimonio cultural y del español, una lengua que hemos llevado a América y a otros lugares del mundo y que hoy es la segunda lengua por número de hablantes nativos, la segunda lengua en internet, la segunda en los negocios, y la segunda por número de estudiantes extranjeros. Es la única que está resistiendo -dejando al margen el caso chino- al predominio avasallador del inglés. Otra buena noticia es que en los Estados Unidos se está convirtiendo al fin en una lengua de prestigio.

A pesar de todo, a pesar incluso de que el Gobierno redujo su aportación al presupuesto de la RAE de un 60 al 25 por ciento actual, Villanueva está muy contento porque la de este año será al fin una “liquidación equilibrada”. Su presupuesto ronda en 2016 los siete millones de euros, y como sus obras “no se venden como antes”, la Real Academia ha tenido que buscarse la vida. Y ha encontrado en la Fundación la Caixa un extraordinario colaborador que patrocina el Diccionario en línea, que sólo el pasado mes tuvo 71.200.000 consultas, “lo que demuestra que nunca ha tenido tanta influencia en el uso del español como ahora. Por eso, por primera vez, la nueva edición del Diccionario será primero digital y luego en papel. Con este nuevo planteamiento podremos hacer ediciones moduladas según los países, es decir, la edición de Colombia tendrá diferencias respecto a la de Guinea Ecuatorial y a la de España”.

@nmazancot