Image: El monstruo ama su laberinto

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Ensayo

El monstruo ama su laberinto

Charles Simic

4 septiembre, 2015 02:00

Charles Simic. Foto: Madero Cubero

Traducción de Jordi Doce. Epílogo de Seamus Heaney. Vaso Roto. Madrid, 2015. 167 páginas, 15€

"Aspiro a crear un no género hecho de ficción, autobiografía, ensayo, poesía y, por supuesto ¡chistes!", afirma el poeta norteamericano de origen serbio Charles Simic (Belgrado, 1938) en uno de los apuntes compilados en los cuadernos que publicó en 1990 bajo el título El monstruo ama su laberinto, hoy felizmente traducidos al castellano. La naturaleza híbrida de ese "no género" es también la del poema en prosa, ese "monstruo hecho de prosa y poesía" al que parecen acercarse las anotaciones de naturaleza autobiográfica que ocupan el primero de los cuadernos aquí compilados.

En ellos evoca el poeta diversas escenas de su infancia en Belgrado y otras de su juventud e inicios literarios en América. Destaca, en este capítulo, el retrato que hace de su padre: pícaro y vividor, encarna la actitud de quien parece haberle tomado la medida al capitalismo norteamericano y aprendido a sacar partido de sus debilidades y prejuicios.

La constatación de estos puntos flacos del sistema será también uno de los asuntos recurrentes: "El nuevo sueño americano es llegar a ser muy rico y que te sigan considerando una víctima", anota el poeta a propósito del carácter plañidero del capitalista en trance de rendir cuentas a la sociedad y pagar impuestos. La alternativa no es, desde luego, ninguna de las utopías que han dado pie a las siniestras construcciones totalitarias que ha conocido el siglo XX: "Como muchos otros, crecí en una época que predicaba la libertad y construía campos de esclavitud".

Es consciente el poeta de que este ejercicio de cinismo político no hubiera sido posible sin el concurso de los intelectuales y las fantasmagorías ideológicas urdidas por éstos. El político sanguinario del siglo veinte "necesita intelectuales que dividan a los asesinos en buenos y malos, que expliquen que si hacemos mal a cierta gente es por su propio bien". Por lo mismo, ni siquiera las teorías que se mueven en el campo de la mera especulación teórica son inocentes. De un teórico de la sociedad "postindividualista", por ejemplo, dirá Simic: "Lo que no aclara es si conforme al modelo de Stalin, de Hitler o de Mao". Asombra al poeta el hecho de que "cualquier absolutismo, cualquier visión unívoca del mundo, se vuelv[a] de inmediato atractiva para tantas personas que parecen inteligentes". Aunque la explicación quizá está en la mendacidad de la propia clase intelectual; a uno de cuyos miembros, quizá, se refiere este apotegma "Había besado tantos culos que su cerebro era un gran mojón".

No están demasiado alejadas estas anotaciones o aforismos de naturaleza política de los que abordan cuestiones de teoría y práctica literarias. "La afirmación (…) de que no hay verdad fuera del lenguaje es una estupidez". La poesía no es nunca para Simic un juego de formas, sino una manera de abordar esa realidad existente "fuera del lenguaje". El Imagismo, la gran aportación anglonorteamericana a las vanguardias del siglo, es una de las obsesiones del poeta: la posibilidad de una poesía que, por desconfianza hacia el lenguaje de la ideología y la propaganda, se aferra a la visión; y es curioso que, a través de esta desconfiada aproximación a la literatura reciente de su país de adopción, el poeta acabe recalando en el gran postulado del Romanticismo inglés, que es la reivindicación de la imaginación visionaria: "El poeta ve lo que el filósofo piensa".

Asombra que Simic logre formular un sistema de pensamiento bastante coherente a partir de meras anotaciones de apariencia casual, entreveradas de ráfagas descriptivas y ocurrencias humorísticas. Son éstas las que ponen el fondo al cuadro; es decir, las que dejan claro que la toma de posición política o la especulación literaria forman parte de una actitud general de disfrute de la vida y capacidad de asombro ante todo lo singular y sorprendente que ésta es capaz de ofrecer al espectador atento. "Un gato tuerto en el escaparate de una pescadería"; o: "La luna esta noche es como el culo de una joven novia que se pone en cuclillas para mear". Etcétera.