Image: Todo lo que era sólido

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Ensayo

Todo lo que era sólido

Antonio Muñoz Molina

22 marzo, 2013 01:00

Antonio Muñoz Molina. Foto: Alberto Sáinz

Seix Barral. Barcelona, 2013. 253 pp., 19'90 e. Ebook: 9'99 e.


Karl Marx (1818-1883) publicó en 1848 el Manifiesto comunista. Ahí dejó grabada su célebre y repetida frase: "¡Trabajadores de todos los países, uníos!". Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) se ha inspirado en otra frase del mismo texto, igualmente significativa pero menos conocida, para encabezar y dar significado a este volumen: "Todo lo sólido se desvanece en el aire". Título utilizado por Marshal Berman (Siglo XXI, 1988) para una de las mejores interpretaciones del papel del pensamiento de Marx en el de-sarrollo de la modernidad.

"Nada es tan sólido que no pueda desvanecerse mañana mismo en el aire", escribe Muñoz Molina y llena al lector de la nostalgia marxiana de un mundo mejor. Nostalgia que se entiende bien si se recuerda entera la frase de Marx: "Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas".

En mitad de una vida cargada de premios y distinciones, con una obra traducida a numerosos idiomas que cualquier año puede conseguirle el premio Nobel de literatura, Muñoz Molina se detiene en esta ocasión para hacer recuento de España, de algunos rincones de su biografía y del mundo actual. Su intención no es otra que dar aviso y consejo encaminados a mejorar el porvenir. El formato escogido por Muñoz Molina es de una austeridad extrema. Tras una cita de Conrad sumerge al lector en ciento cuatro textos de distintos tamaños. Desnudos, uno tras otro, sin un orden claro. Sin índice, sin bibliografía, sin ningún otro apoyo. Únicamente fiado a su excelente prosa y a su perspectiva generacional.

"Creíamos vivir en un país próspero y en un mundo estable". Desde ahí arrancan unas páginas en las que enseguida aparecen los fantasmas de la Guerra Civil española y la burbuja que nos ha conducido a la catástrofe. Muñoz Molina percibe los signos premonitorios de la debacle y, a la vez, en razón de su trabajo, tiene que bregar con lo más tremendo de la pirotecnia de los "años del delirio". Constructores y políticos.

A su anterior despacho del Cervantes de Nueva York llega en 2006 un constructor, fácilmente identificable, que se presenta con esta tarjeta: "Hemos terminado una promoción de mil chalets en Alicante. Mil chalets, a un millón limpio de beneficio cada uno, mil millones". Así eran los triunfadores, cargados de pompa, ambicionando triunfar en Estados Unidos. (Seis años más tarde este prócer del ladrillo ha regado de sufrimiento la vida y la hacienda de miles de personas).

En diciembre de 2004, el presidente Rodríguez Zapatero reúne en el palacio de la Moncloa a cuatro o cinco directores de institutos Cervantes. A Muñoz Molina se le clava el gusto por el poder del presidente. Le sorprenden los asesores. "Ser joven y ser mujer eran las cualidades indiscutible". Y se tenía dinero para todo y para siempre.

Toda esta revisión de un país que se creía rico y ha resultado menesteroso está salpicada de referencias autobiográficas que apuntalan un texto que busca regenerar el tejido social y político, algo que seguramente no será entendido ni aceptado por muchos.