Image: El caso Casas Viejas

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Ensayo

El caso Casas Viejas

Tano Ramos

25 mayo, 2012 02:00

Visita de médicos republicanos tras la tragedia de Casas Viejas, enero del 33

Premio Comillas. Tusquets, 2012. 443 páginas, 20 euros

En enero de 1933 los dirigentes anarquistas lanzaron una de aquellas insurrecciones con las que trataron vanamente de derrocar a la República. En ella participaron los militantes de un pequeño pueblo gaditano llamado Casas Viejas, que sitiaron el cuartel de la Guardia Civil, mataron a dos guardias en el combate, y huyeron cuando llegaron efectivos de la Guardia de Asalto para poner fin a la rebelión. El caso habría caído en el olvido si unas horas después de pacificado el pueblo, el capitán Manuel Rojas no hubiera ordenado detener a los hombres del pueblo que se encontraban en sus casas y fusilado a trece de ellos. Los rumores se difundieron pronto, pero el jefe del gobierno, Manuel Azaña, mal informado, cometió el error de declarar ante las Cortes que en Casas Viejas sólo había ocurrido lo que tenía que ocurrir. Más tarde impulsó la investigación de lo ocurrido, pero su crédito político y su autoridad moral habían sufrido un fuerte golpe. Un año después el capitán Rojas fue juzgado y condenado a 21 años de cárcel por 13 asesinatos, pero lo que de ese juicio trascendió a la opinión pública, mal servida por una prensa de derechas que escribió una de las páginas más negras en la historia del periodismo español, fue que el propio Azaña había ordenado que no se hicieran heridos ni prisioneros, que los tiros fueran "a la barriga". Y el Tribunal Supremo añadió su propia aportación de infamia cuando en 1936 revisó la sentencia de la Audiencia de Cádiz, transformó los asesinatos en homicidios, encontró eximentes y dejó la condena a 3 años de cárcel.

Sobre este episodio tan significativo de nuestra trágica historia el periodista Tano Ramos, del Diario de Cádiz, ha escrito una obra magistral que ha sido galardonada con el premio Comillas. Ha consultado una documentación amplísima, incluidas las copias de las páginas fundamentales del sumario, hoy perdido, que conservaba la hija del abogado que ejerció la acusación particular en nombre de los familiares de algunos fusilados, un hombre honesto que se llamaba Andrés López Gálvez. Y ha optado por una estructura narrativa en espiral, que describe mismas escenas una y otra vez, a partir de los diversos testimonios que el procesado y los distintos testigos prestaron en distintas ocasiones, a veces con contenidos cambiantes, primero en el sumario y luego en los dos juicios que se celebraron ante la Audiencia de Cádiz, de tal manera que la imagen de lo ocurrido se vaya haciendo cada vez más nítida. Ello hace que algunos capítulos puedan parecer reiterativos, aunque en los finales la narración retoma brío. Mi conclusión, y creo que la del propio Ramos, es que lo de los "tiros a la barriga" fue una invención que el abogado defensor de Rojas, un extraño personaje llamado Eduardo Pardo, sugirió a un testigo. Junto a este intrigante y a otros personajes lamentables, aparecen en esta historia algunos hombres honestos, como ese guardia civil que puso en libertad a dos detenidos cuando comprendió que los iban a matar y fue el primer agente de la autoridad que declaró ante el juez instructor la verdad de lo ocurrido. Se llamaba Juan Gutiérrez y fue detenido en julio de 1936 como sospechoso de apoyar el golpe militar y asesinado por milicianos anarquistas.