Image: Jaime Gil de Biedma. El argumento de la obra

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Ensayo

Jaime Gil de Biedma. El argumento de la obra

Jaime Gil de Biedma

23 abril, 2010 02:00

Jaime Gil de Biedma

Edición de Andreu Jaume. Lumen, 2010. 493 pp., 23'90 e.


En los años en los que conocí a Gil de Biedma (1929-1990) nada permitía suponer que su obra poética, no muy extensa, llegaría a constituir la voz emblemática de la segunda mitad del pasado siglo. Aquellas conversaciones en su apartamento ("…un sótano más negro/ que mi reputación - y ya es decir") reaparecen ahora, acompañadas casi con el recuerdo de su voz, en su Correspondencia. Pero lo que aquí se califica como tal supone mucho más. Según Andreu Jaume, "el criterio que ha informado la selección y disposición de esta correspondencia se ha basado en el indisimulado propósito de montar una secuencia autobiográfica, de tal modo que el conjunto pueda leerse como una memoria intelectual y moral, una crónica a la vez íntima y pública donde se proyecte [...] tanto la evolución literaria del autor como el retrato coral de su grupo poético y la imagen del país en el que le tocó vivir".

El propósito se ha cumplido con creces. Sabemos que en estas páginas no figura todo el epistolario, en parte aún inédito, del poeta. Lamentablemente no se incorporaron las ya editadas en la excelente edición de sus Obras (Galaxia Gutenberg, 2010, 1374 pp.), donde figura casi toda su obra (una parte de diarios permanece aún inédita). Pero las cartas resultan un ejemplo de la prosa eficaz y brillante del poeta. Al personalizarse, nos permite adivinar no sólo aspectos biográficos, sino los orígenes concretos de algunos poemas y la elaboración en el tiempo de una poética.Entre las pp. 39 y 42 aparece la noticia de la correspondencia, incluida la ya publicada, que se acompañará de útiles notas a pie de página y breves recordatorios de los corresponsales.

En las cartas advertiremos una voz singular, alguien cuya inteligencia e ingenio le permitieron configurar un coherente sistema literario. El lector descubrirá que nada o casi nada en su vida o su obra responde a la improvisación. Le preocupó siempre el "motivo" del poema y, en su conjunto, "el argumento de la obra", feliz título del que se sirvió también, en otro sentido, su maestro inicial Jorge Guillén. La carta a Dionisio Cañas (18-V-1989) (p. 441) resulta fundamental para desterrar la idea de que deseaba ser convertido en un símbolo de la poesía homosexual: "mis poemas eróticos jamás son expresamente homosexuales, sino deliberadamente ambiguos". Había asumido el libro de W. Empson, Seven Types of Ambiguity (ejemplar que me prestó y aún conservo). Y añade: "es la experiencia de la relación amorosa, no el deseo del ser amado lo que me interesaba expresar". Sus propósitos lo diferencian de Cernuda, a quien a menudo se alude como modelo. Serán claves las cartas fraternales, en la juventud, a un admirado, entonces, Carlos Barral; las dirigidas a Joan Ferraté; a Gimferrer (pp. 336-338), a M. Zambrano o a Gustavo Durán.

Cuantos conozcan su poesía podrán advertir la génesis de algunos poemas. Las cartas conforman el modelo del personaje creado para sus poemas y poco distante del real, miembro confeso de la alta burguesía catalana con ribetes aristocráticos, lo que no le impediría su íntima amistad con Marsé o Ana Mª Moix. Todo ello se advierte en su epistolario, en las calculadas respuestas e incluso en los silencios, y en una curiosidad que nunca le abandonaría. La carta en la que le cuenta a Durán la muerte de Bel en un accidente (p. 340) supera algunos de sus poemas, así como la determinante confesión a Ferraté: "Es probable, casi seguro, que no vuelva a escribir poesía en cierto tiempo -y es posible, temo, que no vuelva a escribir-; creo pues que quod decet es prepararse para la otra vida" (p. 343). Casi llegó a cumplirlo. Recorrer estas páginas es como oírle una vez más hablar de casi todo y, con pasión, de poesía, algo más que un refugio.