Image: Tennessee Williams. Memorias

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Ensayo

Tennessee Williams. Memorias

Tennessee Williams

29 mayo, 2008 02:00

Tennessee Williams.

Traducción de Antonio Samons. Bruguera. Barcelona, 2008. 408 páginas, 24 euros

Fue Tennessee Williams (1911-1983) uno de los grandes autores dramáticos del siglo XX, aunque no debiera de-
secharse su narrativa -relatos en su mayoría- mucho menos conocida en España. Obras como El zoo de cristal, Un tranvía llamado Deseo o La gata sobre el tejado de zinc avalan lo que digo, subrayado por las películas menos buenas, pero míticas ya por los actores que las interpretaban, a que dieron lugar. Sin embargo, salvo en los textos mencionadas (y no siempre) la obra de Tennessee abundó en malas críticas, destructivas a veces, lo que hizo no poco, a la larga, para el descentramiento de un autor psíquicamente muy sensible…

Williams publicó sus Memorias en 1975, y entonces tuvieron como era de esperar malas críticas y mucho éxito, que no descartaba el escándalo, pues Tennessee nunca había sido tan directo hablando de su homosexualidad, de su adicción a las pastillas y del miedo a la locura contra el que luchó siempre, desde que su hermana Rose, muy joven, fuera lobotomizada e internada en un manicomio. Editadas en España (en el mismo sello) en 1984, pero nunca reeditadas, estas Memorias son nuevas para varias generaciones de lectores.

Libro en general ameno y fácil -no es un portento de elaboración literaria- está escrito desde el presente (los primeros años 70) con grandes flash-backs que son lo más interesante del libro y que siguen un curso básicamente cronológico. Tennessee avisa que pretende decir la verdad desnuda y parece hacerlo. Pero entre muchas anécdotas subraya cuatro o cinco cosas: sus comienzos no fueron fáciles, y trabajó en muchas cosas antes de su primer gran éxito escénico con El zoo de cristal en 1944. Le importa decir que los críticos pocas veces fueron complacientes con él (quizá resultaba atrevido y demasiado "literario" para la época) pero gozó de excelentes intérpretes, aunque admire más a las damas del teatro que a las del cine, con excepción de Anna Magnani y de Vivien Leigh. Gozó de la vida, pero nunca dejó de pelear contra las sombras depresivas que a fines de los 60 le tuvieron meses en un psiquiátrico. Abusó del alcohol y los somníferos, pero no dejó de
creer que los necesitaba para vivir, siendo un ser débil, lleno de pequeñas dolencias y muchos presentimientos de muerte. Y aunque tuvo una única relación larga en su vida con Frankie Merlo, que murió de cáncer en 1963, acuciando más el camino autodestructivo del autor, fue toda su vida un obseso del sexo y de los chicos guapos, que podía encontrar entre jóvenes actores o escritores, pero sobre todo en la calle. Aunque al fin no deje de recordar que es su obra, el afán de escribir, lo que le salvó siempre. Un libro tierno, chismes incluidos.