Image: Guerra y lenguaje

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Ensayo

Guerra y lenguaje

Adan Kovacsics

28 febrero, 2008 01:00

Foto: Antonio Moreno.

Acantilado. Barcelona, 2007. 162 páginas. 15 euros

Las reflexiones sobre la manipulación política del lenguaje en la sociedad de masas tienen ya una larga tradición. Una de las referencias indiscutibles es el estudio de Victor Klemperer sobre la lengua del Tercer Reich, que ha servido como modelo a muchas obras posteriores -entre ellas, muy recientemente, Rojos de Francisco Sevillano (Alianza Editorial, 2007), un análisis del lenguaje franquista en la guerra civil- . Decía el filólogo alemán que el medio de propaganda más eficaz del hitlerismo no eran los discursos ni los símbolos, ni nada que se registrase a nivel consciente, sino las palabras aisladas y expresiones que se repetían y se terminaban por adoptar de forma mecánica e inconsciente. El libro que ahora nos ocupa se mueve en una órbita parecida, tratando de desentrañar los orígenes y fundamentos de esa repetida manipulación.

El ensayo que da título al volumen es el más extenso de los cuatro que componen esta breve pero enjundiosa obra del escritor chileno Adan Kovacsics (Santiago de Chile, 1953). Tras una oportuna cita de Karl Kraus sobre la función de la mentira en la guerra, nos sitúa el autor con una frase contundente en el centro del conflicto: al estallar la Primera Guerra Mundial, algunos, como Walter Benjamin o el aludido Kraus, reaccionaron con el silencio.

El mutismo no se debía sólo al espanto, la indignación o la censura, sino a que "se había producido una avalancha de un determinado lenguaje" que exigía una respuesta adecuada. No tenía sentido la protesta sin más, convertida al fin y al cabo en otra voz que añadir a la algarabía. Callar era la actitud de quien se apartaba del derrumbe. "El silencio: el lugar donde se guarda y se protege el verbo ante el arrasamiento". Una exigencia paradójica: "Quien tenga algo que decir, ¡que dé un paso adelante y calle!" (pp. 70-71). El silencio, en efecto, se constituye como la única ética posible ante una "gentuza" a la que el horror no le ha paralizado la lengua, sino todo lo contrario.

Como diría Anson Rabinbach, la catástrofe de la guerra había traído también una "catástrofe de la palabra". De ahí que, tras la primera reacción de retirada, es decir, de silencio, los intelectuales que habían resistido el vértigo se impusieran una reflexión sobre la lengua, el destino de la palabra en el contexto bélico. Los últimos días de la humanidad, del citado Karl Kraus es, básicamente, una meditación sobre ese asunto.

La implicación y responsabilidad del lenguaje en la guerra: éste es también el asunto medular que ocupa a Kovacsics en estas páginas. No es extraño por ello que, junto a los escritores ya mencionados, haya un importante hueco para Ludwig Wittgenstein, combatiente voluntario en la Gran Guerra y autor de la más importante obra del período (el Tractatus Logico-Philosophicus) sobre los límites del lenguaje, es decir, sobre lo que puede y no puede decirse.

Hay en todo ello un denominador común, un profundo repudio a la "cháchara" de la época pero, además, una convulsión moral en las personas más conscientes ante una "lengua corrompida y encarroñada" que es mero instrumento de los verdugos y que termina por emponzoñar todo: a la crueldad se suma la frivolidad verbal, manchando hasta "a quien piensa sobre ello". En una guerra industrializada el lenguaje propagandístico se convierte en preciada mercancía y se revela tan eficaz que pocos se resisten al "entusiasmo". No se refiere Kovacsics tan sólo a 1914, sino también a la maquinaria nazi y, ya muy recientemente, a las falsedades de la invasión de Irak. La mentira ha recorrido todo el siglo XX hasta convertirse, como proféticamente señaló Franz Kafka, en "principio universal". Cuando la palabra se convierte en vasalla de la voluntad política, supeditada a unas decisiones establecidas de antemano, su rol deviene "absolutamente accesorio y servil".