Image: Roosevelt y Franco

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Ensayo

Roosevelt y Franco

Joan Maria Thomàs

24 enero, 2008 01:00

Roosevelt y Franco

Edhasa. Barcelona, 2007. 652 páginas, 30’50 euros.

Hace pocos meses se publicó un espléndido libro de Xavier Moreno Juliá titulado Hitler y Franco (Planeta, 2007). Un poco antes habían aparecido dos magníficos estudios sobre las relaciones entre el mandatario español y el Premier británico: Churchill y Franco, de Richard Wigg (Debate, 2005) y Franco frente a Churchill, de Enrique Moradiellos (Península, 2005). Por su parte, las relaciones entre el Generalísimo y el Duce ya contaban con las esclarecedoras investigaciones de Morten Heiberg (Emperadores del Mediterráneo, Crítica, 2003) y Javier Tusell y G. Queipo de Llano (Franco y Mussolini, Planeta, 1985, reeditada por Península en 2006). A ese panorama viene ahora a sumarse este voluminoso trabajo del historiador catalán Joan M. Thomàs sobre los desencuentros -digámoslo ya claramente- entre el Caudillo y el presidente demócrata. Podemos afirmar por tanto que disponemos de un conjunto de publicaciones actualizadas y de calidad para seguir al detalle las relaciones exteriores del régimen franquista entre -grosso modo- el comienzo de nuestra Guerra Civil y el final de la Segunda Guerra Mundial.

Lo primero, sin embargo, que debe precisarse al posible lector de la obra que ahora comentamos es que trata de un lapso especialmente corto, los veintisiete meses que van desde el inicio de las hostilidades (1 de septiembre de 1939) al ataque japonés a Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941); dicho de otra manera, son los dos años en que la potencia estadounidense permaneció teóricamente neutral. Es verdad que el autor dedica un capítulo introductorio a la actitud de Roosevelt ante la Guerra Civil y un epílogo que contempla la evolución de los acontecimientos hasta poco después (la Operación Antorcha en 1942), pero apenas son en conjunto unas 80 páginas en una obra que supera largamente las 600. Por tanto, la práctica totalidad del examen de Thomàs tiene como objetivo la política norteamericana en esos dos años decisivos en los que España amaga con sumarse a las potencias del Eje y la misión prioritaria del Departamento de Estado, en sintonía con el Foreign Office, no es otra que evitar a todo trance esa incorporación.

El problema, como bien pone de relieve Thomàs, es que la Administración Roosevelt no tenía diseñada una política específica para la situación hispana, en flagrante contraste con la habilidad de la diplomacia británica de "palo y zanahoria". No era ningún secreto la manifiesta antipatía del dirigente norteamericano hacia el dictador español (ampliamente correspondida, si no superada, por éste), pero Roosevelt era consciente de que la Realpolitik y los intereses económicos tenían que anteponerse a los contenciosos ideológicos. Por si fuera poco, sus colaboradores más próximos estaban divididos entre los que compartían su repugnancia democrática hacia la dictadura (encabezados por su esposa Eleanor) y los pragmáticos y hasta profranquistas, como el subsecretario Sunner Welles. La susodicha escisión contaminaba al propio Departamento de Estado, dirigido por Corder Hull, y enrarecía no pocas veces la sintonía con la Madrid Embassy, comandada por Alexander Weddell. Los personajes citados, y sus interlocutores españoles, empezando por Serrano Suñer, son los auténticos protagonistas de esta tortuosa trama de roces, suspicacias y, a pesar de todo, colaboración mutua (por simple conveniencia de las dos partes). En este contexto, para el autor de esta obra, la política estadounidense -como la británica en este caso- partía de un error de base, al pensar que Franco discrepaba del germanismo de su cuñado.

Hay vueltas y revueltas, múltiples encontronazos, acuerdos precarios y pequeñas crisis, pero casi siempre todo con sordina, porque los representantes de ambos países nunca dejan de tener presente que no les conviene la ruptura abierta. Me parece que una de las dificultades que ha encontrado Thomàs en este meritorio trabajo es precisamente esa falta de definición, que le impide articular una línea clara que vertebre el libro. En fin, como ya se habrá colegido de las líneas anteriores, estamos ante una obra densa, meticulosa, siempre atenta a no dejar en el tintero el registro de las menores incidencias diplomáticas. No es por ello un libro de fácil lectura: por su minuciosidad y la extensión antes comentada ahuyentará al lector generalista, pero será de gran provecho al investigador o experto en este campo por la solidez de su análisis y la amplitud de su documentación.