Image: La guerra del mundo: Los conflictos del siglo XX y el declive de Occidente (1904-1953)

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Ensayo

La guerra del mundo: Los conflictos del siglo XX y el declive de Occidente (1904-1953)

Niall Ferguson

12 julio, 2007 02:00

Trad. de Francisco J. Ramos Debate, Barcelona, 2007 896 páginas. 34 euros

Cuando el siglo XIX concluía, H. G. Wells publicó un relato de ciencia ficción, La guerra de los mundos, en el que nuestro planeta era atacado por unos alienígenas dotados de armas devastadoras. En cierto sentido resultó profético, pues durante el siguiente medio siglo el mundo presenció repetidamente horrores como los de aquel relato, sólo que los exterminadores fueron siempre humanos. No hubo pues una "guerra de los mundos", pero sí una "guerra del mundo", que analiza en su última obra Niall Ferguson, autor de otros estudios históricos de amplia visión -tales como Imperio, sobre el Imperio británico, y Coloso, sobre Estados Unidos.

En La guerra del mundo Ferguson ofrece un angustioso panorama de los horrores que se sucedieron en siglo XX, en el que la guerra, el terror totalitario y el genocidio causaron cerca de 200 millones de muertes, que se concentraron sobre todo en el período de las dos guerras mundiales. No es una lectura agradable, pero resulta apasionante. Junto a los episodios más conocidos, entre los que destaca el holocausto, Ferguson evoca otros menos presentes en la memoria colectiva, como el genocidio armenio perpetrado por los turcos durante la I Guerra Mundial o las atrocidades cometidas por las tropas japonesas tras la toma de Nankín en 1937. No trata tampoco de eludir las responsabilidades de los aliados, sobre todo por los masivos bombardeos de ciudades alemanes y japonesas en la II Guerra Mundial, aunque con buen criterio rechaza que se pueda establecer una equivalencia moral entre Auschwitz e Hiroshima. Y junto a las grandes matanzas resultan también inquietantes, por lo que sugieren respecto a la naturaleza humana, los testimonios que cita acerca de la facilidad con que soldados de naciones democráticas podían asesinar a prisioneros de guerra, en escenas como las que quienes hayan visto Salvar al soldado Ryan no habrán olvidado.

La profundidad analítica de La guerra del mundo no está sin embargo a la altura de su brío narrativo, pues resulta incompleta la discusión sobre los factores que condujeron a tales atrocidades. Ferguson alude a los odios étnicos -que hacen particularmente vulnerables a los territorios de población mixta-, a la inestabilidad económica -catalizadora de tensiones-, y al declive y caída de los imperios multiétnicos -como el ruso, el austro-húngaro y el otomano-. En cuanto al otro gran tema que aparece en el subtítulo del libro, el declive de Occidente, el enfoque de Ferguson resulta más tópico que convincente. Es cierto que las potencias europeas no dominan ya el mundo como hace un siglo y que las naciones occidentales representan un porcentaje declinante de la población mundial, pero más importante que eso me parece el extraordinario nivel de bienestar económico, de libertad, de respeto a la ley y de creatividad científica que Occidente ha alcanzado y que gradualmente se va extendiendo a otras regiones del mundo. ¿No es este el verdadero triunfo de Occidente?

Otro síntoma de declive al que apunta Ferguson es la caída de la natalidad, particularmente visible en Europa, a la que considera incluso un factor de debilidad frente a la amenaza del islamismo radical. No parece sin embargo darse cuenta de hasta qué punto esa caída se está convirtiendo en un fenómeno mundial. Por sorprendente que pueda parecer, la tasa de fertilidad en el muy islamista Irán es hoy casi idéntica a la de Francia y Estados Unidos: en torno a dos hijos por mujer.