Image: Recuerdos de Gustav Mahler

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Ensayo

Recuerdos de Gustav Mahler

Alma Mahler

26 abril, 2007 02:00

Así vio Kokoshka a Alma Mahler en 1912

Trad. Isabel Hernández Acantilado, 2006 361 páginas. 20 euros

"The sea has many voices, many / gods and many voices" (T. S. Eliot). La música de Gustav Mahler, como el mar, posee muchas voces. Muchas voces y muchos dioses. En la obra mahleriana se descubre un panteón de compleja polifonía. Entretejida con la voz de los dioses se oye también -en sus principales registros- la voz de nuestra vulnerable condición.

Está el Buen Dios, el amado Dios, al que la niña de Urlicht, Luz originaria, invoca en la Sinfonía Resurrección. Está ese siniestro y cruel Dios de este mundo al que se refiere Yago en su terrible aria en el Otello de Giuseppe Verdi. Esa fuerza destructiva domina en algunos desgarrados movimientos intermedios de las sinfonías Quinta y Sexta: el Störmisch bewegt (Tormentoso) de aquélla, y el Scherzo de ésta; también en los movimientos medios de las dos últimas sinfonías: en el Rondó-burleske de la Novena, y en el (falsamente inocente) Purgatorio -o Infierno- de la Décima. Está también la Diosa del cielo, Mater gloriosa, en sus múltiples metamorfosis y encarnaciones: la divina, al final de la Octava sinfonía; la humana, en los temas segundos cantabiles del primer movimiento de la Cuarta y de la Sexta (éste último llamado tema Alma, dedicado a Alma Mahler).

Una de esas voces puede prevalecer en esta o aquella composición. La voz creyente se escucha, sobre todo, en las sinfonías Segunda y Octava. La voz quebrada y vulnerable, que asume la condición mortal, en la Quinta y la Sexta. Hay la voz divina; también la voz humana. Se oye la voz de la fe; así mismo puede oírse la voz del derrumbamiento heroico y trágico (sobre todo en la sexta sinfonía). O bien la voz amorosa (en los finales Adagio de la Tercera, de la Novena y de la Décima), o la voz que habla desde la precariedad y el abandono (en la canción La vida terrestre). Es posible encontrar también la voz humorística, gozosa de la vida, capaz de expresar alegría y plenitud en festejo y celebración compartida (así en el rondó final de la Séptima), o bien burla pedagógica sobre la naturaleza del contrapunto en un hilarante remedo de los movimientos finales del mejor Joseph Haydn (así en el rondó conclusivo de la Quinta). Se puede oír así mismo la voz que asume la naturaleza mortal, dando un giro solemne y épico a la primera marcha de la canción del tamborcillo desertor condenado a muerte, Der Tambourg´sell, así en la primera parte (dos movimientos) de la Quinta sinfonía. O la voz que se da cita final con la muerte en la despedida, movimiento culminante de La canción de la tierra. Der Tod, la muerte, siempre masculina en alemán, pronuncia en esa pieza su voz (quizá bajo la máscara del Amigo). Entre los infinitos trabajos sobre Gustav Mahler destaca la monumental biografía de Henry-Louis La Grange, Gustav Mahler, tanto en su edición francesa en tres tomos como en la traducción inglesa en cuatro tomos, con comentarios musicales de todas sus obras al final de los tomos respectivos. También las extraordinarias reflexiones, apuntes y anotaciones de Donald Mitchel, especialmente los volúmenes titulados Gustav Mahler, The Wunderhorn Years y Gustav Mahler, Songs and Symphonies of Life and Death. Así mismo, dentro del importante fondo de libros escritos por personas cercanas, el libro de Bruno Walter, Gustav Mahler, así como las reflexiones de Schünberg en El estilo y la idea. Y por supuesto el libro de T. W. Adorno, Mahler, así como sus ensayos incluidos en su libro Quasi una fantasía. Y mucho más material primario, secundario o terciario.

Pero del mismo modo como los evangelios y los proto-evangelios -judeocristianos, judeognósticos, eclesiásticos- postulan una originaria fuente "Q", que debe ser reconstruida, en el caso de Gustav Mahler disponemos del testimonio magnífico de su esposa, la gran mujer que fue Alma Mahler. Su escrito nos adentra en el conocimiento y reconocimiento de la vida íntima de este compositor, a la vez que trasluce en cada línea la personalidad excepcional de la esposa. Algunos analistas, como La Grange, han cuestionado el apego de otras exégesis a esa fuente primaria, o la han discutido en muchos puntos. Pero sigue siendo uno de los accesos prioritarios y privilegiados para acercarse al gran compositor del cambio de siglo y de la Viena anterior a la primera guerra mundial.

El libro se publicó en una fecha trágica para Viena y para Europa en su conjunto: 1939. Debido a su condición judía, el busto de Rodín sobre Mahler había sido retirado de la ópera de Viena. Su nombre se había borrado de la calle vienesa que se le había consagrado. Su música estaba prohibida.

La cuidada edición de Acantilado añade una correspondencia muy interesante y reveladora. Esta edición debe ser celebrada por todos los amantes de la música, y en particular por el numeroso colectivo, dentro del cual me encuentro, que acoge la música de Mahler como una de las aventuras artísticas y espirituales más grandes de la modernidad.

La última carta

He aquí un fragmento de la última carta de Mahler a Alma, escrita el 5-IX-1910 (el músico murió en mayo 1911): "Si no está a mi lado, al menos tengo que poder pensar en ella o escribirle. Almita... Si entonces me hubieras dejado me habría apagado como una antorcha que se queda sin oxígeno. ¿Cuándo vienes, corazón mío? ¿Y cómo estáis todas? [...] Tú sabes que soy fundamentalmente un colegial, pero una parte de padre de familia y de esposo, o como tú quieras denominarlo, ha pervivido en mí, ¡y quiere saber cómo están físicamente mi amada y mis amores! [...] A las cuatro tengo el segundo ensayo. ¡Cuánto te echo de menos, cuánto, cuánto!. Siempre tuyo, Gustav.