Image: Contra Cromagnon: nacionalismo, ciudadanía y democracia

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Ensayo

Contra Cromagnon: nacionalismo, ciudadanía y democracia

Félix Ovejero

1 marzo, 2007 01:00

Félix Ovejero. Foto: Archivo de F. Ovejero

Intervención Cultural (Viejo Topo, Montesinos, Papeles FIM). Barcelona, 284 págs, 19’50 e.

El nacionalismo soporta mal la crítica, hasta despreciarla como una agresión. Jordi Pujol acostumbraba a acusar a sus críticos de atacar a Cataluña, y era un moderado para lo que se estila en estos tiempos, cuando los dirigentes del PNV se han levantado frente a la justicia porque ha tenido la osadía de actuar contra el lehendakari Ibarretxe, quien es intocable para la mentalidad nacionalista. Tal intimidación política es el objetivo, aunque no único, del libro de Félix Ovejero, profesor universitario impulsor de Ciutadans de Catalunya (junto con Azúa, Boadella, Carreras, Espada…) y acostumbrado por ello a recibir embates del nacionalismo.Ovejero contempla el espectáculo nacionalista desde una posición intelectual de izquierdas (que tan poco tiene con el activismo izquierdista que presenciamos) y se sorprende cuando ve el hechizo que ejercen los nacionalistas sobre la izquierda: "La fascinación de la izquierda española con el nacionalismo es un misterio digno de investigación", porque "la más elemental reflexión impone" que "el nacionalismo es esencialmente reaccionario". Se entiende que Ovejero habla de la izquierda democrática porque hay una izquierda reaccionaria (que ha dejado un lastimoso rastro en la historia) del mismo modo que cabría admirarse del idilio de la derecha democrática con el nacionalismo. Esa alianza sería también un misterio en cuanto que conectaría dos estrategias opuestas: la defensa del derecho de todos y la defensa del derecho de unos pocos.

Más sorprende, si cabe, el error de creer que reconocer el derecho a defender ideas nacionalistas obliga a defender esas ideas. De ahí para Ovejero se deriva la "perversa maniobra chantajista del nacionalismo", que consiste en "vetar la posibilidad de que sea sometido a crítica". El resultado de este timo lo resume en una frase certera: "Se considera lícito criticar el socialismo, el liberalismo o el capitalismo, pero criticar al nacionalismo es como faltar a la madre".

Un argumento del libro muy interesante en este contexto es el que niega el derecho de secesión en una democracia, pues "en lo que atañe a la nación política todo será de todos sin que nadie pueda disponer de parte alguna". Sólo habría una razón para la separación, la injusticia, pero, por un lado, democracia es justicia y, por otro, la secesión es una injusticia contra la democracia: "si cada vez que una minoría no está de acuerdo con las decisiones políticas pudiera decir ‘nosotros nos vamos’, no habría democracia". El mismo derecho tendrían los que ven atacados sus privilegios económicos por la mayoría, con lo cual "las decisiones políticas quedarían al albur del poder negociador de los poderosos". Así queda definido el chantaje nacionalista, que se apoya además en la fuerza de los argumentos terroristas. Los razonamientos de Ovejero son más numerosos -insiste, por ejemplo, en la injusticia letal de la negociación de las fronteras y en los problemas de la multiplicación de los Estados-, para lo que utiliza también textos ya publicados, que demuestran, en todo caso, la homogeneidad y la solidez de su pensamiento.

Una observación final, que no empaña, no obstante, el valor del ensayo. Ovejero critica severamente el liberalismo y elogia grandemente el socialismo, pero habla de un liberalismo y de un socialismo que están en la historia y no se dan ya así en la actualidad. El liberalismo ha admitido correcciones y el socialismo se ha apropiado de soluciones liberales. Tampoco es plausible reivindicar un republicanismo que tenía fundamento en la historia de querellas contra el absolutismo. Es evidente que el autor se mueve en un plano teorético con espíritu académico, pero identificar hoy republicanismo con democracia conduce a muchos a la perplejidad, sobre todo a quienes han comprobado cómo la mejor y más larga democracia de la historia de España ocurre en una monarquía parlamentaria, tan ajena a la monarquía absolutista que el republicanismo combatía.