Image: Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos

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Ensayo

Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos

Jorge Herralde

9 noviembre, 2006 01:00

Jorge Herralde. Foto: Quique García

Anagrama. 2006. 357 páginas, 18 euros

La obra de un editor, se ha dicho alguna vez, es su catálogo. Y catálogos hay tan personales como la mejor obra literaria "de creación". Esta verdad, naturalmente, no rige (no del todo) para las editoriales que son meros apéndices de imperios mediáticos, pero parece el único fundamento posible de la labor de los editores "independientes", de aquellos que confían en su criterio para decidir la publicación de tales o cuales libros. Pueden equivocarse, claro. Pero lo que cuenta, aquí son los aciertos. Y Anagrama, la editorial que dirige Jorge Herralde desde 1969, cuenta en su haber con no pocos aciertos.

Quizá la intención de Herralde, al publicar estos textos, la mayoría surgidos de presentaciones, homenajes y demás compromisos aparejados al oficio de editor, no fuera compilar un memorial de éxitos. Pero además estas evocaciones constituyen un minucioso repaso de la trayectoria de Anagrama y un cumplido dietario profesional, intelectual y amistoso. Una especie de catálogo razonado en el que no sólo queda retratado su autor, sino también toda una época de la cultura española.

Porque, aunque Herralde se las arregla para infundir el gozo de la anédota y de la confidencia personal a la situación más protocolaria, los mejores textos de este libro son aquéllos en los que el autor escarba en su memoria sentimental. De ella surge, por ejemplo, la emotiva y bien documentada semblanza que hace del director de cine Joaquín Jordá, o el amablemente irónico retrato de Jesús Aguirre, duque de Alba. Todos estos personajes compartieron con el autor los tiempos difíciles (y divertidos y extremos) de la Barcelona de los 60 y primeros 70, los de la gauche divine, el compromiso político y los forcejeos con la dictadura. La evocación, en algún momento, reviste tintes elegíacos: tras aquel derroche de energías, muchos quedaron exhaustos, o desaparecieron, mientras otros escalaban puestos en el mundo empresarial, literario y político. "El conspirador tomó el poder", dice Herralde de Javier Pradera, aludiendo a la influyente posición de éste en "El País". Pero eso mismo podría decirse de muchos otros. Es decir, de los que no "se marcharon a la India o se refugiaron en la heroína", como afirma al intentar dilucidar el destino de toda una generación.

A tenor de lo que dicen estos textos, no hay cesura aparente entre este Herralde barcelonés y gauchiste y el que se codea con las grandes figuras de la edición internacional pujando por los derechos de publicación de algún figurón emergente. En algún momento creemos advertir, no obstante, un guiño irónico hacia la relatividad de todo lo que se ventila en este mundillo. Todo, parece decir el autor, forma parte de la misma aventura. Y lo que más llama la atención de libros como éste, heterogéneos y azarosos, es que lleguen más allá, al hacerlo, que muchos sesudos tratados escritos al efecto.