Image: Mi vida

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Ensayo

Mi vida

Marc Chagall

24 febrero, 2005 01:00

Marc Chagall. Foto: Archivo

Traducción de Martí Bassets. Acantilado. Barcelona, 2005. 224 páginas, 14 euros

"Esencialmente, yo nací muerto. Quisiera que los psicólogos no sacaran de ello consecuencias inconvenientes. ¡Por favor!" Así comienza Chagall estas memorias plagadas de tumbas y difuntos.

Como su hermanita Raquel, que se murió "porque comió carbón" y a la que tuvo que espantar las moscas durante el velatorio. No sé si los que aman al pintor Chagall por sus colores y su optimismo apreciarán estas páginas donde casi todo es sórdido y triste, aunque el autor hable de ello con ternura o con ironía... Mark Zakharovich Shagal nació en Vitebsk, Bielorrusia, en una familia judía pobre y numerosa. él mismo nos presenta a su padre, que se levantaba cada día a las seis para ir a la sinagoga; a su abuelo, que le enseñaba la Torah, y a su madre, que descubrió su talento para el dibujo. Habla de ellos y de muchos otros en un monólogo interior discontinuo, donde cada frase concluye en un punto y aparte. El relato encadena escenas, cuadros pintados con palabras, imágenes proyectadas en la pantalla de la memoria.

El joven Chagall se va a Petersburgo para ser artista, y anda de una academia a otra hasta dar en la que dirige el pomposo Lev Bakst. Sobrelleva una vida espantosa, en cuartuchos miserables, y termina en la cárcel por haber entrado en la capital sin permiso. En medio de todo eso, anota alguno de los sueños en que se inspira su pintura: "De repente, se abre el techo y un ser alado desciende con estrépito y rapidez. [...] Pienso: ¡un ángel! No puedo abrir los ojos, todo es deslumbrante." Pero el sueño de los sueños es París, el suceso más luminoso en la vida de Chagall. En 1910, instalado en "La Ruche", colmena de la bohemia, se hace amigo de poetas como Blaise Cendrars y Apollinaire, de los que habla con ternura, y de pintores como Soutine, Léger, Delaunay. Se deja influir por el cubismo pero sin abandonar su propio mundo, habitado ya por ángeles y gallos, violinistas y acróbatas, enamorados y vacas que vuelan.

En 1914, poco antes de estallar la guerra, el pintor vuelve a Rusia, donde se casa con su novia de siempre, Bella, y tiene una hija. Por muy duro que sea el ejército, no es aún lo peor; llegan los pogromos y un día, acosado por un grupo armado, Chagall niega ser judío para sobrevivir. Octubre es el hambre y los crímenes de la cheka, pero también el ministro Lunacharsky. Chagall es nombrado Comisario de Bellas Artes en Vitebsk y director de la academia local, de donde será expulsado por Malevich. Los bolcheviques le interrogan: "¿Por qué la vaca es verde y por qué el caballo sube al cielo, por qué?" Hasta que, en 1922, se da por vencido y se marcha de Rusia. Y es entonces, en el momento de abandonar su país para siempre (sólo volverá de visita al final de su larga vida) cuando escribe estas memorias marcadas por el resentimiento, pero también por una enorme nostalgia, la de quien deja atrás lo más doloroso y lo más esencial de su vida.