Image: Los mercaderes en el templo de la literatura

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Ensayo

Los mercaderes en el templo de la literatura

Germán Gullón

1 julio, 2004 02:00

Germán Gullón. Foto: Archivo

Caballo de Troya. Madrid, 2004. 251 páginas, 12’50 euros

Lo primero que nos llama la atención en este libro es el nombre del sello que lo publica, significativo porque pertenece al grupo Random House Mondadori, el auténtico protagonista de una obra ya famosa, La edición sin editores.

En ella, André Schiffrin, hijo del fundador de La Pléiade, relata el proceso de absorción por la multinacional de un sello de culto, Pantheon Books, finalmente desnaturalizado, que ha venido a representar la destrucción de los fundamentos culturales de la empresa en aras de la eficacia del mercado.

Si con frecuencia se denuncia como una de las limitaciones de nuestra sociedad literaria la ausencia de auténtico debate intelectual, el libro de Germán Gullón viene a agitar la placidez de las aguas muertas con un ensayo muy personal y de título provocativo. Pero a diferencia de Schiffrin, no achaca el futuro problemático de la Literatura exclusivamente al mercantilismo de las editoriales, ni tampoco a la inflación de lo que el mexicano Gabriel Zaid denominaba en su ensayo de 1996 Los demasiados libros. Germán Gullón aborda ambos aspectos y atribuye los males de la situación a todos los agente del sistema: escritores, editores, críticos, profesores, etc.

Ciertamente es difícil negarle autoridad para ello, pues en su personalidad confluye la mayoría de estos roles. Catedrático universitario en EE. UU., Holanda y España, autor de estudios literarios, el último El jardín interior de la burguesía: la novela moderna en España (1885-1902), Gullón ha ejercido la crítica en revistas académicas y suplementos literarios, ha sido jurado de los más importantes premios y ha publicado una novela y dos libros de relatos.

En cinco capítulos y unas conclusiones traza un panorama poco esperanzado y le obsesiona responderse a esta pregunta: "¿Qué hemos hecho los escritores, los críticos, los profesores, los lectores avezados, para suavizar el impacto del comercialismo culpable de tantos males?" (pág.16). En lo que se refiere a los primeros, les atribuye haberse convertido en meras marcas comerciales. Entre los críticos denuncia la rara presencia de juicios y personalidad propios, y una vergonzante sumisión a los dictados de los medios comunicativos y las editoriales, de modo que "nadie regula a los mercaderes que avasallan el Templo de la Literatura" (pág.104) por la renuncia generalizada al oficio de discriminar, de hacer la distinción, como reclamaba ya Raymond Federman en 1983, entre "libros y no libros". La Universidad, que ha creado su propia industria a costa de congresos y publicaciones obligadas por el carrerismo académico, ya no es la curadora del canon, y los editores no han hecho sino dejarse llevar por la terca tiranía de los beneficios.

Como resultado final, Gullón cree que después de la "Edad de la palabra" y la "Edad del libro", está feneciendo también la "Era de la Literatura", iniciada con el Romanticismo. Y no deja de encontrar responsabilidades intrínsecas a la propia creación literaria para explicar su declive actual. En particular, aduce que el Modernismo y las Vanguardias significaron un debilitamiento flagrante de los lazos entre el arte literario de una parte y la realidad o la vida de otra. En este sentido, Gullón, gran admirador de Galdós, parece resucitar las tesis de don Benito en "La sociedad presente como materia novelable", y critica que la estilización imaginística y formal de ciertos productos literarios nos haga pensar en "hasta cuándo podrá existir la novela de espaldas a la realidad" (pág. 211), cuando incluso la New York Times Review of Books ha disminuido el espacio de la ficción en favor de la historia o la biografía.