Gregorio Marañón en su despacho de Madrid. Foto: Rodrigo Mínguez

Gregorio Marañón en su despacho de Madrid. Foto: Rodrigo Mínguez

Letras

Gregorio Marañón Bertrán de Lis: "Necesitamos que los dos grandes partidos se centren y pacten con sentido de Estado"

El abogado, empresario y presidente del Teatro Real recopila en un libro sus artículos de prensa escritos entre 1982 y 2025, siempre en defensa de la moderación y del espíritu conciliador de la Transición.

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Nieto del ilustre doctor con el que comparte nombre de pila y primer apellido, desde muy joven Gregorio Marañón Bertrán de Lis (Madrid, 1942) fue “consciente de las ventajas y riesgos de esa posición” y decidió “neutralizarlas interiormente” para construir su propio camino, tomando como herencia, eso sí, “el liberalismo progresista” de su abuelo.

Su hoja de servicios en el mundo de la empresa y la cultura es extensísima. Licenciado en Derecho por la Complutense y formado en Alta Dirección por el IESE, fundó uno de los primeros despachos colectivos de abogados de España. Fue director general del Banco Urquijo y consejero de BBVA, de Argentaria y otras entidades financieras; dirigió Roche Farma y fue presidente de Logista; y actualmente preside Universal Music España, así como Air City Madrid Sur, el proyecto para construir un segundo aeropuerto en la región.

Además, es presidente de la Fundación Ortega-Marañón, presidente de honor de la Real Fundación de Toledo, miembro de varias reales academias, del patronato de algunas de las instituciones culturales españolas más importantes y preside desde 2008 el Teatro Real, al que ha catapultado hasta la cima de los teatros de ópera del mundo desde la más absoluta irrelevancia internacional.

Marañón ha ejercido un papel fundamental en la modernización de España —siempre en la sombra, aunque le han tentado varias veces para ejercer la política en primera línea— y tuvo una influencia determinante en el desarrollo de la Transición, y él encarna como nadie ese espíritu de consenso y esa voluntad conciliadora —actitudes hoy casi extintas— con las que se logró la democracia en nuestro país tras 40 años de dictadura. El mejor ejemplo de ello es que, cuando encontró entre los papeles de su madre una lista oficial con los nombres de los milicianos que asesinaron a su abuelo materno en 1936, decidió romperla.

De manera incansable, Marañón ha defendido en sus artículos en prensa —fue consejero de Prisa y columnista de El País durante décadas, doble función que ahora ejerce en EL ESPAÑOL— las virtudes de aquel periodo democratizador con una vocación pedagógica que hoy resulta más necesaria que nunca.

Gregorio Marañón en su despacho de Madrid. Foto: Rodrigo Mínguez

Gregorio Marañón en su despacho de Madrid. Foto: Rodrigo Mínguez

El motivo de esta entrevista es, precisamente, la publicación de Reflejos de mi tiempo (Galaxia Gutenberg), libro en el que recopila sus mejores textos periodísticos escritos desde 1982 hasta hoy. La mayoría tienen un contenido político, pero reúne también los que ha dedicado a la defensa del patrimonio histórico y cultural de Toledo, su ciudad adoptiva, varias crónicas de viajes y un interesante ramillete de perfiles biográficos, de sus abuelos a su amigo Mario Vargas Llosa.

Dos tótems del periodismo, Pedro J. Ramírez e Iñaki Gabilondo, son los autores de sendos prólogos en los que coinciden en ensalzar “la vocación conciliadora” de Marañón. El histórico periodista de El País y la SER lo define como “un experto en limar asperezas, reconstruir puentes, fabricar consensos y salir ileso de las batallas más feroces, las que libran los grandes poderes sin levantar la voz”. El exdirector de El Mundo y director de EL ESPAÑOL lo llama “genuino liberal” y “paladín de la Tercera España”.

"Yo creo en un camino marcado por tres cosas elementales: racionalidad, respeto y cultura"

Nos recibe Marañón en una serena tarde de finales de octubre en su lugar de trabajo, un chalet de El Viso, ese insólito remanso de paz junto al Auditorio Nacional en medio del caos de Madrid. Desde la amable bienvenida hasta una despedida en la que nos acompañará un buen trecho calle abajo, todo en él es cortesía, cercanía y calidez, superando con creces las expectativas generadas por la reputación que le precede.

Pregunta. Su vocación conciliadora es el principal rasgo que todo el mundo destaca de su personalidad. ¿Es algo innato en su carácter, o un propósito adquirido?

Respuesta. Supongo que también conforma mi personalidad, pero, ciertamente, forma parte de una cultura adquirida.

'Reflejos de mi tiempo', el libro de Gregorio Marañón que recopila sus artículos periodísticos. Foto: Rodrigo Mínguez

'Reflejos de mi tiempo', el libro de Gregorio Marañón que recopila sus artículos periodísticos. Foto: Rodrigo Mínguez

P. Además de su talante conciliador y dialogante, ¿qué otras cualidades hay que tener para, como dice Pedro J., “ser una figura que sin alzar nunca la voz ha conseguido marcar el tono de la modernización de España”?

R. Son palabras muy generosas de Pedro J. Yo añadiría que el propósito de modernizar nuestro país nace, naturalmente, de una determinada forma de ser y forma parte de una cultura.

P. Durante décadas ha ocupado posiciones clave en consejos de administración de grandes empresas (BBVA, Prisa, Logista) y fundaciones culturales. ¿Cuál es su filosofía de liderazgo y cómo ha logrado mantenerse en esas posiciones de influencia sin tener un protagonismo mediático excesivo?

R. El mejor liderazgo es el que los demás te reconocen naturalmente. Luego viene el adecuado ejercicio de los correspondientes deberes, la voluntad de formación de equipos. Yo nunca me he visto al frente de una tropa dando instrucciones y marcando el paso, sino sentándome con compañeros de aventuras y concordando cuál es el mejor camino a seguir entre todos.

Gregorio Marañón durante la entrevista. Foto: Rodrigo Mínguez

Gregorio Marañón durante la entrevista. Foto: Rodrigo Mínguez

P. ¿Se gobierna igual una empresa como Logista, Universal Music, el Teatro Real, una fundación o una cementera? Es imposible que una persona sea experta en tantos campos distintos. ¿Lo importante es saber rodearse de la gente más capaz en cada ámbito?

R. La condición humana siempre es la misma. Los problemas que se crean al formar o participar en un equipo son los mismos. En ese sentido, quien sabe hacerlo en el mundo del cemento sabrá hacerlo en el sanitario o la minería, por citar tres casos muy distintos.

"Creo imprescindible consensuar una reforma constitucional que cierre las cuestiones que la Constitución actual no abordó desde el principio"

P. Usted es un humanista que tiende puentes entre el mundo de la empresa y la cultura, pero algunos magnates y grandes dirigentes de hoy (con ese tándem Musk-Trump como mayor ejemplo) presumen de su zafiedad y su incultura. ¿Cómo hemos llegado a que el ciudadano de a pie simpatice con estos personajes? ¿Será por la poca importancia que se otorga a la cultura en la educación y en los medios de comunicación?

R. Como soy optimista, creo que esos puentes entre empresa y cultura se refuerzan día a día en las sociedades modernas. La zafiedad, el mal gusto, por muy protagonistas que sean quienes lo ostentan, constituye una excepción y no una regla generalizada. Si, además, presumen de su tara, tanto peor. Quienes son así y se comportan de esa manera pierden muchísimas oportunidades que, de otra manera, estarían a su alcance. Que personajes como Musk y Trump sean líderes responde a una enfermedad social que espero que sea pasajera. Yo creo en un camino marcado por tres cosas elementales: racionalidad, respeto y cultura.

Gregorio Marañón, retratado en su despacho. Foto: Rodrigo Mínguez

Gregorio Marañón, retratado en su despacho. Foto: Rodrigo Mínguez

P. Usted reivindica el espíritu de consenso de la Transición en la mayoría de sus artículos sobre política. ¿Por qué hoy resulta tan difícil establecer puentes en la política española?

R. No comprendo a quienes se empeñan en derruir puentes en vez de construirlos o repararlos, pero, evidentemente, hay quienes padecen de esa personalidad destructiva y debemos protegernos de ellos.

P. ¿Por qué una parte de la sociedad desprecia hoy el legado de la Transición? ¿Qué respondería a quienes afirman que fue un pacto de olvido o que dejó asuntos sin resolver?

R. El legado de la Transición ha caído, de alguna manera, en el olvido, en ese mismo olvido con el que se quiere borrar lo que antecede a la Transición, una terrible guerra civil y 40 años de dictadura. Esto se explica por diversas circunstancias, entre ellas la falta de una política de Educación adecuada y sostenible. España necesita, desde hace años, una Ley de Educación que se mantenga en vigor el tiempo necesario para arraigar.

Gregorio Marañón durante la entrevista. Foto: Rodrigo Mínguez

Gregorio Marañón durante la entrevista. Foto: Rodrigo Mínguez

P. A lo largo de los años, en sus artículos ha señalado claramente cuáles eran los mayores desafíos a los que nos enfrentábamos los españoles en cada momento. ¿Cuáles son los de hoy?

R. El primer problema que tenemos es claramente la polarización. Nos hablamos de una manera polarizada, nos entendemos de una manera polarizada y recordamos de una manera polarizada. Una gran parte de nuestra clase política lidera esa indeseable polarización de la vida pública, y no hay ninguna institución que ejerza un liderazgo social en sentido contrario. De ahí mi pesimismo al respecto.

"Estoy convencido de que el federalismo puede ser una buena solución para cerrar el modelo territorial de nuestro Estado"

P. ¿Cómo podríamos revertir esa situación?

R. Lo que haría falta es que las élites políticas, y cito también a la Jefatura del Estado, velaran por plantearle a la ciudadanía un modelo no polarizado.

P. ¿Quiere decir que Felipe VI debería liderar esa lucha contra la polarización?

R. No solo, pero sí creo que es la función de un jefe del Estado, igual que en Italia fue el presidente de la República el que empezó a introducir elementos de moderación a la hora de formar un nuevo gobierno.

P. ¿A qué otros retos políticos se enfrenta España?

R. Creo imprescindible consensuar una reforma constitucional que cierre las cuestiones que la Constitución actual no abordó desde el principio, como la referente a la territorialidad del Estado, y aborde las nuevas cuestiones que se han planteado en las últimas décadas.

P. ¿Por qué el centro político está condenado al fracaso en España y por qué es imposible un mayor entendimiento entre el PP y el PSOE?

R. No quiero creer que el centro esté inevitablemente condenado al fracaso. En todo caso, lo que necesitamos es que los dos grandes partidos se centren, de forma que puedan encontrarse y pactar con sentido de Estado. Nos bastaría con que sus dos líderes mantuvieran abiertos los cauces de diálogo y colaboración.

P. ¿Cree que el rechazo que la llamada memoria histórica despierta en algunos sectores de la sociedad se debe a que desde las instituciones se ha primado una visión que solo contempla a las víctimas del bando republicano y a los represaliados por el franquismo?

R. Nunca he comprendido el rechazo de la memoria histórica. Y sigo sin comprenderlo. Otra cosa es a qué llamamos memoria histórica. Yo creo que tenemos derecho a ella por la derecha y por la izquierda. Quien diga lo contrario está haciendo política absolutamente sectorial y partidista. Eso es clarísimo. La segunda cuestión que también hay que comprender es que la izquierda perdió la guerra civil y tuvimos una dictadura de 40 años de política de derechas. Pero cuando los señores que están en la izquierda objetan a la derecha que reivindique su propia memoria histórica, reverdece algo de lo que fue la tensión de la propia dictadura, hay que comprenderlo pero también hay que superarlo.

P. Usted se ha referido en sus artículos al excesivo peaje que el nacionalismo catalán impone al Gobierno. Precisamente Junts acaba de anunciar que deja de apoyar a Sánchez. ¿La solución a la enquistada relación el Estado con Cataluña es un rediseño completo del modelo territorial? ¿El federalismo es la mejor salida?

R. Al margen de determinados posicionamientos políticos, estoy convencido de que el federalismo —como lo tienen en Canadá y Alemania— puede ser una buena solución para cerrar el modelo territorial de nuestro Estado. ¡Que esta cuestión permanezca abierta, casi medio siglo después de aprobarse la Constitución de 1978, es un dislate! Habría que hacer una nueva Constitución que cerrase la cuestión territorial para que no esté aflorando día tras día.

P. ¿Cuántas veces le han tentado para entrar en política desde que se reinstauró la democracia? ¿Cree que ha sido un acierto ocupar siempre posiciones más discretas pero quizá más influyentes y decisivas para el devenir de nuestro país?

R. Tres o cuatro veces. Me interesa muchísimo la política, pero, sinceramente, mi vocación de servicio a nuestro país discurre por otros cauces.

P. Un viaje a Las Hurdes en compañía del rey Alfonso XIII fue determinante en la formación humana y en el compromiso de su abuelo hacia los más desfavorecidos. Usted, a su vez, participó en una campaña de alfabetización de la sierra de la Sagra en 1963 que le marcó profundamente. ¿En qué consistió aquella experiencia y qué huella dejó en usted?

R. En efecto, se trataba de la campaña de alfabetización que promovía el Servicio Universitario del Trabajo (SUT). Yo pasé mis casi tres meses del verano de 1963 en un cortijo de La Sagra, en la provincia de Granada. Tercer mundo absoluto; pleno campo y analfabetismo; sin luz eléctrica ni teléfono, ni agua corriente, ni cristales en las ventanas, ni cubiertos ni platos en la comida; enseñando a leer a los adultos. Experiencia imborrable. Era jefe de un grupo de cinco compañeros más, cada uno destacado en un lugar distinto. Me comunicaba con una moto que traje de Madrid. Algunos de los vínculos que establecí entonces perviven, incluso con habitantes del cortijo a los que enseñé a leer y escribir.

P. Su padre fue una figura relevante durante el franquismo, mientras que su abuelo fue un liberal republicano que se exilió. ¿Cómo gestionó en su juventud esa aparente contradicción familiar y cómo influyó en su propia evolución ideológica?

R. Desde mi ingreso en la Facultad de Derecho, cuando tenía 16 años, opté por el liberalismo progresista de mi abuelo. Fue una decisión instantánea que me resultó muy fácil. Las consecuencias han sido decisivas en mi vida.

P. Usted perteneció al grupo Tácito, fue fundador de Cuadernos para el Diálogo y militó en Izquierda Democrática. ¿Cómo recuerda aquellos años de oposición al franquismo desde posiciones democristianas? ¿Qué riesgos personales asumió?

R. Yo vivía en casa de mis padres y la policía vino un día a detenerme cuando cursaba 3.º de Derecho. Afortunadamente, en aquel momento yo no estaba, pero aquello provocó una bronca terrible con mi padre. Fue la última vez que hablamos de política durante años.

P. Ha vivido de cerca toda la Transición, desde los despachos del Banco Urquijo hasta la fundación de El País. ¿Cuál fue el momento más crítico de aquel proceso y qué decisiones considera que fueron determinantes para su éxito?

R. Desde luego, el momento más crítico fue cuando el Golpe de Estado de Tejero. Permanecimos hasta muy entrada la noche en el Banco Urquijo, conectadísimos a la SER, que era una sociedad filial del propio Banco. También teníamos información de La Zarzuela. Me acordaré siempre de un diputado de Lérida que entró en el banco pidiéndonos refugio que, naturalmente, le dimos.

P. El Teatro Real sobrevivió a la crisis de 2008 con una reducción del 50% de las subvenciones públicas sin endeudarse ni reducir actividad. ¿Cuál es el secreto de ese modelo de gestión y puede replicarse en otras instituciones culturales españolas?

R. El modelo del Teatro Real es, ciertamente, único entre las óperas europeas. Ante todo, por su independencia de los presupuestos públicos, que solo financian el 30 % de los ingresos totales. Y, finalmente, por el éxito de su programación artística y de su proyección internacional con géneros, como el flamenco, que van más allá de la lírica tradicional.

P. Como presidente del Teatro Real, su mayor acto de valentía fue contratar a Gerard Mortier, cuyo vanguardismo irritó al sector más conservador del público, aunque durante aquellos años se consiguió aumentar el prestigio internacional del Real. ¿Tuvo que afrontar muchas críticas por aquella decisión?

R. La contratación de Gerard Mortier al cesar en su puesto de director general de la Ópera de París me pareció que era lo que procedía. Él mejoró notablemente los cuerpos estables, esto es, orquesta y coro, y, al mismo tiempo, ofreció al Teatro Real una proyección internacional de la que carecía. Ciertamente tenía un carácter polémico y concitó muchas críticas, que fueron amainando con el paso del tiempo.

P. Durante su mandato como presidente del Teatro Real, este se ha situado entre los teatros de ópera más importantes del mundo, ganando incluso el International Award en 2021. Alcanzada esa máxima distinción, ¿qué objetivos o desafíos tiene hoy el Real por delante?

R. Consolidar lo conseguido y seguir mejorando en todos los ámbitos. Por ejemplo, creo que este año podremos lograr un reconocimiento muy relevante por la autosuficiencia energética lograda con la instalación fotovoltaica realizada en la azotea de nuestro edificio. Es el único monumento nacional con esa calificación energética.

P. En el libro detalla los hechos que llevaron a su salida de Prisa, pero ¿usted llegó a entender los motivos de Cebrián para aquel desencuentro? ¿Cree que a Cebrián le cegó su afán de mantener una posición de poder dentro de El País?

R. Con el tiempo sí comprendí la motivación de Juan Luis Cebrián, y, con el mayor respeto, creo que se equivocó al realizar aquel planteamiento, dejándose influir por quienes no debía.

P. ¿Cómo valora su actual relación con EL ESPAÑOL, tanto en el consejo de administración y como columnista?

R. Estar participando en la trayectoria de EL ESPAÑOL, que ha establecido un valioso liderazgo en el ámbito de la prensa digital, constituye una experiencia tan interesante como gratificante.

P. ¿Piensa seguir al pie del cañón en todos los frentes mientras tenga salud y fuerza para ello o contempla una progresiva retirada de tantas responsabilidades como las que ejerce actualmente para disfrutar de un merecido descanso en su cigarral toledano?

R. Por supuesto, mientras esté en condiciones para trabajar con normalidad, seguiré haciéndolo siempre que me interese el proyecto. Afortunadamente, en estos momentos casi todo lo que tengo entre manos más que interesarme, me apasiona.