Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz

Letras

Carolina Yuste debuta en la novela: "Las chonis de los 2000 también podemos hacer filosofía"

El Cultural habla con la intérprete extremeña de 'Toda mi violencia es tuya', una novela corporal sobre la herida y la resistencia, la ira y la explosión, la violencia y la ternura.

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Es un día cualquiera en la capital y Carolina Yuste (Badajoz, 1991) observa el verde fosforito que recubre las páginas iniciales de su primer libro, Toda mi violencia es tuya (Barret). Parecido a ese verde intenso es el tono de sus gafas de sol, el de los parques de Madrid-Río por los que la actriz pasea despreocupada y, según ella, el de su querida "Badahó".

Minutos antes de su entrevista con El Cultural a la reciente ganadora del Goya a mejor actriz protagonista por La Infiltrada le llega la noticia. Yuste acaba de recibir la Medalla de Extremadura y su teléfono no deja de sonar. Nada nuevo para ella. En los últimos años ha trabajado en películas como Chinas, Saben aquell, Girasoles silvestres y el primer largometraje de Arantxa Echevarría, Carmen y Lola —obra por la que consiguió el Goya a mejor actriz de reparto en 2019—.

Cada vez que la extremeña pisa un plató o un escenario su carisma y personalidad lo desbordan todo. Algo similar ocurre en las páginas de su "novela filosófica-choni", que se ambienta en Badajoz durante la década de los 2000. En ella, como en su conversación con El Cultural, Carolina Yuste elabora un relato físico sobre el dolor y la resistencia, la ira y la explosión, la violencia y la ternura. Una ficción sobre las heridas del cuerpo y el entorno, esas que viven más allá de una generación y que nos hacen ser quienes somos.

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Pregunta. ¿Dónde se siente más en casa?

Respuesta. En Madrid me siento en casa porque está mi círculo y la gente a la que he ido eligiendo en la vida. Lo que yo llamo mi tribu, mi familia. Pero donde más en casa estoy es en Badahó. Y últimamente también en Cádiz porque toda mi familia materna es de allí. Este verano he ido un par de veces y he vuelto a reconectar. Pero, sin duda, la casa de mi madre o de mi padre en Badahó.

P. ¿Cómo es un día en Badahó?

R. A ver, pues mira, depende. Si estoy en casa de mi madre, me levanto y por la mañana me gusta hacer algo de deporte. Mi madre vive en el campo, allí está mi gato con las gallinas, ella se pone a regar el huerto y yo me relajo. Ya está, vivo. Voy a comer con mi madre o a casa de mi padre. Luego, me voy a ver a mi Catalina, la hija de mi prima Ana, que acaba de nacer. Va a hacer un año ahora en agosto y es donde me apetece estar. Es como el ritual.

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz

P. ¿Es en esos momentos donde baja el ritmo cuando surge el libro?

R. Esta idea la tengo desde hace un montón de años, pero un montón. Siempre la pensé como un guion para una película. Lo que pasa es que solo pensaba en una de las partes, la de la protagonista con 15 años. Y al empezar a escribirla me salió esa otra historia, en la que el mismo personaje tiene 30. Ahí comencé a necesitar la palabra. En 2019, más o menos, fue cuando empecé a desarrollar la idea y a escribir, pero el casi todo el trabajo lo he elaborado, sobre todo, en los últimos cuatro años.

Porque hay mucha furia y la venero. Pero también hay muchísima ternura, muchísima

P. En la contraportada define el libro como una novela filosófica-choni, leyéndolo parece más bien una autobiografía, tiene un poco de esa rebeldía, de plasmar una parte de usted.

R. Me he dado cuenta de una cosa respecto a la filosofía-choni conforme he ido haciendo entrevistas. Para mí es un concepto, no una reivindicación de lo que soy. No todo el mundo lo entiende así.

»Cuando hablamos de filosofía y tenemos conversaciones sobre el ser y el universo, relegamos el tema a un tipo de intelectualidad. Por eso yo le pongo el choni detrás, para bajarlo a tierra, para entender que las que fuimos chonis en los 2000 también podemos hacer filosofía a partir de ese tipo de estética y forma de entender la vida.

»A eso es a lo que yo llamo novela filosófica-choni. Pero no es porque yo quiera hacer un alegato y una reivindicación de chonismo, yo soy muchas más cosas también. Y lo de autobiográfico... No es una novela autobiográfica, pero no deja de ser algo que me pertenece por una cuestión generacional y de existencia en el mundo.

P. En el libro dice que ser adolescente en los 2000 no era una cosa muy fácil. ¿Cree que los jóvenes de ahora pueden sentirse conectados con lo que pasaba entonces?

R. Sí, sí, seguro, segurísimo. No deja de ser una herida que nos ha atravesado a todos en todos los aspectos.

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz.

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz.

P. ¿Cómo ha ido cambiando la herida que supura el libro a medida que escribía? El estilo es muchas veces como el flujo del pensamiento, supongo que esto también habrá levantado ciertas postillas.

R. Claro, para mí es eso. Me sorprende mucho cuando la gente se queda con los 2000, los 2000. Y digo: "hostia, para mí no es eso, para nada". Ha sido un ejercicio de reflexión, que tiene que ver con las preguntas que yo me hago, con las cosas que yo veo. Intentar entrar dentro de la herida para comprenderla. Por eso, la forma de escribir no te lleva, necesariamente, a un tipo de entendimiento racional. Muchas veces tiene que ver con un tempo o con cómo las recibes en el cuerpo. Es muy físico.

»Ahí es cuando digo que no dejo de ser yo. Al final, me invento una narrativa, construyo un imaginario y una ficción para hacerme preguntas sobre lo que es el ser para mí, sobre lo que es vivir en este mundo, sobre lo que es atravesar las violencias y las ternuras. Porque hay mucha furia y la venero. Pero también hay muchísima ternura, muchísima.

P. ¿Qué es más importante: la ternura o la violencia?

R. Para mi es lo mismo, parte del mismo sitio. De eso que yo llamo la herida iniciática, que podemos tener todas las personas, esa herida que nos constituye de alguna manera. De ese mismo punto nace la ternura más grande, el amor más incondicional y la rabia más extrema.

Que la opción para poder estar bien contigo misma y existir, sea odiarte tanto que no te guste lo que eres ni lo que ves, es super peligroso.

P. ¿La violencia se responde con más violencia?

R. No puede ser, porque es un bucle infinito. No termina.

P. En el libro también habla del cuerpo, de la violencia contra una misma. ¿Cree que el mundo de ahora es más amable en ese sentido?

R. No, no. De hecho, el otro día leía y escuchaba que los retoques estéticos de mujeres han aumentado como un 200%. Que chavalas super jóvenes, e incluso menores de edad, están empezando a hacerse cosas. A mí me parece un acto muy violento, sobre todo por el porqué. Yo entiendo que salir al mundo y contar lo que eres es muy difícil, hay mucha violencia que se recibe por eso. A veces, necesitamos pasar por aros para poder respirar un poco; ahora bien, tomar eso como el camino, me parece muy peligroso.

»Que la opción para poder estar bien contigo misma y existir sea odiarte tanto que no te guste lo que eres ni lo que ves, es super peligroso. Yo tengo una hermana de 17 años y me niego totalmente a que pase por eso. Además el otro día no sé a quién le escuchaba o dónde leía que si las mujeres estuviéramos a gusto con nosotras mismas habría millones de empresas que estarían arruinadas. Ya solo por eso deberíamos hacerlo.

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz.

Carolina Yuste. Foto: Nieves Díaz.

P. ¿Está a gusto consigo misma?

R. Cada día hago un trabajo enorme porque así sea. Cada vez más. Y, la verdad, no puedo negar que nos miramos como nos miramos y que hemos aprendido a vernos de una manera de mierda. Siempre tenemos dentro un ojo censor que nos está machacando. Yo no estoy libre de eso para nada. Lo que pasa es que cada vez me gusta más el ser humano que estoy intentando trabajar.

Que no podamos vivir en un piso digno ¿no es violencia? Sí, claro, es super violento

P. En la novela también se trata el tema de la masculinidad, de este monopolio de la violencia ¿Cómo interactúan las masculinidades con los ejercicios de resistencia?

R. La verdad es que no lo sé. Yo intento constantemente hacer un ejercicio de compasión. No siempre me sale porque a veces, más que compasión, te apetece otra cosa. Trato de integrar mi propia violencia y preguntarme que cómo no voy a estar enfadada. Está la típica frase que odio con todas mis fuerzas: como pierdas las formas pierdes la razón. Y digo: "mira, no". Tú estás manipulándome con unas palabras divinas y con unas eses perfectas y yo acabo de explotar, no acabo de perder la razón.

»Estoy hablando de cosas muy concretas. Todo el mundo sabe que los actos de violencia extrema son una puta mierda. Hay muchos tipos de violencia, y hay unas que están mucho más aceptadas socialmente que otras. Por ejemplo, que haya gente durmiendo en la calle es super violento, pero ahí está. Pasamos por delante y no sucede nada. Que no podamos vivir en un piso digno, ¿no es violencia? Sí, claro, es super violento. O bueno, lo que muchas sabemos, las miradas que recibimos en ocasiones también son violentas.

»Pero claro, de repente una explota y tira las llaves al suelo y eso está mal. Claro que no está bien, ojalá fuese todo de otra manera. Ojalá aprendamos a gestionarlo todo tanto que podamos comunicarnos mucho mejor.