Estampas de la vida de la editora Beatriz de Moura. Diseño: Rubén Vique

Estampas de la vida de la editora Beatriz de Moura. Diseño: Rubén Vique

Letras

Beatriz de Moura: la estrella de Bocaccio, convertida en la editora más curiosa

Culta y libérrima, entendió la edición como una aventura cultural excepcional. Carlota Álvarez reivindica su trayectoria en 'Una curiosidad sin barreras'.

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Resulta imposible comprender cómo a finales de los años 60 Barcelona se convirtió en el corazón cultural de la España más moderna y audaz sin reivindicar a escritoras como Rosa Regás, Carme Riera, Cristina Fernández Cubas y Ana María Moix, a la superagente Carmen Balcells y a editoras como Esther Tusquets y la siempre asombrosa Beatriz de Moura. Ahora Carlota Álvarez reivindica la trayectoria de esta última en Una curiosidad sin barreras.

Una curiosidad sin barreras

Carlota Álvarez Maylín

Tusquets, 2025. 368 páginas. 22 €

Rebelde desde la cuna, De Moura (Río de Janeiro, 1939) nació en el seno de una familia de terratenientes. Su padre, Altamir, era diplomático y fue destinado en 1940 a Ecuador, donde la niña aprendió español, para pasar, tras la Segunda Guerra Mundial, por Argelia, el Vaticano y Chile.

En Valparaíso sufrió su primera gran tragedia: Elsa, su hermana mayor, que padecía una epilepsia incurable, se suicidó a los veinte años. Y Beatriz, inexistente hasta ese momento para sus padres, fue redescubierta por ellos. "Solo entonces empecé a sentir el peso de una madre a la que siempre sentí como una enemiga".

Afortunadamente, encontró refugio en los libros y la lectura. Más que leer, devoró a Flaubert, Victor Hugo, Voltaire y Baudelaire, aunque sus favoritos serían siempre Stendhal y Albert Camus. "Quería leerlo todo, de modo que leí de la manera más caótica", diría más tarde. Porque, aunque en aquella época soñaba con ser actriz o bailarina, siempre tuvo claro que viviría entre libros.

En 1956, el padre de la futura editora fue nombrado cónsul general de Brasil en Barcelona. Beatriz tenía 17 años y encontró la ciudad "gris, silenciosa, esquiva". Dadas las derivas fascistas de la universidad española, su padre le prohibió cursar estudios superiores. Sin embargo, tres años después decidió matricularse en la Escuela de Traductores e Interpretes de Ginebra, ya que gracias al trabajo paterno hablaba castellano, inglés, francés, italiano y portugués, siendo el español su lengua de pensamiento.

Al tiempo, rompió con su familia, que le retiró su apoyo económico por negarse a aceptar una vida convencional y por sus actividades antifranquistas. Al parecer, aprovechaba su pasaporte diplomático para pasar clandestinamente ejemplares de Mundo obrero a un lado y otro de la frontera. Finalmente, cuando su familia abandonó España se instaló en Barcelona. Era 1962 y se sentía sin raíces: "Si pertenezco a algún ámbito, es al Mediterráneo, a su luz, a su clima, a su cultura".

Ya en Barcelona, trabajó como traductora para Gili, Salvat y Lumen. A Óscar Tusquets, codirector de Lumen con su hermana Esther, lo conoció en 1963. El editor, estudiante de último curso en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, quedó fascinado y, tras ser pareja de hecho, se casaron contra los deseos de ella.

Mientras, siguió trabajando para Lumen ya a tiempo completo, y cuando Esther Tusquets puso en marcha su colección más literaria, Palabra en el tiempo, se convirtió en su más eficaz y difícil colaboradora. En Lumen, Beatriz de Moura aprendió todo lo necesario sobre el funcionamiento interno de una editorial literaria, a tratar con autores, con editores, a negociar... También publicó su primera y única novela autobiográfica, Suma (1974).

Mientras gozaba los días con los libros, las noches, interminables, eran una fiesta en Bocaccio y otros escenarios de esa gauche divine que estaba transformando la ciudad. Allí brillaba aún más De Moura, de la que se decía que era "la mujer más guapa, inteligente, divertida y simpática del mundo cultural barcelonés".

Según su biógrafa, De Moura quiso aportar elementos para un debate vivo en el terreno de la cultura y de las ideas

En realidad destacaba tanto que tuvo que abandonar Lumen y crear Tusquets Editorial con Óscar, al principio con dos colecciones revolucionarias; Cuadernos ínfimos y Cuadernos Marginales, que tuvieron graves problemas con la censura. Después vendrían colecciones míticas como La Sonrisa Vertical, Metatemas, Andanzas y Tiempo de Memoria.

Armada desde el principio de una invencible curiosidad e intuición, De Moura quiso, según explica Carlota Álvarez en su libro, reivindicar las vanguardias, malditas o no; aportar elementos para un debate vivo en el terreno de la cultura y de las ideas, mediante textos refractarios a las ortodoxias, y publicar la narrativa de autores noveles españoles e hispanoamericanos.

A finales de los 70 comenzó la etapa de consolidación definitiva de la editorial, con la incorporación, profesional y sentimental, de Antonio López Lamadrid, que permitió a la editora desentenderse de la economía de la empresa y centrarse en la edición. Sus logros compartidos mueven al asombro.

Esquivando a menudo a los más feroces agentes literarios, creó un catálogo más elocuente que cualquier biografía y que habla además de la complicidad con Kundera, Duras, Annie Ernaux, Bataille, Murakami, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Sergio Pitol, Luis Sepúlveda, Almudena Grandes, Luis Landero, Fernando Aramburu, Castilla del Pino... La relación es interminable, como la devoción de los autores ante el trato familiar de Beatriz, de Toni y de Juan Cerezo, actual editor del sello.

La muerte en 2009 de López Lamadrid impulsó a la editora a asegurar la pervivencia de Tusquets, que en 2012 pasó a formar parte del grupo Planeta. Cinco años después, donaba su archivo personal a la Biblioteca Nacional y muy sigilosamente se retiraba, quizá para seguir bailando en Bocaccio, definitivamente perdida en los laberintos de su memoria.