Hanif Kureishi. Foto: Klef Kureishi

Hanif Kureishi. Foto: Klef Kureishi

Letras

'A pedazos', de Hanif Kureishi: la tragedia de un hombre paralizado, una voz viva en un cuerpo roto

El escritor, postrado como un vegetal en una cama de hospital, se aferra a la escritura y dicta a sus hijos y a su pareja el relato de su caída al abismo.

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En este texto autobiográfico y testimonial de Hanif Kureishi (Londres, 1954), el escritor postrado como un vegetal en una cama de hospital declara: "Vivir esta vida es aún más difícil si a uno le da apuro que lo manoseen, si tiene un exceso de dignidad o teme ser humillado. Yo ya estoy humillado. Viene de muy lejos".

A pedazos

Hanif Kureishi

Traducción de de Mauricio Bach
Anagrama, 2025
255 páginas. 20,90 €

El novelista, dramaturgo, realizador y guionista británico de origen paquistaní, el autor tildado en el Reino Unido de "terrorista verbal", el rebelde de los suburbios londinenses que sufrió en su juventud de mediados de los sesenta el racista deporte de "hay que golpear a los pakis", fue el vitriólico guionista de la rompedora y premiada internacionalmente Mi hermosa lavandería (1985), película dirigida por Stephen Frears.

La historia de un muchacho paquistaní gay que regenta una lavandería con su pareja, un tipo punk inglés, quebró las barreras de una generación de asiáticos británicos; les ayudó a descubrir su identidad en una sociedad que era también la suya, aunque permanecían rechazados y ocultos en barrios con violenta tensión racial. Kureishi fue ganador del Premio Whitbread en 1990 a la mejor primera novela, por El buda de los suburbios.

Retrató a los paquistaníes británicos con los mismos defectos y virtudes de cualquier otro ciudadano del mundo. Eso le costó dramas familiares y acusaciones de ciertos activistas de contribuir a los prejuicios raciales. Los conservadores paquistaníes y angloindios no aceptaban un joven paquistaní homosexual. En la salida de algunos cines norteamericanos en el estreno de Mi hermosa lavandería se alzaban pancartas de "no gays en Pakistán".

A pedazos afronta la tragedia de un hombre paralizado por entero. Hanif Kureishi estaba de vacaciones en Roma con su pareja, la italiana Isabella d’Amico, en la Navidad de 2022, cuando sufrió un desvanecimiento y una catastrófica caída que le llevó a quedarse tetrapléjico. Sin poder mover ninguna de sus extremidades, sólo podía utilizar la voz. A los pocos días de sufrir el terrible accidente empezó a dictar esta especie de "diario postraumático" en un hospital romano.

Estas memorias se mueven entre una comedia de los horrores y el relato de un naufragio vital

Su situación a priori resulta espeluznante, pero Kureishi rescata un adormecido blog, The Kureishi chronicles, se aferra a la balsa de la escritura, antes que hundirse, y dicta, casi día tras día, a sus hijos y a su pareja, el relato de su caída al abismo. Más tarde los textos fueron editados y reunidos en este libro, una meditación sobre la discapacidad severa con una mente en constante movimiento.

Kureishi, paralizado, verbaliza todo lo que se le pasa por la cabeza, no hay filtro ni recato físico: de la furia a la aceptación humorística de un cuerpo a pedazos, de las reflexiones lúcidas a los enemas para sus evacuaciones, estas memorias fragmentadas, de una intimidad realista y sin autocompasión, se mueven entre una comedia de los horrores y el relato de un naufragio vital inesperado.

Kureishi tiene en ese momento 68 años, tres hijos que le apoyan, una exmujer atenta, una compañera que le anima, amigos solidarios y mucho éxito tras de sí. Pero comprender que depende por completo de los demás para absolutamente todo le produce momentos de frustración, y, al mismo tiempo recibe, con una especie de narcisismo infantil, el amor que le llega de todas las personas que le rodean. Siente que la parálisis no le ha robado su capacidad para ser creativo y no ahorrará al público pensamientos agradecidos, pero también escenas escatológicas, que relatará con una ironía desvergonzada.

Durante un año –la primera nota es del 7 de enero de 2023 y la última, ya instalado en su adaptada casa de Londres, del 26 de diciembre de 2023– su cuerpo malogrado recorrerá cinco hospitales: el Gemelli y el Santa Lucía, en Roma, el Chelsea and Westminster y el hospital Charing Cross, de Londres, y el Royal National orthopedic de Stanmore, a dieciocho kilometros de la capital británica.

La ficción sobre las enfermedades tiene carta de naturaleza desde tiempo inmemorial en la literatura. La melancolía, asociada a los temperamentos artísticos, se adelantó al autoanálisis de las enfermedades mentales, que después de Freud y el psicoanálisis se convirtió en temática literaria recurrente. En los últimos años se han desarrollado numerosos congresos relacionados con literatura y enfermedad.

Aquí recordamos uno de los libros biográficos más impresionantes de los últimos tiempos, El colgajo (Anagrama) del francés Philippe Lançon, superviviente real de un atentado islamista, un recorrido fisiológico por la carne destruida. También desgarradora es la novela de la Premio Nobel surcoreana Han Kang, La vegetariana (Random House), el proceso de una desconexión entre cuerpo y mente.

La angustia de los personajes de ambos libros en el devenir de su enfermedad nos resulta más dramática y dolorosa que los diarios de Kureishi, que tienen la intención de aligerar el drama para el público y de reírse de sí mismo. "Debo seguir tomándome a broma todo esto; no hay más remedio, porque no soy ni un estoico ni un valiente, no estoy haciendo nada que se salga de lo normal, soy una víctima del destino", leemos.

Hablará en algunos de sus fragmentos de ese azar aterrador que le puede llegar a cualquiera para cambiar su vida para siempre. Pero entre las reflexiones de Kureishi están las dedicadas al amor y a la amistad. Sus compañeros de hospital, su amiga médica, los doctores italianos, los fisios, los enfermeros y enfermeras, los viejos amigos que se turnan para pasar horas con él, sus hijos, su pareja, cada personaje está contemplado con la ternura y la gratitud de alguien que ha sido salvado de las tinieblas gracias a todos ellos.

Hará una larga lista de agradecimientos al final del libro con los nombres de familiares, amigos, equipos médicos, fisioterapeutas y cuidadores. Inmovilizado en una cama, el universo de Hanif Kureishi se agranda con infinidad de personas de su pasado y de su presente.

Opiniones sobre la creatividad y lo políticamente correcto en nuestros días, sobre el humor libre, la sexualidad, sobre su extraña orgía de Ámsterdam, la identidad racial, sobrevuelan un libro que no fue pensado para cuidarlo estilísticamente, sino para expresar la verdad a quemarropa, como un diario de guerra, o una carta disparatada a un amigo íntimo a quien se le puede contar lo más oscuro, lo más secreto de la carne devastada.

"Lo que he escrito en el hospital, dictándoselo a Carlo y a mi familia, me ha mantenido vivo. Quiero seguir adelante. A menudo me hundo en la desesperación, pero no siento ningún deseo de morirme. Algo nuevo tiene que nacer de todo este horror", dice Kureishi, aceptando que surgirá en él una nueva identidad, "como minusválido, algo para lo que todavía no estoy preparado", añade.