El poeta Boris Pasternak y el dirigente soviético Josef Stalin

El poeta Boris Pasternak y el dirigente soviético Josef Stalin

Letras

Pasternak, el poeta que "hablaba con Stalin como si hablara contigo": el enigma de una breve llamada

Ismail Kadaré, eterno candidato al Nobel, escudriña los pormenores de la conversación telefónica entre el dirigente soviético y el poeta ruso en 1934.

8 enero, 2024 02:29

Ismail Kadaré (Gjirokastra, 1936) es uno de esos nombres que suenan año tras año entre los candidatos al Premio Nobel de Literatura. El escritor más internacional de Albania, Premio Man Booker International 2005 y Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2009, ha sido traducido a más de cuarenta lenguas y muchas de sus obras inciden con lucidez en el talón de Aquiles de los regímenes totalitarios. Sus novelas denuncian la vida claustrofóbica y el pánico cotidiano en las sociedades comunistas, pero son mucho más que textos de denuncia política.

Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak

Ismail Kadaré

Traducción de María Roces González. Alianza, 2023. 150 páginas. 18,50 €

Comparado en ocasiones con Milan Kundera, comparte con el escritor checo un modo de poner los dilemas del individuo en el centro de una sociedad implacable donde las directrices políticas prevalecerán sobre los movimientos individuales, trastornando las vidas y los deseos particulares.

En El Palacio de los Sueños, considerada como su obra maestra, Kadaré denunció el régimen burocrático y autoritario albanés, creando una distopía kafkiana, cuyas entrañas burocráticas ocultaban los abismos del terror amenazante contra los ciudadanos. Su compromiso político y su posición crítica con el régimen comunista albanés le llevó en los años noventa a exiliarse en Francia.

Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak da vueltas alrededor de un mínimo episodio: una conversación telefónica entre Stalin y Boris Pasternak en junio de 1934. El tirano y el artista que años más tarde alumbraría Doctor Zhivago cruzaron unas pocas frases a propósito del gran poeta ruso Ósip Mandelshtam, arrestado un mes antes por escribir un poema contra Stalin, a quien bautizaba como “el montañés del Kremlin”.

Aquí la estrategia narrativa de Kadaré se nutre de su propia experiencia moscovita, cuando estudiaba en el Instituto de Literatura Gorki de Moscú; desentraña la lectura de documentos existentes sobre esa llamada mítica; introduce sus reflexiones sobre los intelectuales y sus relaciones con el poder comunista. En suma, una suerte de digresiones siempre interesantes, cargadas de referencias literarias, en las que aparecen Dostoievski, Anna Ajmátova, a la que Kadaré no parece tener gran simpatía, Olga Ivínskaya, amante de Pasternak, Boris Shklovskii, o los escritores albaneses Fan Noli y Lasgush Poradeci.

[Ismaíl Kadaré en un café de París]

El narrador, que es el propio Kadaré, parece querer resolver el enigma de las palabras que se cruzaron “el artista” y “el tirano”. Las noticias sobre ese breve diálogo, son conocidas y al mismo tiempo sin esclarecer del todo. A lo largo de los años surgieron divergencias, intrigas, incertidumbres, delaciones, personajes inverosímiles, calumnias de unos y de otros.

Las preguntas fueron formando un galimatías que el escritor albanés hace como que quiere resolver, pero en realidad echa más leña al fuego, añadiendo datos, interpretaciones, personajes secundarios, hasta armar un rompecabezas gigante de un instante de tres minutos. ¿Fue Pasternak un traidor que empujó a la muerte a su colega Mandelstam, fallecido cuatro años más tarde, deportado en un campo cercano a Vladivostok? ¿Todos los rumores de aquel episodio crecieron para denostar aún más la figura de Pasternak, cuyo Doctor Zhivago se publicó en Italia, y a quién la Unión Soviética impidió recibir el Premio Nobel de 1958?

Kadaré no resuelve el misterio, pero nos desvela un mundo de traiciones, terror político y arenas movedizas

Conviene recordar que en octubre de 1958, en el pleno del Comité Central de la Unión de las Juventudes Comunistas, se desacreditó a Pasternak ante catorce mil personas, entre las que se encontraban Jrushchov y otros dirigentes políticos. La impresión es que Kadaré tampoco está seguro de que aquella conversación desencadenara el fin de Mandelshtam.

Tal como se nos cuenta, estamos ante un laberinto con muchas puertas. Trece para ser exactos. Las trece versiones de aquella conversación de tres minutos que Kadaré aporta para hacer más intrincada esta historia. No es una ficción, los testigos directos o indirectos que cuentan su versión coinciden en algunas cosas. Damos por cierto que la llamada existió.

Ismail Kadaré en la ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Asturias en 2009.

Ismail Kadaré en la ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Asturias en 2009.

Los que se sabe: el 23 de junio de 1934, Stalin telefoneó al poeta Boris Pasternak, que estaba en su apartamento comunitario. En la versión sexta que introduce Kadaré es la esposa del escritor la que dará cuenta del episodio. Habla Zinaida Nikolaievna Pasternak. Escuchó el timbre del teléfono en el pasillo común y los vecinos anunciaron que a Boris Leonidovich lo llamaban del Kremlin: “Solo escuché las respuestas de Boris totalmente anonadada porque hablaba con Stalin como si estuviera hablando contigo o conmigo. Desde las primeras frases entendí que se trataba de Mandelshtam. Boris dijo que le había sorprendido el arresto de Mandelshtam y que, aunque entre ellos no había habido amistad, estimaba sus obras como las de un poeta de primera clase”.

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Según esta versión, Pasternak no renegó del poeta y Kadaré entiende que la iluminación positiva de la escena por parte de la esposa tiene que ver, entre otras cosas, porque ella siempre “mantuvo la tendencia al buen entendimiento con el régimen soviético”. Aquí introduce Kadaré una reflexión que contribuye al denso entramado de la vida de los creadores en los regímenes autoritarios. “En el caso de los escritores y artistas que tenían problemas con el Estado comunista, se conocen dos clases de esposas o amantes. Las que estimulaban el descontento de su pareja o las que trataban de apaciguarlo”.

Otra de las versiones, la novena, va en el sentido contrario. Maria Bogoslovskaia, esposa de Sergei Bobrov, el poeta futurista de la época, contó a Viktor Duvakin: “Stalin le había preguntado qué pensaba de Mandelshtam. Y es ahí donde reside la sinceridad y honorabilidad del poeta, me dijo Pasternak. No puedo hablar de algo que no siento. Eso me es ajeno. De modo que le respondí que de Mandelshtam nada podía decir”. El interlocutor de la esposa de Bobrov preguntó si Pasternak no dijo que Mandelshtam era un gran poeta. María Bogoslovskaia confirmó: “No, no dijo nada. Eso contó él mismo, que no dijo nada”. En esta versión Pasternak habría sido un Judas lavándose las manos ante el arresto del poeta represaliado.

Si había una caza de brujas en esta historia y el malo resultaba ser el autor de Doctor Zhivago, a quien expulsaron de la Unión de Escritores de su país y acusaron de “enemigo de su pueblo y antipatriota”, y según esos tres históricos minutos, sería además un canalla capaz de no defender de las represalias de Stalin a un gran poeta, Kadaré no se pronuncia. El enigma de aquella conversación no se resuelve, pero el autor albanés nos desvela un mundo de traiciones, terror político y arenas movedizas.