Un joven supremacista enarbola una bandera frente a la mansión del gobernador de minnesota en 2020. Foto: Chad Davis

Un joven supremacista enarbola una bandera frente a la mansión del gobernador de minnesota en 2020. Foto: Chad Davis

Letras

Talia Lavin, tras la pista de los neonazis

La escritora nos lleva por una madriguera de internet a visitar el mundo de los neonazis contemporáneos: de dónde vienen, cómo se comunican o quiénes se han vuelto unos asesinos

31 enero, 2022 03:21

Talia Lavin (EE. UU., 1989) quiere combatir a los nazis, y aunque estemos en 2021, nazis no faltan. En su primer libro, La cultura del odio, nos lleva por una madriguera de internet a visitar el mundo de los neonazis contemporáneos: de dónde vienen, cómo se comunican, quiénes se han vuelto unos asesinos, qué significan sus memes...

La cultura del odio: Un periplo por la dark web de la supremacía blanca
 Traducción de Íñigo García Ureta Capitán Swing, 2021. 256 páginas. 20 euros

La periodista judía, nieta de supervivientes del Holocausto, conoce el coste de pasar demasiado tiempo pensando en estos despreciables personajes. “Escribir sobre el odio te cambia”, señala. Los ataques de que son objeto ella y sus amigos le preocupan, y toma medidas para proteger a su familia. “Podía notar que los límites entre mi vida y el odio que investigaba se estaban volviendo porosos”. La propia Lavin ha sido blanco de la derecha alternativa, de modo que sabe muy bien cuáles son los costes. En 2018 confundió el tatuaje de un agente del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas con un símbolo nazi, cuando en realidad indicaba que había servido en Afganistán. El error levantó tal revuelo en internet que Lavin abandonó su puesto de verificadora de hechos en The New Yorker. Aunque se equivocó, en cierto modo su libro es una demostración de que la turba neonazi a la que se enfrentaba era terrible y real.

Las comunidades que describe están muy extendidas, impulsadas por internet, y llenas de personas propensas a defender la violencia. Lavin visitó varias plataformas, desde Facebook hasta Reddit pasando por Telegram, en las que se unió a 90 grupos diferentes.

La autora explica el particular fenómeno extremista de los “aceleracionistas”, un intento de provocar una guerra racial sin cuartel, y las diversas formas de lenguaje en código que utilizan para denominar ese momento soñado. También detalla las realidades repulsivas del movimiento, como cuando Dylann Roof, que en 2015 mató a nueve feligreses negros en Carolina del Sur, se convirtió en un héroe a ojos de otros supremacistas blancos.

No es agradable, pero la autora actúa como un entretenido Virgilio en este infierno neonazi, y se describe a sí misma como una “conocida bocazas de Twitter que odia el fascismo”. Cuando encarna a supremacistas, como una rubia célibe y sin compromiso, tiene que identificarse con ellos. “Sabía de qué lado estaba”, dice para tranquilizarse. “Del lado de los que piensan que todos esos cerdos son perdedores racistas, pero demasiado peligrosos para ignorarlos”. Al final, haciéndose pasar por la rubia, averigua la identidad de un importante supremacista blanco y se la comunica a las autoridades. El suyo es una especie de periodismo gonzo por delegación, y su mayor éxito como cazanazis contemporánea.

Lavin teje caminos narrativos a través de la historia distante y reciente de la derecha alternativa que atrapan al lector, desde los libelos de sangre de la Europa medieval hasta la campaña de ciberacoso Gamergate. Esta combinación de memoria y análisis funciona bien. Si hay algún punto débil, es que su trabajo periodístico no va más allá. Nunca se nos proporciona una imagen clara de cuántas personas exactamente están involucradas en estos grupos. Tampoco logra conectar el antisemitismo con el racismo contra las personas de color. Aun así, vuelve de su viaje a este submundo en internet con una advertencia clara de que estas personas son energúmenos violentos. Y propone una solución: tenemos que unirnos a las fuerzas que combaten activamente a los fascistas.