Natàlia Cerezo. Foto: Ariadna Arnés

Natàlia Cerezo. Foto: Ariadna Arnés

Letras

Natàlia Cerezo y la esencia de una mujer apasionada y valiente

La escritora reinventa la historia de la yaya Carme y da cuenta de las pérdida, amarguras, tristezas y rabia de la anciana

14 junio, 2021 09:52

Y pasaron tantos añosNatàlia Cerezo

:Rata_. Barcelona, 2021. 120 pp. 17,50 e

Tras publicar en 2018 un espléndido libro de relatos, En las ciudades escondidas, galardonado con el Premio Ojo Crítico de ese mismo año, la correctora y traductora Natàlia Cerezo (Castellar del Vallés, Barcelona, 1985) debuta como novelista con Y pasaron tantos años, con la que rinde homenaje a su abuela, la misma que, cuando iba a visitarla le contaba su propia vida como si de un cuento se tratara. Cerezo reinventa aquí la historia de la yaya Carme (Caterina en la ficción) y da cuenta, con premeditada distancia, de las pérdidas, amarguras, tristezas y rabia de la anciana que tenía que esconder sus libros porque su marido, Gustau, le había prohibido leer. No era lo único que le estaba vedado: tampoco podía visitar a sus amigas, perder el tiempo, ir al cine o hablar de algo que no fuese él…

Con un estilo aparentemente sencillo, que recuerda al de la Mercè Rodoreda de La plaza del Diamante (una cita de esta mítica obra abre el libro de Cerezo), la novela arranca cuando una Caterina de veinte años llega con sus padres a su nuevo hogar, en la falda del Puig de la Creu. Tras la muerte de sus hermanos en la guerra civil, la granja en la que vivían acababa de arder y tenían que empezar de nuevo en ese pueblo desde el que “si subías al monte se veía una pulgada de gris, Barcelona, y encima una pulgada de azul, el mar”. Allí la joven comienza a trabajar en una fábrica textil donde conoce a su primera amiga de verdad, Rita y, ya de gira con el grupo de teatro del que ambas forman parte, descubre el amor e incluso el mar. Un matrimonio desdichado, los recuerdos de sus hermanos Mingo y Antoni, los secretos de un pueblo maledicente o las miserias de un marido mezquino con los suyos y rastrero con los poderosos, marcan un relato emocionante, empapado de rabia y sensibilidad, que seduce al lector y lo arrastra como la riada que casi destruyó la casa que el marido había levantado con sus propias manos.

En las páginas finales, Cerezo aclara que su abuela murió en febrero de este año sin ver publicada Y pasaron tantos años, una novela que “a pesar de que casi todo es ficción, tiene su esencia”. La esencia de una mujer discreta y callada, apasionada y valiente. Y, si lo hubiera leído, feliz.