Endell-Hospital

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Letras

Las heroínas de la calle Endell

En 'No es lugar para mujeres' Wendy Moore recrea la historia del primer hospital militar de personal exclusivamente femenino

27 abril, 2021 01:07

No es lugar para mujeres

Wendy Moore

Traducción de Pedro Pacheco. Crítica. Barcelona, 2021. 544 páginas. 22,90 E. Ebook: 10,99 E

No es lugar para mujeres cuenta la historia del hospital militar de la calle Endell, en el que se atendía a las víctimas de la guerra que llegaban por centenares a Londres durante la Primera Guerra Mundial, y cuyo personal, salvo por algún que otro camillero, estaba formado íntegramente por mujeres. Una circunstancia tan impactante como revolucionaria. Las médicas eran algo insólito. Les estaba vetado estudiar en la mayoría de las instituciones a excepción de la Escuela de Medicina para Mujeres de Londres; se las relegaba a puestos de trabajo de baja categoría en colegios, cárceles y hospitales psiquiátricos; y la mayoría solo trataba a otras mujeres y a niños. Ninguno de los hombres que ingresaron en el hospital de la calle Endell había sido atendido antes por una mujer.


Pero dos mujeres pioneras –Louisa Garrett Anderson, una cirujana de 41 años cuya madre, Elizabeth Garrett Anderson, fue la primera mujer en obtener el título de doctora en Gran Bretaña, y Flora Murray, una anestesista escocesa de 45– vieron un hueco y se apresuraron a llenarlo. El cambio radical de convenciones impuesto por la guerra, así como la necesidad desesperada de nuevas camas de hospital para atender a las decenas de miles de soldados heridos y enfermos que convergían en Londres, ofreció la oportunidad perfecta para demostrar que las mujeres eran iguales a los hombres, relata Wendy Moore (1958). Las dos eran también sufragistas apasionadas, y la lucha por el voto fue de la mano con la lucha por la aceptación profesional. Moore describe los impedimentos logísticos y sociales con los que se encontró la pareja al fundar dos hospitales en Francia al principio de la guerra, y más tarde, cuando dirigió su atención a la calle Endell, donde su hospital se instaló en un imponente asilo victoriano. Aunque contaban con el visto bueno de la Oficina de Guerra, no a todo el mundo le entusiasmaba la idea de que la asistencia sanitaria la prestasen personas que no fuesen hombres.

Pero no había tiempo para tonterías. Los primeros heridos llegaron en mayo de 1915, en convoyes de hasta 80 hombres a la vez. Al final de la primera semana, las 520 camas estaban ocupadas. Lo normal era que cada mes llegasen entre 400 y 800 nuevos pacientes, muchos de los cuales necesitaban una intervención quirúrgica inmediata (operaciones realizadas en gran parte por Anderson), tenían heridas gravemente infectadas, o padecían de neurosis aguda de guerra.

"Meticulosamente investigado, y escrito con brío e ingenio, el relato de wendy Moore llega en eL momento justo"

Habían llegado a un Londres que estaba experimentando un cambio radical, una ciudad llena de mujeres que desempeñaban tareas que siempre habían estado asignadas a los hombres. Al poco tiempo, incluso los escépticos elogiaban las capacidades y la competencia de las doctoras de la calle Endell, y su manera de poner en la tarea tanto compasión como profesionalidad. “Son hombres en el mejor sentido de la palabra, y no obstante, también mujeres en el mejor sentido de la palabra”, escribió la revista de sociedad Tatler, esforzándose por expresar lo que quería decir.

La autora tiene buen ojo para los detalles reveladores y buen olfato para los personajes. Cuando el marido de la actriz estadounidense Elizabeth Robins –que trabajaba como voluntaria en el hospital– se hundió en un ataque de depresión y celos, ella rechazó sistemáticamente a los pretendientes de ambos sexos y, como cuenta Moore, “en una ocasión empujó a George Bernard Shaw a la cuneta desde un taxi”.

El invierno de 1916 fue tan duro que Cynthia Asquith, nuera del ex primer ministro, “no tenía más remedio que dejarse puesto el abrigo de pieles en el desayuno”. Trabajando sin descanso, exhaustas y obligadas a improvisar y desarrollar nuevas técnicas sobre la marcha, las mujeres demostraron que eran capaces de manejar prácticamente todo lo que se les vino encima durante la guerra. Hoy resulta duro leer lo que las puso al borde de la desesperación. Fue la gripe española, que llegó en tres olas entre 1918 y 1919 y mató a entre el 3 y el 6 % de la población mundial.

Los detalles resultan fatigosos por conocidos. La enfermedad empezaba con síntomas leves hasta que las víctimas se ahogaban en sus propios fluidos, sangrando por los pulmones. “Familias enteras sucumbieron de golpe”, relata Moore. “Los hospitales luchaban por hacer frente a la situación mientras las enfermeras y los médicos caían junto con sus pacientes”, aunque no había tratamiento ni protocolo que los médicos pudiesen seguir.

Pero la pandemia pasó por fin, como también pasará esta, y la vida volvió a empezar. El hospital de la calle Endell cerró en octubre de 1919. Y aunque la mayoría de las doctoras fueron cruelmente dejadas de lado en los años de la posguerra, cuando la ciudad y los hospitales volvieron a llenarse de hombres, las cosas habían empezado a cambiar. En Reino Unido, parte de las mujeres obtuvieron el derecho a voto en 1918, y el resto, en 1928.

"No es lugar para mujeres nos recuerda que las personas podemos estar a la altura de las circunstancias, que los mayores avances llegaN en los momentos más difíciles"

Meticulosamente investigado, y escrito con brío e ingenio, el relato de Moore llega en el momento justo. No estamos en guerra, pero no resulta difícil entender cómo era la situación en Londres cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Somos muy vulnerables. Muchas de las cosas que damos por sentadas –nuestro trabajo, nuestra salud, nuestra capacidad de vivir la vida libre y abiertamente, nuestra confianza en que nuestros líderes harán lo correcto– están en peligro.

Sin embargo, No es lugar para mujeres nos recuerda que las personas podemos estar a la altura de las circunstancias, que los mayores avances —para la medicina, para la humanidad— pueden llegar en los momentos más difíciles, y que el mayor valor y el mayor ingenio son posibles incluso cuando el mundo parece sumido en las tinieblas.

© The New York Times Book Review
Traducción: News Clips