Maoísmo

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El maoísmo, una idea a la conquista del mundo

Hoy en día, en Occidente el maoísmo se suele recordar como un fenómeno kitsch, pero en su apogeo fue uno de los capítulos más importantes de la Guerra Fría. Julia Lovell destripa sus entresijos

12 abril, 2021 09:17

Maoísmo. Una historia global

Julia Lovell

Traducción de Jaime Enrique Collyer. Debate. Barcelona, 2021. 752 páginas. 29,90 €. Ebook: 14,99 €

En los últimos años, China ha gastado una fortuna intentando influir en el mundo a través de un poder blando basado en la gastronomía y la cultura en vez de en espías y satélites. Lo que se olvida a menudo es que la República Popular ya había recorrido esta misma senda, y con repercusiones mayores. Sin embargo, lo que exportó entonces no fue caligrafía ni Confucio, sino las violentas ideas revolucionarias del padre del país, Mao Zedong.

Hoy en día, en Occidente el maoísmo se suele recordar como un fenómeno kitsch, pero en su apogeo fue uno de los capítulos más importantes de la Guerra Fría, y contribuyó a la mayor debacle de la historia militar estadounidense (la guerra de Vietnam), a uno de los casos de genocidio más tristemente célebres (cometido por los Jemeres Rojos en Camboya), y a una épica lucha guerrillera (librada por Sendero Luminoso en Perú).

Esta historia no se había contado adecuadamente en un libro extenso y accesible hasta la reciente publicación de Maoísmo. Una historia global, de Julia Lovell (1975). Antes de ello, Lovell, catedrática de Historia y Literatura Chinas Contemporáneas en la Universidad de Londres, había traducido a algunos de los novelistas chinos más famosos, como Yan Lianke, y escrito varios libros sobre temas históricos como la Guerra del Opio y la Gran Muralla.

Hoy en día, en Occidente el maoísmo se suele recordar como un fenómeno kitsch, pero en su apogeo fue uno de los capítulos más importantes de la Guerra Fría

Su nueva obra abarca un vasto terreno, y sus capítulos pasan por el maoísmo en Perú, Indonesia, África, el sudeste de Asia, India y Nepal antes de acabar en China, gobernada por primera vez desde hace décadas por un líder —Xi Jinping— que se basa conscientemente en el legado de Mao. La historia, sin embargo, empieza con un estadounidense, Edgar Snow, y su libro Estrella roja sobre China, un relato hagiográfico de los años de Mao en el exilio. A la luz de cómo acabó el revolucionario gobernando el país, los lectores de hoy pueden ver que Snow, que presentó a los seguidores del líder chino como “una asombrosa cruzada juvenil”, se dejó embaucar por él.

La obra de Snow tuvo una repercusión trascendental en Occidente, pero desempeñó un papel igualmente importante en China. Fue traducida al chino, y ayudó a persuadir a los patriotas de la próspera costa del país para que se comprometieran con la causa. Otros lectores entusiastas fueron el líder del Partido Comunista malayo Chin Peng y Nelson Mandela.

Mao atrajo a personas tan diferentes por diversas razones, pero la clave fue su rechazo a la idea ortodoxa marxista y estalinista de que la revolución tendría su origen en el proletariado industrial. Por el contrario, Mao defendía la insurrección de los pueblos y aldeas, donde vivía la mayor parte de la población. Si a esto añadimos su apoyo a la igualdad de la mujer, su afición a las máximas (“el imperialismo es un tigre de papel”), y su ingente producción de escritos teóricos, queda claro por qué el maoísmo fue tan importante para los revolucionarios del siglo XX.

Este libro es una guía indispensable sobre el maoísmo, una narración impresionante, a menudo sorprendente, de una época que hoy parece tan alejada de la nuestra.

Igualmente estimulantes fueron los aparentes éxitos de Mao a la hora de gobernar China. Mientras que hoy contemplamos su liderazgo desde 1949 hasta 1976 como un periodo de hambrunas y agitación política, otros lo vieron como un éxito asombroso. Durante el siglo que precedió a la toma del poder por parte de los comunistas, China había sufrido el acoso de las potencias extranjeras, sometida por las invasiones y humillada. Con Mao, las fronteras del país se volvieron seguras por primera vez en generaciones; China se dotó de un Ejército formidable que neutralizó a las fuerzas estadounidenses en Corea, desarrolló (con ayuda soviética) armas nucleares, y ayudó a derrotar a Estados Unidos en Vietnam. En palabras de Lovell, “Mao reunió un conjunto de herramientas prácticas y teóricas para convertir un imperio díscolo y fracasado en una desafiante potencia mundial”.

En Occidente, minorías como los Panteras Negras entraron en el campo gravitatorio de Mao al considerarlo una persona de color que se había enfrentado a la hegemonía blanca, mientras que muchos izquierdistas lo veían como un auténtico líder del tercer mundo. Con tal influencia, resulta paradójico que hoy en día el maoísmo se trivialice, sobre todo en Occidente, como una cómica reliquia del pasado. También cabe preguntarse por qué artistas como Andy Warhol hicieron de Mao un icono del arte pop.

Lovell nos ayuda a reflexionar sobre estas paradojas al mostrarnos cómo los occidentales a menudo vemos el maoísmo como algo sin apenas relevancia, perteneciente a un pasado superado por la marea de capitalismo que ha recorrido China a lo largo de las últimas décadas. Incluso en el propio país asiático, el maoísmo ha caído en el olvido. Hoy China alecciona a los países occidentales para que no “interfieran en los asuntos internos” de otros Estados, a pesar de que hace décadas ella misma envió asesores militares a África para fomentar rebeliones en la línea del maoísmo. “Es una ironía que el recuerdo del periodo durante el cual China gozó de mayor poder mundial deba ‘desaparecer’ por razones políticas”, escribe la autora.

Lovell demuestra cómo el maoísmo, más que una idea amorfa, fue una estrategia impulsada por China, que instruyó a líderes revolucionarios extranjeros y suministró apoyo material

El principal punto fuerte del libro es su alcance. Lovell viajó mucho, utilizó archivos e hizo entrevistas en numerosos países, y sintetizó la obra de especialistas en el campo de los estudios sobre la Guerra Fría en el mundo. La autora demuestra cómo el maoísmo, más que una idea amorfa, fue una estrategia impulsada por China. Instruyó a líderes revolucionarios en el país, envió asesores al exterior y suministró apoyo material. Son capítulos largos y sustanciosos, que convierten el libro en una guía indispensable sobre este extenso movimiento.

Sin embargo, después de 500 páginas de historias tan variadas, las siete páginas de conclusiones saben a poco. Al lector le gustaría que le contasen algo más sobre la relación entre los diferentes episodios del libro, y quizá también que le ofreciesen un relato que los enlazase. Aun así, el libro constituye una narración impresionante, a menudo sorprendente, de una época que parece tan alejada de la nuestra. Las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial fueron un periodo de revoluciones en el que nacieron docenas de países, y las soluciones radicales no parecían imposibles ni románticas, sino la única manera realista de sacudirse el yugo del colonialismo o alcanzar la justicia social.

Este anhelo fue el que dio origen al maoísmo y elevó las ideas fragmentarias y dispersas de un dictador autodidacta a movimiento internacional. Es el mismo anhelo de justicia —y de un hombre fuerte en el poder— que quizá alimentará el atractivo del maoísmo en el futuro.

© The New York Times Book Review
Traducción: News Clips