Antonio Fontana. Foto: Gabriel Castilla

Antonio Fontana. Foto: Gabriel Castilla

Letras

Antonio Fontana y las octogenarias que no vivieron su propia vida

El periodista y escritor reúne en el marco de una residencia de ancianas diez voces de diez mujeres con su historia a cuestas

29 marzo, 2021 10:38

Hasta aquí hemos llegadoAntonio Fontana

Premio Café Gijón. Siruela. Madrid, 2021. 196 páginas. 15,95 €. Ebook: 8,99 €

Comencemos por elogiar lo insólito de esta propuesta narrativa del periodista y escritor malagueño Antonio Fontana (1964), ganadora del Premio Café Gijón en su última edición. Empecemos por destacar el riesgo de su atrevimiento al reunir en el marco de una residencia de ancianas diez voces correspondientes a diez octogenarias, cada una con su historia a cuestas, sin más relación que la edad y la soledad que las asiste, lo que no resta energía al fluir de sus memorias obsesivas rumiando de manera entrecortada e inconexa lo vivido, lo perdido y lo anhelado.

A esto se suma la elección del ángulo burlesco como posición desde la que disfrazar de caricatura bien planeada el relato coral al que asistimos escuchándolas de manera alterna y sin que medie narrador, mientras desvelan cómo han llegado allí, y cómo parecen plantarse ante la obligada aceptación de unas vidas frente a las que, ahora sí, en virtud de la edad y las circunstancias, podrán permitirse evidenciar un rotundo desacuerdo. ¡No puede ser más contundente la afirmación registrada en el título!: Hasta aquí hemos llegado.

Con un despliegue escénico, irreverente, arriesgado y logrado, esta novela compone el retrato de la educación sentimental de una generación de mujeres

Sigamos, pues no ha hecho más que empezar la sátira despiadada de esta tragedia nuestra que no lo es tanto, por ser la ancianidad de estas mujeres algo común en nuestro tiempo en el que la ciencia ha conseguido prolongar la vejez, que “no la vida”, como lamenta “la Millones”, en realidad Esperanza (todas tienen apodo: “la Perruna”, “Alma en pena”, “la Ciempiés”, “la Enterradora”…), quien lo soportó todo desde que se casó: “un marido siempre ocupado, siempre lejos, siempre con otra…”. Para eso fue educada. “La Académica” recrea “su amor de las cuatro de la tarde”, un vendedor de enciclopedias; “La Ciempiés” recita un slogan publicitario tras otro, y solo sueña con viajar. Marita denuncia que le han robado la pierna que le han amputado.

A cada una la condujo hasta ahí su situación personal –viudas, abandonadas, solas– y ahora, cuando ya nada ocurre en sus vidas, dan rodeos a recuerdos que se resisten a perder, a la rabia de lo vivido, a los desmanes de la edad. Y así, escuchando sus voces, porque hay que hilar fino, vamos tejiendo el trasunto de esta historia que nos incumbe porque compone el retrato de la educación sentimental de una generación de mujeres, heridas muchas de ellas, educadas para la resignación, la sumisión y el sufrimiento callado.

De sus palabras deducimos que faltaron a la cita con ellas mismas en sus vidas, vivieron las de sus maridos (retratados sin especial piedad). Y concluimos que ese despliegue escénico, irreverente, arriesgado y logrado, les regala la oportunidad de plantarse con esa advertencia desafiante que figura en el título. No todo es burla. De las veras advertían ya las tres preguntas (del Decamerón de Boccaccio) con las que el libro arranca: “¿Qué hacemos nosotras aquí?” “¿Qué esperamos?” “¿En qué soñamos?”.