Poetas-viradas

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Letras

13 poetas revolucionan 'El cielo de abajo'

Tras décadas sepultadas en el olvido, trece poetas hispanoamericanas recuperan su lugar en 'El cielo de abajo', una antología alternativa de la poesía del siglo XX preparada por María Alcantarilla

16 febrero, 2021 09:13

Poeta y narradora, María Alcantarilla (Sevilla, 1983) se remonta al hallazgo, “hace más de ocho años”, de Clarice Lispector y Dubravka Ugrešic para explicar el sentido de El cielo de abajo. La escritura del cuerpo en trece poetas hispanoamericanas. “Sí, fue entonces cuando descubrí cierta organicidad en la escritura que me conmovió y me deslumbró”, ya que, sobre todo leyendo a Lispector, se planteó que “si era posible verter el cuerpo en la narrativa, como ambas hacen, ¿cómo no iba a suceder lo mismo en la poesía?”, confiesa a El Cultural.

Desde el principio supo que la protagonista de la antología sería Hispanoamérica, que siempre le ha interesado “tanto poética como narrativamente, por la manera de volcar sus imaginarios, habitualmente de forma mucho más orgánica, viva y cercana a una línea de pensamiento que zigzaguea que a una sencilla línea recta. En segundo lugar, por su forma periférica de abordar los temas, dejándonos como lectores muchísimo margen interpretativo y, en tercer lugar, por la manera en la que desgranan y diseminan esos temas, yendo más allá de lo que es evidente”.

Alcantarilla comenzó entonces un trabajo exhaustivo de búsqueda de poetas hispanoamericanas, y sobre todo, de poemas (“la localización de los versos fue lo más trabajoso en realidad”), en los que el cuerpo y la intimidad fuesen claves. De la dificultad de hallarlos da cuenta la nota del interior de cubierta del libro, que indica cómo “la Fundación José Manuel Lara ha intentado localizar a las autoras o los herederos de todas las poetas recogidas en esta antología. Rogamos a los titulares de los derechos que se dirijan a la editorial para recabar información”.

En busca del tesoro

Pese a todo, la antóloga buscó en redes, bibliotecas, librerías de viejo y universidades accediendo, en la mayoría de los casos, a ediciones algo descuidadas que tampoco le facilitaban el trabajo. “En cualquier caso, también esta labor de indagación ha sido luminosa. Descubrir oro donde solo relucen piedras es una forma lúdica de entenderlo”, afirma. Sin embargo, lo que hace único este libro no sólo es el hecho de que la mayoría de las poetas seleccionadas resulten hoy casi desconocidas, con la excepción de la argentina Olga Orozco (1920-1999).

Según María Alcantarilla, “todas aprendieron a construir una sana independencia en la que la jerarquía desaparece”

Por deslumbrantes que resulten la venezolana Hanni Ossott (1946-2002); la cubana Alina Galliano (1950 -2017); la ecuatoriana Ileana Espinel (1933-2001); la panameña Diana Morán (1932-1987); la mexicana Esther Seligson (1941-2010), la uruguaya Tatiana Oroño (1947) o la peruana Ana María García Silva (1948), lo que revaloriza el libro es que traza un mapa alternativo de la poesía hispanoamericana del siglo XX, del México de María Baranda (1962) al Chile de María Eugenia Brito (1956), pasando por El Salvador de Carmen González Huguet (1958), la Bolivia de Blanca Wiethüchter (1947-2004) o la Colombia de Mery Yolanda Sánchez (1956). Y, claro está, lo más relevante, su apuesta decidida por “la escritura del cuerpo y de la intimidad”.

Explica la antóloga que ha elegido ese punto de partida porque arrastramos la inercia de un dualismo metafísico que deslinda mente (no material) y cuerpo (material) pero que sigue sin preguntarse cómo dos entidades ontológicamente distintas pueden influirse. “Desde luego —subraya—, si asumimos la primacía de la inteligencia especulativa es porque históricamente hemos ignorado la importancia de otros tipos de inteligencia, como puede ser la creativa, cuyo funcionamiento tiende a desplegarse de forma oblicua o fragmentaria y que, lejos de moverse en términos de verdad, lo hace en términos de belleza”.

A partir de la idea del cuerpo como mediador entre la interioridad y el mundo, comenta la antóloga que le resulta increíble que le hayamos dado tan poca importancia al cuerpo como canal. “Se trata de conformar, no solo una nueva política de la escritura, sino también de la lectura. De aceptar que, a pesar del imperio de la lógica, el imperio del sentido debe recuperar posiciones, no solo como mecanismo para rehumanizarnos sino, también, para recuperar ciertas libertades existenciales y creativas”.

Ni sumisión ni acatamiento

Según Alcantarilla, las trece poetas seleccionadas “aprendieron a construir una sana independencia, al menos lingüística, en la que la jerarquía desaparece y, con ella, la ‘necesidad’ de demostrar quiénes son o quiénes fueron. En sus poéticas brilla el respeto a las propias convicciones, lejos de la aprobación ajena. Esto requiere un trabajo de introspección (incluso, de perforación) al que la mayoría no estamos habituados o ni nos atrevemos.” Otro aspecto que destaca es que las propuestas poéticas de estas autoras son completamente ajenas “a la sumisión o al acatamiento”.

"Todas están injustamente olvidadas porque el reconocimiento se dificulta en la medida en la que el olvido gana terreno", apunta Alcantarilla

Quizá por eso no le resulta fácil elegir a su favorita y prefiere que sea el lector quien “abrace libremente aquellas voces que le hablen de forma más cercana”, sin dejar de recomendar a Ana María García Silva, “en primer lugar, por su escasa obra publicada, apenas un par de libros, en los cuales, sin embargo, nos encontramos ante una voz hecha y redonda. Por ser una de las propuestas más dislocadas, en la que la vocación de riesgo con el lenguaje nos sacude como lectores”.

También a Hanni Ossott, “porque para leerla es necesario abandonarse, no asumirla palabra a palabra sino acercarse a sus poemas desde esa parte intuitiva nuestra, porque su visión del mundo es tan completa que la cantidad de puertas que nos abre resulta abrumadora”. En cuanto a la más injustamente olvidada, todas lo son, “especialmente las fallecidas, porque el reconocimiento se dificulta en la medida en la que el olvido gana terreno”.