Evan-S.-Connell

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Letras

La poesía coral de Evan S. Connell

El traductor Eduardo Moga define en su prólogo 'Puntos para una rosa de los vientos' como una “enciclopedia de la locura” y una “obra coral”

30 noviembre, 2020 09:24

Puntos para una rosa de los vientosEvan S. Connell

Traducción de Eduardo Moga Godall. Barcelona, 2020. 664 páginas. 27 €

Evan S. Connell (Kansas City, 1924 - San Francisco, 2013) luchó como piloto en la Segunda Guerra Mundial y vivió en París. Más tarde, fue empleado de un astillero y profesor. Obtuvo éxito con dos novelas de título parecido: Mrs. Bridge y Mr. Bridge. Autor de una veintena de obras literarias, publicó únicamente dos libros de versos: Notas de una botella encontrada en la playa de Carmel y Puntos para una rosa de los vientos. Hombre silencioso, los compañeros del asilo de ancianos donde falleció pensaban que era mudo.

Editada en Estados Unidos en 1973, Puntos para una rosa de los vientos ha sido traducida al español por el poeta Eduardo Moga. En las cinco páginas de su prólogo, Moga sintetiza el contenido del libro de Evan S. Connell. Lo define como “enciclopedia de la locura” y “obra coral”. Las crueldades de la guerra de Vietnam y el comportamiento del Gobierno estadounidense durante dicha guerra inspiraron al escritor los cerca de nueve mil versos reunidos en este volumen.

Despojadas de adornos, las líneas iniciales son la presentación de un hombre que no ha conocido a sus padres. El poeta se autorretrata. Habla con cercanía emocional al lector y lo invita a un viaje para adquirir sabiduría. Ha perdido la inocencia y reconoce que el odio es su alimento. “Mani, el reformador persa / que aceptó todas las grandes religiones / con sus correspondientes dioses, incluyendo a Satán, / fue crucificado por su intolerancia. / ¿No te suena familiar?”, se pregunta receloso.

Filósofos y dirigentes de épocas variadas son mencionados al empezar el viaje. Con estilo sobrio, Evan S. Connell hace gala de una vasta cultura. Se refiere a leyendas y episodios históricos, incluye anécdotas, usa la intertextualidad. El barco se llena de miedo. “¿Quién podría descansar o dormir en estos pozos voraces?”, escribe el poeta. “Escucha”, “mira” y “¿está claro?” son palabras dirigidas con frecuencia al lector. Comienza la lucha entre el bien y el mal en una partida de ajedrez. En el torneo se enjuician los comportamientos humanos y el autor aguza su ironía y su vehemencia. Identifica a los alfiles con los prelados cornudos que se desplazan oblicuamente por culpa de la lujuria.

Al repudiar todas las guerras, espera la muerte del presidente Lyndon Johnson. Se suceden las alusiones a fábulas, enfermedades, imposturas. Varias voces se expresan. Empédocles, Heródoto, Demócrito, Aristóteles, Heliogábalo, Petrarca, Spinoza y Leibniz comparten espacio con Robert McNamara, Joseph McCarthy y el papa Pablo VI. Se mezclan las creencias y supersticiones de incas, mayas, escandinavos o hindúes. Ecléctico y suspicaz, Connell no desdeña ninguna forma de progreso: “Algunos hombres contribuyen con fragmentos de conocimiento / al todo, y otros inventan técnicas / que facilitan que dominemos el universo”.

Evan S. Connell denuncia las simplificaciones. Rechaza los tópicos con que suelen ser interpretados Nietzsche y Lutero. Viaja llevando siempre la cautela en su equipaje: “Te aconsejo que lo contemples todo / con prudencia y circunspección; / la tierra es el hogar de las dificultades”. Al mismo tiempo que recopila noticias de mujeres visionarias, músicos, exploradores, alquimistas y charlatanes, nos dice que desconfía del parloteo de los místicos. No esconde una sombra íntima: mientras el ejército de su país bombardea Vietnam del Norte, confiesa que apunta nombres de seres dañinos en un diario de las abominaciones. Se sitúa cerca de la amargura de Goya y considera que nuestros avances se deben a la “constante entereza de las minorías”. Nos previene: “La incredulidad, una vez sembrada, / florece en lugares insólitos; / las verdaderas preguntas se contestan / con otras mayores”.

Eduardo Moga, que ya había traducido a Whitman, Rimbaud y Faulkner, entre otros, firma un trabajo de admirable calidad. La edición de Puntos para una rosa de los vientos da a conocer en España los versos de un poeta auténtico.

Fragmento

No he tenido hijos ni me he casado,

pero he sido muchas veces espectador

del teatro de la vida. Aventuras,

vastas fortunas: nada me asusta.

He visto comparecer un universo:

meteoros, prodigios, agravios, funerales,

mártires, batallas navales, apariciones,

masacres, herejías, cismas, votos,

proclamaciones, combates singulares, mascaradas,

estratagemas, nupcias, embajadas,

deseos. Contra mi voluntad, cuando llegue el momento,

cederé mi palco en el teatro.