El poeta español Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) ha sido galardonado con el Premio Cervantes que concede el Ministerio de Cultura, considerado el premio literario más importante de las letras en español, y dotado con 125.000 euros. El Ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, ha anunciado el fallo del jurado, que en esta 45ª edición ha elegido al autor por "su obra poética que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad, ha apuntado el ministro, que ha continuado explicando que el escritor “es el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital. Francisco Brines es uno de los maestros y su magisterio es reconocido por todas las generaciones que le suceden".

"Me voy amando mucho la vida. Me ha dado tristezas, pero también una vocación", comentaba en una charla con El Cultural en la que también reconocía, entre risas, haber perdido cuatro de los cinco sentidos: “Ni veo, ni oigo, ni huelo ni tengo ya el sentido del gusto. Sólo me queda el tacto, sin matices, apenas distingo entre sólido y líquido”.

Años antes, aseguraba también en estas páginas que toda su preocupación poética se ha centrado en el paso del tiempo. "Toda mi poesía gira en torno a las preguntas que me hago desde la reflexión o el asombro ante la vida. Pero con el paso de los años, estas preguntas tienen respuestas distintas o matizadas, según la edad y las circunstancias que me han sobrevenido. Ahora, he cumplido 80 años y me encuentro en un decenio premonitorio".

Integrante de esa generación de los 50 de los ya desaparecidos Claudio Rodríguez, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma o José Ángel Valente, las palabras del ministro sobre la influencia del poeta no son vanas, pues como se ha demostrado repetidamente, su peso en generaciones posteriores ha sido grande y fructífero, como demostró el homenaje dirigido en 2013 por Carlos Marzal, que nos contaba entonces que "la figura de Brines trasciende la poesía, para muchos de mis coetáneos es un padre, un amigo, un cómplice y, desde luego, un poeta maestro. Y es que desempeña un papel capital en nuestras letras y es uno de los autores fundamentales desde el principio, y en la tradición de la poesía española está a la altura de los mejores, de los modernos, de la poesía del 98 y de la generación del 27".

"A lo largo de más de sesenta años, la escritura de Brines se ha desarrollado sin grandes variaciones, entre otras razones porque Las brasas era ya expresión de una poética madura, fundada en la polaridad indicada", explicaba nuestro crítico Túa Blesa en su texto sobre Jardín nublado (2016), la última antología del poeta. "Una mirada sobre el mundo en la que se destaca una y otra vez lo gozoso en una palabra llena de sensualidad, momento de victoria del cuerpo y sus sentidos, del placer, pero en la que, como fuerza inevitable, lo perecedero de la belleza, del amor, de la vida sin más, comparece para teñir el discurso de tristeza".

Licenciado en Derecho, Filosofía y Letras Románicas e Historia, el maestro valenciano ha compaginado su producción poética con su actividad como profesor universitario. En sus largos años dedicados a la docencia, Brines fue lector de literatura española en la Universidad de Cambridge y profesor de español en la Universidad de Oxford.

Con este máximo reconocimiento literario, Brines culmina una trayectoria de gran éxito. Su primer libro, Las brasas, apareció en 1959 y con él ganó el Premio Adonais. Seguidamente publicó Palabras en la oscuridad (1966) que le mereció el galardón con el Premio Nacional de la Crítica. En 1987, recibe el Premio Nacional de Literatura por El otoño de las Rosas (1986), uno de sus libros más conocidos y populares, integrado por sesenta poemas escritos a lo largo de diez años.

 En 1998 recibió el Premio Fastenrath que otorga la RAE por su obra La última costa (1995), una obra melancólica en la que el poeta recuerda su infancia, desde una orilla apartada, ante la inminencia de un último viaje. En 1999 recibió el Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra poética y en abril de 2000 fue elegido miembro de la Real Academia Española, cuyo sillón ‘x’ ocupó al año siguiente en sustitución del fallecido dramaturgo Antonio Buero Vallejo. Además, en 2007 obtuvo el Premio de Poesía Federico García Lorca y en 2010 se hizo con el Premio Reina Sofía.

De nuevo, como en los dos últimos premiados del Cervantes, la uruguaya Ida Vitale y el catalán Joan Margarit, el haber sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana ha funcionado como antesala y anuncio del galardón. El triunfo de Brines viene a confirmar la buena salud de la poesía en los grandes premios literarios en este 2020, pues el Nobel fue obtenido también por una poeta como la estadounidense Louise Glück y el Princesa de Asturias recayó en la también norteamericana Anne Carson.

El jurado, reunido de forma telemática, ha estado presidido por Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, actuando como secretaria María José Gálvez Salvador, directora general del Libro y Fomento de la Lectura, y como secretaria de Actas, Begoña Cerro Prada, subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas; y ha estado conformado por Tatiana Alvarado Teodorika, por la Academia Boliviana de la Lengua; Inés Fernández-Ordóñez Hernández, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas; Juan Domingo Argüelles, por la Unión de Universidades de América Latina; María Luisa Castro Legazpi, por el Instituto Cervantes; Eduardo Mendoza Garriga, por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura; Guillermo Altares, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España; María Consuelo Eguía Tonella, por la Federación Latinoamericana de Periodistas; Madeline Sutherland-Meier, por la Asociación Internacional de Hispanistas y los ganadores de las dos últimas ediciones, Ida Vitale y Joan Margarit.