Escritores-Confinados

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Letras

Escribir en tiempos de pandemia, entre la incertidumbre y la creatividad

Doce de los mejores narradores y poetas españoles explican a El Cultural cómo les ha afectado personal y literariamente esta pesadilla cotidiana del encierro

4 mayo, 2020 01:56
Luis Landero, Rosa Montero, Rafael Reig, Raquel Lanseros, Eduardo Mendoza y Ana Merino

Otros años por estas fechas que rondan al Día del Libro y el comienzo de las ferias literarias, Eduardo Mendoza soñaba en lo más íntimo con un diluvio que le ahorrara tanto sarao, tanta firma y tanto selfi. Hoy, en cambio, reconoce que le “da una pena enorme, lo echo de menos...”. Algo así siente Sara Mesa, que hace meses decidió que 2020 iba a ser el año de su gran cambio. Para empezar, abandonó su trabajo y resolvió viajar menos y pasar más tiempo encerrada en casa para escribir. “Sí –cuenta entre risas y algo de pesadumbre–, era mi sueño. Pero ya se sabe, hay que tener cuidado con lo que se desea...”.

"2020 era el año de mi gran cambio. Abandoné mi trabajo para encerrarme a escribir. Sí, hay que tener cuidado con los sueños". Sara Mesa

Para Raquel Lanseros, Luis Landero, Ana Merino y Edurne Portela, en cambio, lo peor ha sido tener que renunciar a viajar. La primera ha dicho adiós a festivales muy interesantes que la iban a llevar, por motivos poéticos, a Japón, Creta, Alejandría y Venezuela, “aunque no se me ocurre quejarme en medio de esta tragedia”. Landero debería haber viajado estos días con su hijo y su nieta a Aman mientras que Merino estaba en plena gira de promoción de su Premio Nadal, El mapa de los afectos, “y ha sido una pena porque tenía unas ganas inmensas de conocer a muchos lectores y firmarles los ejemplares con mis dibujos”. Y Portela, aunque se había propuesto desplazarse menos para dedicar más tiempo a su vida privada “porque me daba la sensación de que se me estaba yendo de las manos”, se lamenta porque “es muy diferente planearlo tú a que, de repente, todo se cancele”.

Más grave es la situación de Rafael Reig, que ha tenido que cerrar su librería de Cercedilla, y, sobre todo, la de Ben Clark, al que la pandemia ha fulminado el noventa por ciento de sus ingresos. “Es muy difícil escribir si uno está estresado porque no puede pagar el alquiler. Solemos mitificar al poeta maldito, pero la verdad es que no tener un duro es malo para la creatividad”, lamenta el poeta.

"Ahora vivo de manera mucho más desordenada, estoy desorganizado porque los días y las horas son iguales". Eduardo Mendoza

Otro tópico puesto a prueba estos días es el de la soledad del escritor, pues aunque es cierto que son muchos los autores que la aman, la pandemia los ha trastornado. Es el caso de Rosa Montero, a la que le encanta huir y encerrarse en su refugio secreto lejos de Madrid, con sus perras: “Me puedo pasar cuatro semanas sin ver a nadie más feliz que una perdiz. Pero ahora no ha sido así. Ahora impera el desasosiego, porque hasta tu casa llega el ruido del dolor del mundo, el miedo, la pena, la preocupación, incluso la angustia”. Por eso, insiste, al principio le resultaba muy difícil concentrarse, leer y por supuesto escribir.

En general, todos han visto su rutina alterada, aunque quizá sea Landero, acostumbrado a llevar una vida casi monacal, el menos afectado. La única diferencia con la vida precuarentena es que antes solía dar un paseo al que ha tenido que renunciar. “Además –puntualiza–, era rara la semana en la que no tenía un compromiso literario o sociocultural, y ahora no me distraigo nada, estoy muy centrado, escribiendo y leyendo mucho”. De talante más caótico, Eduardo Mendoza confiesa vivir ahora “de una manera mucho más desordenada porque como los días y las horas son iguales y da lo mismo levantarse pronto que tarde, estoy un poco desorganizado y desconcentrado. Todo lo que pasa es preocupante y no está uno para chistes”.

Corte radical

"Las primeras semanas fueron de anulación total. demasiado ruido. demasiada incertidumbre". Miguel Ángel Hernández

Mientras, Miguel Ángel Hernández hizo un “corte radical” al sentir que nada de lo que estaba escribiendo tenía sentido: “Me quedé totalmente bloqueado. Con el tiempo, uno acaba acostumbrándose incluso a lo más excepcional y las cosas se resitúan. He vuelto a trabajar en un pequeño ensayo que estaba concluyendo y en una novela que había comenzado a formarse. Pero sin la intensidad ni la concentración de antes. Es curioso, uno se dice que ojalá pudiera anular todos los compromisos para encerrarse a escribir y luego llega el encierro y es imposible hacer nada”. Por el contrario, a Agustín Fernández Mallo el confinamiento no le ha interrumpido nada en lo que a a sus trabajos literarios se refiere. Al contrario, le ha incentivado para reflexionar, hasta el punto de haber terminado un breve ensayo, comenzado otro y continuar trabajando en dos novelas.

"Mis novelas son de lenta digestión, así que lo que esto suponga para mí tardará tiempo en emerger". Rosa Montero

En realidad, este estado de alarma encontró a los escritores consultados con distintos proyectos entre manos. Así, Félix de Azúa acababa de entregar una novela que, a pesar de los recortes editoriales, saldrá en octubre. Montero estaba haciendo la revisión final de su próxima novela, La buena suerte, que  saldrá el 27 de agosto” y también Reig ha acabado de corregir las pruebas de su novela Amor intempestivo, lo que es una suerte porque si no le hubiera costado mucho seguir con ella. “Sin duda –explica– la pandemia ha empujado hacia atrás a patada limpia el pasado más reciente: todo lo que nos ocupaba y preocupaba hace un mes parece lejanísimo”. 

Cuando se impone la realidad

Quizá, insinúa, hubiera tenido que transformarla sobre la marcha, como le está ocurriendo a Merino, que acababa de empezar su segunda novela. Como la acción del relato transcurría en el otoño de 2020, va a tener que ajustarla al 2019 “porque la realidad está superando a la ficción. Me he dado cuenta de que el mundo de mis personajes al comienzo de este nuevo libro es el de antes de la pandemia, y de que la terrible realidad se adueña de mi ficción y ahora la vida de mis protagonistas también se verá afectada cuando logre sentarme a escribir”. Otro que reconoce que esto entrará de lleno en su literatura es Clark, que opina que “sobre todo los poetas, deben estar siempre conectados a su tiempo. En ese sentido, sigo fiel a mi proceso creativo de siempre: intento construir un registro emocional de lo que estamos viviendo hoy”.

"Mi nueva novela no tiene nada que ver con la situación actual, pero ahora va a ser aún más oscura". Edurne Portela

También Portela había comenzado su siguiente novela en marzo. tenía, explica, muy bien planteado el arranque de la novela, el protagonista y su entorno, incluso el tono, y sabía bien cómo quería desarrollarla. “No va a tener nada que ver con la situación actual. Lo que sí creo que está afectando a la escritura es mi estado de ánimo, que no es particularmente jovial. Cuando empecé la novela ya sentía que iba a ser una obra muy oscura. Ahora estoy totalmente segura”.

Sara Mesa, Agustín Fernández Mallo , Miguel Ángel Hernández, Félix de Azúa, Ben Clark y Edurne Portela

Eso no significa, sin embargo, que vayan a abandonar sus proyectos o a cambiarlos sustancialmente para reflejar lo que está ocurriendo ahora mismo. De momento ninguno de ellos lleva su particular  diario de cuarentena, como tantos otros relatores que frecuentan las redes. Además, muchos se retratan incapaces de escribir al dictado, pues se saben autores de lenta maduración. “La actualidad nunca me estimula –comenta Reig– , salvo que roce algún centro nervioso oculto (por lo general en el pasado), pero eso es imprevisible, nunca sabes cuándo va a suceder. Creo que el arresto domiciliario y la situación tan difícil están actuando como un reactivo, que nos permite ver lo no queríamos saber de nosotros mismos. Eso me interesa mucho y he aprendido de mí mismo y de los demás cosas que habría preferido no saber, pero también alguna que me ha dado esperanza”.

"Esta pandemia no me ha dado ideas nuevas, pero sí un paisaje diferente sobre el que verter las viejas". Agustín Fernández Mallo

Algo similar opina Fernández Mallo, a quien esta situación le ha dado “no exactamente ideas, pero sí un paisaje diferente sobre el que extraer y verter las cosas”. Por ejemplo, confiesa que le resulta muy extraño no ver grupos de gente en la calle, “vamos todos de uno en uno, una sensación muy robótica que contrasta con la de los pájaros, ratas, perros, etc, que son los únicos que ahora salen en grupo. Esto, me parece algo muy definitivo, un cambio de fase”.

La misma Montero, por ejemplo, asegura que sus novelas “nacen de la digestión de lo que vives” y que por eso necesita alejarse “de mi vida para poder escribir. O sea que lo que esto suponga para mí tardará un tiempo en emerger. Aunque es cierto que he pensado que debería utilizarlo para algo... quizá en mi cuarta novela de Bruna Husky, quien sabe.” Del mismo modo, Sara Mesa, destaca que no escribe sobre la actualidad inmediata, y que si se le ocurriera algo necesitaría años para decantarse. Y Luis Landero asegura creer que no podrá hacerlo jamás, “aunque eso no se puede saber nunca porque uno no elige tanto los temas como que son ellos los que vienen a visitarte, pero a mi esta tragedia no me inspira nada como escritor, aunque como ciudadano me cause mucho dolor”.

"A mí esta tragedia no me inspira nada como escritor, aunque como ciudadano me cause mucho dolor". Luis Landero

Tampoco a Hernández le sugiere nada, aunque le ha obligado a repensar los libros en los que había comenzado a trabajar, reformular ciertas cosas y enfatizar otras, “no tanto la introducción del acontecimiento literal –el virus y la pandemia– como la experiencia de este momento extraño: la ausencia del tacto, la soledad, la incertidumbre, la fragilidad, la relación con la tecnología...”. Algo lógico si recordamos que para el escritor murciano las primeras semanas fueron de “anulación total”: había, subraya “demasiado ruido en el exterior. Demasiada incertidumbre. Ni siquiera me concentraba para leer. Después de un mes, he recuperado un cierto ritmo de trabajo y un relativo estado de concentración. Pero no me obligo a hacer nada excepcional. No quiero pensar que estoy desaprovechando este tiempo. Porque este tiempo no es un regalo. Es una putada grande”.

Quizá por eso, para Azúa lo importante no es que de toda esta tragedia nazcan ficciones nuevas, sino, al menos en su caso, “ideas para una nueva vida. Una más abierta y curiosa, con menos horas de encierro para escribir y más para mirar y oler, sobre todo en el campo. Hace mucho que he perdido la costumbre de acudir a lugares poco frecuentados, bosques, lagos, montes”.

"Lo importante es que de todo esto salgan ideas para una nueva vida más abierta, con menos horas de encierro para escribir". Félix de Azúa

Y es que, como es lógico, a muchos escritores les está costando abstraerse en cierto modo de lo que ocurre y soslayar una realidad que tiene consecuencias a todos los niveles: sociales, políticos y económicos. “¿Cómo no me va a afectar? Todas las personas que están muriendo solas, la angustia de sus familias, los ancianos abandonados, las familias que se han quedado sin ingresos... Tanto miedo, tanta angustia, tanta incertidumbre, tanto dolor”, reflexiona Portela. “Me afecta demasiado. No paro de leer noticias, de mirar internet. La sobreinformación me satura, pero no sé salir de ella”, afirma Hernández, que comparte eso con Clark: “Ha habido muchos días en que he tenido que alejarme un poco de las noticias y de las redes sociales. Me entristecen y enfadan en exceso los bulos y los comentarios que sólo buscan hacer daño”.

Mirando hacia el futuro

Sobre esta cara de aquellos que están explotando el maldito virus se quejan algunos como Mendoza, que no soporta el partidismo que se está sacando en Cataluña al asunto o Azúa, a quien “la desvergüenza increíble de los sanchistas y sus socios nacionalistas” provoca una gran ira. Y en un aspecto más global, Fernández Mallo añade que le afecta “ver cómo líderes mundiales populistas pretenden sortear la pandemia con ridículos remedios acientíficos, y me preocupa cómo esto pueda potenciar los nacionalismos en Europa”.  

"Estos momentos tan trágicos que estamos viviendo deben servir redescubrir el valor de lo colectivo". Raquel Lanseros

No obstante, también apuntan posibles beneficios en los que volcar nuestra esperanza de cara al futuro. Mesa cree que esta crisis no va a servir para “visibilizar a los invisibles de nuestra sociedad, aquellos que no tienen ni casa para pasar la cuarentena”, y que hay mucha hipocresía sobre estos olvidados, y Lanseros que estos momentos servirán para “redescubrir el valor de lo colectivo”. Como resume Merino, “trato de pensar en positivo y proyectar mi energía optimista, y confío en los científicos que pronto encontrarán la medicación y la vacuna. Creo en la ciencia y en el talento de los que buscan el bien común”.

"Trato de pensar en positivo, pronto habrá vacuna. Creo en la ciencia y en el talento de quienes buscan el bien común". Ana Merino

Al mirar hacia el final del túnel, hacia ese ansiado momento en el que podamos volver a ser dueños de nuestra libertad, los escritores ven aquello que vemos todos. Portela, Landero, Merino y Montero añoran los reencuentros con familiares y amigos, “abrazar a mi gente querida”. No falta quien, como Lanseros, recuerde aquello a lo que no dábamos importancia como la naturaleza, “quiero darme un chapuzón en el mar y pasear por el bosque”; y, por supuesto, muchos se acuerdan con nostalgia de los añorados bares y restaurantes, como Mendoza, a quien veremos irse “a la barra de un bar a tomarme un whisky”. Allí podría encontrarse con Reig, cuyos planes de desconfinamiento también empiezan por irse “al primer bar abierto y quedarme fuera, en el barril, fumando y bebiendo hasta el amanecer”. O con Azúa, que planea “convocar a los amigos supervivientes a unos ejercicios espirituales en un buen restaurante”.

También los hay que combinan ambas medidas, como Clark, que planea “reunir el poco dinero que me quede y dividirlo en dos partes iguales: una para invitar a los amigos a cenar y la otra para comprarles libros”. Y es que, aunque haya prioridades, ninguno se olvida de los libros. Por ejemplo, a Mesa la veremos, seguro, en una librería hojeando volúmenes. Fernández Mallo ya tiene claro hasta el orden: “un paseo junto al mar, una librería y salir a cenar”. Igualmente piensa Hernández, que asegura tener “más ganas de ir a una librería que a un bar. Pero también me apetece muchísimo pasear sin tener que ir a ningún sitio en concreto. Moverme con libertad por la ciudad. Ver los comercios abiertos y entrar a cualquier tienda sin motivo alguno. Y, por supuesto, llegar tarde a casa. Eso siempre”.