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Letras

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Dorothea Tanning

3 mayo, 2019 02:00

Dorothea Tanning: Deidre, 1940

Dorothea Tanning Traducción de Marta López Luaces. Vaso Roto. Madrid, 2019. 206 páginas. 17 €

Dorothea Tanning (Galesburg, Illinois, 1910-Nueva York, 2012) obtuvo reconocimiento como pintora y escultora. Sus imágenes eróticas rompieron el tópico de la mujer reducida al papel de musa de los creadores. Esposa del surrealista Max Ernst durante tres décadas, se afincó en Francia. Una gran retrospectiva de su obra se exhibe ahora en la Tate después de pasar por el Reina Sofía. Al regresar a su país de origen, Tanning tuvo el respaldo del poeta James Merrill para iniciarse en la escritura. La artista ya era nonagenaria cuando le editaron su primer libro de versos, Índice. Después, sólo vería publicados dos volúmenes de memorias, la novela Abismo y un segundo poemario. Falleció en Nueva York a la edad de 101 años. Abierto el libro con una cita de Montaigne, la primera sección de Índice empieza mencionando el desarraigo de cualquier persona extranjera. Un forastero deambula con su carga de raíces y espejismos. Un padre apesadumbrado es el paisaje de la infancia de la escritora. La poeta observa al hombre que patina sobre un hielo tan fino como las relaciones quebradizas de su familia. Escenas escolares de la niñez incluyen la indiferencia empañada por la culpa. La nieve, los objetos musicales, Zenón y otros mitos, la amargura y una travesía le sirven a la autora para comunicar su desamparo. Su diálogo artístico con Max Ernst es evidente en el poema “Collage (La femme 100 Têtes)”. Pero Dorothea Tanning supera los juegos del dadaísmo. Se fija en detalles minúsculos de la vida cotidiana. Por ejemplo, una mujer, atrapada en una “red de ideas de color gris rata”, conoce el arrebato amoroso en una tienda de ropa. Se retrata a una joven transparente y acuchillada. De súbito, la confesión íntima: “Me incliné hacia mi sombra y ella se inclinó / hacia mí. Resultaron ser pequeñas desapariciones”. La segunda parte de la obra, “De la H a la O”, contiene unos versos especialmente emotivos. En “Se hace tarde en la Rue de Lille”, fechado el 1 de abril de 1976, día del fallecimiento de Max Ernst, la poeta describe la muerte del tiempo. “Y nosotros en nuestros avatares de vapor”, susurra Tanning. Con algunas palabras en francés y una evocación de Flaubert, la escritora se refiere a un paisaje con matasellos, a una losa, a la crueldad infantil y su sed de sangre. Barre la rutina haciendo hablar a la pasta de dientes. Los estudiantes beben cerveza sinfónica gracias a Mozart, Beethoven, Brahms y Wagner en el poema “El juego de las sillas musicales”. Con una dosis justa de ironía, la autora demuestra su destreza notoria para sintetizar vidas extrañas en los textos titulados “Sobre la beatitud” y “De piel y oro”. La tercera y cuarta secciones del poemario, “De la P a la S” y “De la T a la W”, encierran una belleza oscura. Un acosador despiadado husmea y termina siendo un ingrávido bulto de pieles en los brazos de la presa deseada. En Aix-en-Provence, población cercana al domicilio de la poeta, la “oceánica repugnancia” de Dios cae con forma de pétalo, fustán, lágrima. A pesar de tantas zozobras, Tanning evita el patetismo. Se refiere con elegancia a su desasosiego. Unas palabras temerarias, el mensaje que sólo puede oírse en las hierbas más secas, la noche que ladra como un perro o el fantasma de un jardín son mencionados sin incurrir en notas dramáticas. Existen alusiones eróticas en varias páginas. La autora usa la voz de un animal para despedirse: “El silencio me oye decirle casi todo lo que puedo: / ahora repudio tanto lo que alguna vez creí excelente”. Índice ha sido traducido por la poeta Marta López Luaces. Su versión castellana de los versos de Tanning fluye con naturalidad. La obra da a conocer en España las primeras composiciones poéticas de una creadora que brilla por sus propios méritos. @FJIrazoki

El insomnio, mi primo

montas neciamente la máquina de la noche, con gran alboroto, respirando en mi pantalla, mi jadeante película al aire libre, la entrada es mi raíz cuadrada, mi bombilla inmovilizada y triste en su casquillo. Insomnio, primo mío, has engendrado todas las noches un vértigo indecente. Tendida en la cama, ojerosa, mientras arrastras tu demente motor por el suelo, dando portazos en cada una de mis cuatro dimensiones, dejándome como en un día festivo para hacer trizas los sueños acumulados. Primo, te traiciono repetidamente con sus escombros.