17_Angel-Mateo-Charris

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Letras

Una bola de papel

23 noviembre, 2018 01:00

Había diecisiete alumnas en la clase, de las cuales dieciséis se habían conocido jugando en el arenero de preescolar. La última en incorporarse al grupo fue Susana, que se unió al comienzo del curso de séptimo de EGB. En su primer día de colegio, la niña no pudo quitarse de la cabeza la imagen de su padre llorando hacía tres semanas, cuando su madre le contó que aquella mañana le había bajado la regla a su hija. Susana no había sabido interpretar el llanto de su padre; no lograba descifrar si estaba enfadado o triste por la menarquía. La primera menstruación había coincidido con la mudanza de la familia Ruiz Arce de Vigo a Madrid. La casa de la capital era más grande y más luminosa que la de Galicia, pero en el nuevo vecindario Susana no conocía a nadie y se entristecía al pasear por calles en las que todavía no tenía recuerdos. En el primer día de curso, Susana fue varias veces al baño para comprobar si había o no alguna mancha roja en sus braguitas. Después de la última clase de la mañana, Rosa, la más menuda de todas las niñas, salió del baño con una compresa envuelta en papel higiénico en la mano y gritó: “¿A quién de vosotras le ha bajado la regla estas vacaciones?”, y aunque aquella bola de papel no le pertenecía, Susana encorvó la espalda como si pudiera hacerse una pelota y desaparecer. Al día siguiente, Susana volvió al baño y esta vez descubrió una mancha granate en su ropa interior.

"Notó que la bola de papel higiénico se había soltado de la goma de sus braguitas y que ahora resbalaba por sus piernas"

Al ver la sangre, envolvió la compresa con papel higiénico y la enganchó a la goma de sus braguitas con la idea de deshacerse de ella más tarde, después de la clase de lengua, en uno de los baños del recreo. Cuando Susana entró de nuevo en el aula se cruzó con Rosa, pero esta vez su compañera no gritó nada porque no encontró ningún objeto de interés entre la basura. Sonó el timbre que marcaba el fin del descanso y las diecisiete alumnas corrieron a sentarse en sus pupitres y a colocar encima de sus mesas los estuches nuevos y los libros recién forrados. Después de presentarse y de escribir su nombre en la pizarra, la profesora de lengua le pidió a Susana que leyera en voz alta la primera sección del primer capítulo del libro de texto. La niña se levantó y miró las caras todavía desconocidas de sus compañeras antes de empezar a leer. Al terminar el pasaje, notó que la bola de papel higiénico se había soltado de la goma de sus braguitas y que ahora resbalaba por sus piernas. Susana apretó los muslos para tratar de contenerla, pero le temblaban las rodillas y la compresa envuelta cayó sobre las baldosas color crema del suelo. Al ver la bola de papel junto a sus pies, Susana se acordó de su padre y se preguntó si aquella tarde, cuando descubriera lo que acababa de ocurrirle en el colegio, volvería a llorar.