Image: Antony Beevor: La guerra del futuro será urbana, y será increíblemente espantosa

Image: Antony Beevor: "La guerra del futuro será urbana, y será increíblemente espantosa"

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Antony Beevor: "La guerra del futuro será urbana, y será increíblemente espantosa"

20 septiembre, 2018 02:00

Antony Beevor. Foto: Silvia Varela

El historiador británico publica La batalla por los puentes, un análisis en profundidad enriquecido con numerosos testimonios personales del fracaso aliado al intentar cruzar el Rin con la Operación Market Garden en septiembre de 1944.

En septiembre de 1944, un excesivo optimismo alimentado por el reciente éxito del desembarco de Normandía llevó a los ejércitos aliados a su mayor derrota contra Alemania en la Operación Market Garden. Fue también la mayor misión aerotransportada de la guerra, movilizando a 100.000 soldados británicos y estadounidenses, así como la última victoria de los nazis.

La idea fue del mariscal de campo británico Bernard Montgomery, que consiguió convencer a Dwight Eisenhower, comandante supremo de las fuerzas aliadas, de la necesidad de darle un único y sorpresivo golpe mortal a Alemania para precipitar el final de la guerra, y de que la mejor manera de hacerlo era rodear por los Países Bajos la línea Sigfrido que protegía la frontera alemana, cruzando para ello el río Rin.

La misión tenía dos fases. La primera, Market, consistió en llevar por aire al Primer Ejército Aerotransportado Aliado (en el que además de los británicos y estadounidenses participaba la 1.ª Brigada Independiente de Paracaidistas polacos) para tomar una serie de puentes entre Eindhoven y Arnhem, tras las líneas enemigas, creando un corredor por el que debían llegar en pocos días refuerzos por tierra en la segunda fase, Garden. Pero para que la operación saliera bien había demasiados factores que debían cumplirse, de modo que los problemas atmosféricos, de comunicación y de logística, sumados a la rápida reacción alemana liderada por el mariscal de campo Walter Model provocaron el fracaso aliado, con cuantiosas bajas en ambos bandos, tres ciudades devastadas, Oosterbeek, Nimega y Arnhem, la evacuación forzosa de esta última ciudad por parte de los alemanes como represalia por haber apoyado a los aliados y una grave hambruna posterior.

Este importante episodio de la Segunda Guerra Mundial es el último en el que ha centrado sus esfuerzos y sus dotes para la investigación el prestigioso historiador británico Antony Beevor (Londres, 1946), uno de los mayores expertos mundiales en la contienda. Acaba de publicar el voluminoso ensayo La batalla por los puentes. Arnhem 1944. La última victoria alemana en la segunda guerra mundial (editado en España por Crítica) y, como en sus obras anteriores, demuestra su capacidad para "escribir la historia desde arriba y desde abajo". Así define él mismo un método que combina los datos estratégicos con la recuperación de numerosos testimonios personales de soldados y civiles, que hacen emerger con toda su crudeza la dimensión humana de la tragedia, a menudo sepultada por avalanchas de datos y cifras.

Diario de infierno

"El extraordinario grado de detalle a nivel humano que encontré en distintos archivos realmente muestra la realidad de la lucha. Y esto se debe a que una cantidad asombrosa de gente, tanto civiles como soldados, escribían diarios", explica el historiador. "Es algo extraordinario porque para los soldados esto les estaba totalmente prohibido. En el bando alemán hay menos testimonios y son realmente los oficiales quienes escribían, pero aún así hay muy buenos relatos alemanes en Friburgo, pero sobre todo en los archivos neerlandeses. Y también, claro, en los británicos, estadounidenses y también polacos. Creo que todo ello me ha dado una mejor idea de la realidad cotidiana y del combate cuerpo a cuerpo que nunca había leído antes, ni siquiera sobre Stalingrado. Porque a menudo los diarios son mucho mejores que las cartas. Existen algunas cartas extraordinarias pero por lo general en las cartas hay mucha autocensura porque los soldados querían ahorrarle sufrimiento a sus familias".

Acogida de la 101.ª Aerotransportada al noroeste de Son, 17 de septiembre de 1944

Los niños siguen llevando flores a las tumbas de los soldados. Es una muestra de la capacidad de perdón de los neerlandeses"

Pregunta.- De todos los testimonios personales que ha recogido en el libro, ¿cuáles le han conmovido más?
Respuesta.- Hay muchos, tanto de neerlandeses civiles como por parte de algunos soldados. En muchos casos describen cómo morían los soldados, algunos con gran dignidad, otros de forma patética. Nunca olvidaré al pobre soldado que empezó a cantar el himno nacional británico y todos sus camaradas callaron avergonzados, porque sabían que se estaba muriendo. Otro soldado dijo de manera lacónica, cuando estaba muriendo por culpa de los balazos: "Y pensar que tenía miedo de que no se me abriera el paracaídas…". Acabo de venir de los Países Bajos, de Oosterbeek y de Arnhem, y otra cosa allí me ha resultado igualmente conmovedora: casi todas las casas tienen las banderas de la Primera División Aerotransportada británica con la insignia de Pegaso, y los niños siguen llevando flores a las tumbas de los soldados aunque han pasado 74 años de la batalla. Es increíble, demuestra una gran capacidad de perdón por parte de los neerlandeses, teniendo en cuenta lo que sufrieron como resultado de la operación. Para los británicos ese es el legado más conmovedor de la guerra.

De la euforia al fracaso

P.- La Operación Market Garden se planificó en una sola semana. ¿Cree que se podría haber preparado con más calma para incrementar sus posibilidades de éxito?
R.- En ese caso el plan habría sido muy distinto, es cierto, pero el problema con una operación aerotransportada es que busca aprovechar una oportunidad, así que no tienes mucho tiempo para planificarla. Pero en este caso en particular la causa del fracaso fue la mentalidad detrás de la planificación, una mezcla de ingenuidad, arrogancia, euforia de victoria y otras muchas cosas que les llevaron a hacer asunciones erróneas, como que el ejército alemán se estaba colapsando como resultado de la derrota en Normandía, y también en el frente oriental con la Operación Bagratión, que avanzó por Bielorrusia hasta el Vístula.

P.- El éxito de la defensa alemana se debió en gran parte a la capacidad de improvisación del mariscal Walter Model. Una cualidad que no casa con el estereotipo de la mentalidad cuadriculada alemana.
R.- Al contrario: desde los tiempos de Federico II el Grande (siglo XVIII), el ejército alemán tenía la consigna de no esperar órdenes, sino reaccionar rápido. Al contrario que el ejército británico, que siempre estaba esperando órdenes. Marchar al son de los disparos era la orden de Federico el Grande al ejército prusiano y eso es lo que pasó en Arnhem, empezaron a moverse de inmediato. Los británicos jamás se habrían imaginado una reacción tan veloz.

P.- ¿Qué es lo que más le ha sorprendido durante la investigación?
R.- Lo que más me ha sorprendido y enfadado es el grado en el que tanto Montgomery como Frederick Browning [vicecomandante del I Ejército Aerotransportado Aliado] se negaron a escuchar consejos y las consecuencias que eso acarreó. Ya lo sabía, pero no hasta qué punto fue así.

P.- ¿Cree que la historia debería contarse más con su método, insertando testimonios personales de sus actores más modestos?
R.- Ya hace 25 años la historia estaba cambiando sin que nos diéramos cuenta. A finales de los 80, con el fin de la URSS y la Guerra Fría, y el comienzo de la globalización y de la era de internet, no se ponía el énfasis en la versión colectiva de la historia sino en el individuo. Yo por entonces ya estaba trabajando en la necesidad de integrar la historia desde arriba con la historia desde abajo, porque es la única forma de mostrar cómo las decisiones de los grandes dirigentes, Stalin, Hitler o quien sea, afecta a la vida de todo el mundo, especialmente de soldados normales y de civiles atrapados entre dos regímenes totalitarios.

La base de todo drama humano son las elecciones morales, y en la segunda guerra mundial se tomaron más que en ningún otro periodo"

En 1995, Beevor se encontraba en Moscú, estudiando los recién desclasificados archivos militares soviéticos. También fue el año en que se cumplió el 50.° aniversario del fin de la segunda guerra mundial, y una marea de libros sobre la contienda poblaron las librerías. Pero Beevor recuerda que casi todos fueron un fracaso de ventas. "Pensé: ‘Oh, Dios, he elegido el peor momento posible, el tema se ha agotado, ya no le interesa a nadie'. Pero cuando publiqué Stalingrado el libro tuvo un éxito inesperado, ni mi editorial ni yo lo esperábamos", rememora el historiador. "Estábamos entrando en una sociedad posmilitar. La salud y la seguridad eran temas cruciales y la idea de una guerra totalitaria era imposible de imaginar, por eso recrear la realidad de lo que ocurrió sobre el terreno tenía un efecto tan poderoso en los lectores".

Zapadores del Tercer Batallón Paracaidista, obligados a rendirse al norte del puente de Arnhem

Al mismo tiempo, había un debate literario sobre el éxito de los ensayos y las novelas históricas. "Un muy buen escritor, Robert McCrum, dijo en The Observer que no era de extrañar porque la base de todo drama humano son las elecciones morales, y en la segunda guerra mundial se tomaron más elecciones morales que en ningún otro periodo de la historia", apunta Beevor.

Guerra urbana y automática

P.- Alguien que ha pasado toda la vida estudiando cómo funciona la guerra, ¿cómo cree que va a ser en un futuro cercano?
R.- Va a ser en esencia una guerra urbana, no solo en casos como los de Mosul o Al Raqa. Hay un cambio fundamental en los ejércitos, ahora son más pequeños. No tienen suficientes tropas como para crear un frente. No podrían defender las fronteras de un país contra un ataque. Así que el lugar estratégico cada vez más van a ser las ciudades y sobre todo las capitales. Y va a ser horrible, increíblemente espantosa. Lo hemos visto anteriormente, en Stalingrado, en Berlín, en Manila… Las peores batallas de la segunda guerra mundial tuvieron lugar en ciudades. Sí, ese es el futuro de la guerra. Hasta el ejército suizo se está preparando para la guerra urbana.

P.- ¿Y qué papel cree que va a tener la tecnología, especialmente la inteligencia artificial?
R.- Sí, esa es otra área por la que preocuparse. Los países sin moralidad están preparados para tener armas automáticas que tomarán sus propias decisiones sobre matar o no. Los vehículos blindados sin conductor del futuro reaccionarán de inmediato ante cualquier amenaza sin ningún tipo de decisión humana detrás. ¿Qué tipo de guerra es ese? Creo que es un futuro bastante aterrador...

P.- Usted escribió un libro sobre la guerra civil española, lo que me da pie a preguntarle por su opinión sobre la exhumación de Franco del Valle de los Caídos.
R.- Sobre el Valle de los Caídos, como con la mayoría de los monumentos del pasado, opino que es mejor dejarlos ahí con propósitos educativos. Respecto a los cuerpos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera sería mejor que los sacaran, pero creo que tiene que ser un asunto entre el gobierno y la familia. La moda de intentar quitar cualquier monumento que odias por motivos políticos, ya sea la esclavitud o el fascismo, creo que es un error. Si es necesario podemos moverlos, porque quizás no los quieras tener en el centro de la plaza mayor de tu ciudad, pero no hay por qué destruirlos. Intentar imponer nuestra moral de hoy día a un periodo anterior es analfabeto desde el punto de vista histórico. Lo importante es entender ese periodo, no justificarlo o perdonarlo. Se trata simplemente de comprender la forma en que las personas se comportaron en el pasado. Como he dicho tantas veces, el deber de un historiador es comprender y transmitir esta comprensión a los lectores, y que ellos saquen sus propias perspectivas.

@FDQuijano