Image: Ángela Segovia, Premio de Poesía Joven Miguel Hernández

Image: Ángela Segovia, Premio de Poesía Joven Miguel Hernández

Letras

Ángela Segovia, Premio de Poesía Joven Miguel Hernández

La poeta ha ganado esta categoría del Premio Nacional de Literatura por la obra La curva se volvió barricada

31 octubre, 2017 01:00

Ángela Segovia. Foto: Álvaro Segovia

La escritora Ángela Segovia (Las Navas del Marqués, Ávila, 1987) ha sido galardonada hoy con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía Joven Miguel Hernández 2017, que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, por la obra La curva se volvió barricada, editada por La Uña Rota. El jurado ha premiado a Ángela Segovia "por representar la apertura de la poesía española hacia nuevos caminos que tienden puentes con nuevas formas de expresión artística y con la poesía hispanoamericana".

Ha escrito los libros de poemas ¿Te duele? (2009, Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande), De paso a la ya tan (2013) y La curva se volvió barricada (2016). Ha publicado poemas en la revista literaria Cuadernos del Matemático (2009) y en la revista Piedra del Molino (2012). Realizó también el fanzine autogestionado Escriaturas junto a otros colaboradores.

También realizó el proyecto teatral Cuarto para niños vivos que no quisieron nacer, con el que participó en los V Encuentros Magalia de Teatro Alternativo. Hizo las piezas de investigación escénico-poética Guerra-vacas (Espacio La Nave, Madrid, 2009), El muro esta noche el río eclíptico (Zírculo Inestable de Tiza, La Tabacalera, Madrid, 2011), Ganas dan decirte muchas de (Festival Intersecciones Poéticas, 2015) y Archiva vía metalada (Picnic Sessions, CA2M, Móstoles, 2015). Desde hace varios años participa activamente en ‘Euraca' (seminario de investigación en lenguas y lenguajes de los últimos días del euro) y actualmente está escribiendo su tesis doctoral, que lleva por título Formas insurgentes de la poesía chilena postgolpe.

El jurado del Premio de Poesía Joven 'Miguel Hernández' ha sido presidido por Óscar Sáenz de Santa María, director general de Industrias Culturales y del Libro y como vicepresidente ha actuado Javier Pascual, Subdirector General del Libro, la Lectura y las Letras Españolas. Ha estado conformado por los siguientes vocales: por la Real Academia Gallega / Real Academia Galega, Olivia Rodríguez; por la Real Academia de la Lengua Vasca / Euskaltzaindia, Karmele Jaio; por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Ángeles Pérez; por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE), Javier Lostalé; por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Julia González; por el Centro de Estudios de Género de la UNED, Ana Isabel Zamorano; designada por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Maica Rivera. Asimismo han formado parte del jurado los dos últimos autores galardonados, Gonzalo Hermo (2015) y Constantino Molina (2016).

En la tarde

De La curva se volvió barricada

Pues me pagas, dijo Dylan. Pero tú me lo diste, Dylan, cuántas veces voy a tener que explicártelo man. Apura o perderemos la barca. Y lo siento, pero no tengo dinero para pagarte. Ah, pues al menos págame con un buen whisky, al menos págame con toda la noche. Sí, pero no tengo un duro, dijo Dylan. ¿Y para qué quieres esa guitarra, hijo? Pero Dylan miró a los lados y no vio su guitarra, normal, porque no la había traído, no tenía ni idea de por qué Dylan estaba hablando de ella si nunca la había visto. Me la dejé en la otra orilla, lo siento, es demasiado confuso, ya no sé si te hablo a ti o me hablo a mí, dijo Dylan. Lo siento, pero no tengo dinero para pagar. Y el viento golpeaba contra su paso. Hay una chiquilla al lado del faro, de nombre Polly. Tienes suerte de que no te hayan robado el nombre pequeña Polly, le dice Dylan mientras se saca los guantes, mira, Polly Polly Polly, lo ves, ahí está, brillante, alrededor de tu cabeza, y se pone junto a ella dando patadas a las sogas de las barcas. El viento hace hablar a las hierbas de las junturas, no dicen nada bueno. Todo es normal. Se oyen los gritos de los borrachos por detrás, un aro ilumina la ventana. El vestido de Polly que tiene florcitas. Dylan le pica el hombro con su dedo de gusano y dice, qué pena que no lo envuelven las flores, qué pena, ten cuidado Polly, que no te quiten las flores del vestido. Polly no se preocupa por Dylan, mira lo marítimo, dice, quién es tu amigo, retirando el dedo de su hombro. Dylan ve atrás y están los ricitos, esos ricitos, ah, ya se acuerda, su nariz respira como hablando, ah, ese, sí, es Dylan el ladrón. Bobby acércate, le dice. No creas que no me hace gracia lo de Bob, acuñaste una transmutación obrera, bien bien (aplaude), pero yo soy un príncipe, un lord, venga, paga ese whisky, vamos Polly, a que sí, tú también deberías tomarte uno antes de que te roben las flores. Hasta Bobby podría hacerlo, es muy fácil, se convierten en polillas y se van, como los nombres. Qué joven eres, ricitos, dice Polly. Lo siento, pero no tengo cigarrillos, me los dejé en la otra orilla, quise volver, pero Dylan se alejaba a toda velocidad por la bordura del puerto. Míralo ahora gritar contra el cristal. Míralo tomar su whisky, míralo ahí declamando con voz en la ventana, sus ojos bailando, pensando que descubrirá China, o algo. ¿Quién te conocerá desconocido? Mala noche, no me comas los dedos, susurra pegado a la ventana, y se da la vuelta. ¿Cuándo vas a explicarme eso de que te lo di mi nombre?


hacia la plaza

De de paso a la ya tan

para ser exactos
el año de la gran sequía
se estrenó la piedra dispuesta en círculo sobre el indómito árbol
y todo para disimular,
tremendo entierro.
lo eléctrico: no se sabía si era voluntario o se caía
y en cualquier caso que la agarró por los zapatos
de un gris lechoso
y aseguró que ya estaba pudriéndose de antes
por la blandura y a pesar del hielo
y que el hielo le había quemado la barbilla
a la que fue arrastrada de nuevo al andén
justo antes de que pasara el rojinegro asunto

devoradores
los túneles no solucionan nada a veces aunque esté lloviendo
roce sin importancia ya para toda una vida

y es más
el bombero que cabalgaba las calles de agosto
en su decidido agujero de dientes
-panorama de niños apuntalados contra la sombra-
estaba trincado en la puerta y
un perro negro enorme le chupaba la mano
era un tipo distante, en general
y le molestaban
y lo intentaba una vez y otra vez
sin decirle nada a nadie
y cuando lo dijo, dijo:
donde voy no me hace falta sea lo que sea que olvide
porque allí no hay memoria
y se tiró
a las vías
y esta vez no estaba el que te cogía por los tacos
y te arrastraba como una respiración
lánguidamente
con todos sus rebaños a la espalda de cuando todo en sí era blanco
y la conducción bien aireada