Image: Bienvenidos a Occidente

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Letras

Bienvenidos a Occidente

Mohsin Hamid

15 septiembre, 2017 02:00

Una refugiada abraza a su hija al llegar a la isla de Lesbos en 2016. Foto: A. Zavallis (ACNUR)

Traducción de Luis Murillo. Reservoir Books. Barcelona, 2017. 171 páginas, 17,90 €

Las dinámicas y, sin embargo, lapidarias novelas de Mohsin Hamid han indagado sin excepción en los convulsivos e inesperados cambios que se están produciendo en el mundo al compás del choque frontal entre tradición y modernidad y del intento de los refugiados -que huyen de la guerra, la pobreza o la desesperación- de abrirse camino a tierras más seguras. Bienvenidos a Occidente, su nueva y absorbente obra, no es una excepción. La novela narra la historia de Said y Nadia, dos emigrantes que abandonan un país sin nombre sumido en la guerra civil y viajan a Grecia, Inglaterra y, por último, Estados Unidos, en un intento de crearse una nueva vida.

La primera mitad de su historia trata de cómo la guerra tuerce la vida cotidiana; la segunda es un cuento sobre la globalización y sus desencantos. Empleando una prosa sobria y cristalina, el autor transmite la experiencia de vivir en una ciudad asediada con una inmediatez afilada y punzante. Hamid se limita a mostrar cómo, de la noche a la mañana, la vida normal -con sus rituales y sus rutinas banales- se puede transmutar en el agazaparse a la defensiva de la existencia en una zona de guerra, en la que el miedo a los camiones bomba y a los disparos de los francotiradores, y la constante vigilancia desde los drones y los helicópteros se convierten en una realidad cotidiana. Asimismo, refleja con qué insidia la violencia altera la vida diaria, cómo las ventanas con hermosas vistas se convierten en una carga, o cómo los funerales se vuelven asuntos apresurados debido a los combates en las calles.

Nadia es ferozmente independiente y ansía descubrir una manera de escapar de la ciudad sitiada. Ella y su novio Said, más introvertido, no tardan en encontrar a un agente que promete proporcionarles un plan de huida a cambio de dinero.

Corren rumores acerca de la existencia de puertas mágicas que trasladan a la gente a tierras extrañas y remotas. La puerta que traspasa la pareja la transporta a una playa de la isla griega de Miconos, donde cientos de emigrantes como ellos viven en un improvisado campamento de refugiados. Más tarde probarán otras puertas que los llevarán a otros continentes. "Entonces se decía -escribe Hamid- que el pasaje era al mismo tiempo como morir y nacer".

El recurso de la puerta mágica recuerda a El león, la bruja y el armario, de C. S. Lewis, en el que cuatro niños descubren un pasadizo secreto a través de un armario de la habitación de invitados al misterioso reino de Narnia. En resumidas cuentas, puede dar la falsa impresión de que el empleo por parte del autor de un artilugio propio de un cuento como medio para trasladar a sus personajes desde su país desgarrado por la guerra a Occidente contraviene el sentido común. ¿Cómo -se preguntará el lector- se pueden condensar los arriesgados viajes que emprenden los refugiados, a merced del sol, la lluvia, el viento, el calor, la sed y los traficantes sin escrúpulos en un simple paso a través de una puerta?

Hamid combina lo real con lo surrealista para crear un universo de ficción que capta los peligros que se filtran bajo los titulares

Al autor, sin embargo, no le interesan tanto las dificultades físicas a las que se enfrentan los refugiados en sus travesías como la psicología del exilio y los costes duraderos de la pérdida y la separación. Muchos personajes de sus primeras novelas -como El fundamentalista reticente y Cómo hacerse asquerosamente rico en el Asia emergente- que han abandonado sus países o a sus familias también se sienten como extraños y anhelan escapar de las ataduras del parentesco, la clase social o las expectativas, pero, al mismo tiempo, añoran la sensación de tener unas raíces. En Bienvenidos a Occidente, Hamid hace un esfuerzo angustioso por comunicar lo que se siente al dejar atrás a la familia y lo que significa abandonar un hogar que, por peligroso y opresivo que haya llegado a ser, no deja de representar lo más próximo y conocido.

Para Said, la oración sigue siendo una manera de conectar con su madre muerta y con su padre, que se negó a hacer el viaje con Nadia y con él. "Rezaba ante todo como una expresión de amor por lo que se había ido y por lo que se iría y no podía ser amado de otra manera", afirma Hamid. Said cree que la oración "tenía que ver con ser un hombre, con formar parte de los hombres; era un ritual que lo conectaba con la edad adulta y con la idea de ser un hombre perteneciente a una categoría determinada; un caballero, un gentilhombre, un defensor de la comunidad, de la fe, de la bondad y del decoro; un hombre, en otras palabras, como su padre".

La experiencia del exilio cambia al dulce y tímido Said. El arrepentimiento por haber abandonado a su padre, la decepción por haber sido engañado por otro emigrante, la amargura de su nueva existencia de improvisación son emociones que pasan factura. Nadia es más aventurera y se adapta más fácilmente, pero incluso esta capacidad de adaptación cambia la dinámica de la relación, que empieza a moverse trabajosamente bajo el peso de su incierta existencia, del hermetismo y la interdependencia forzosos, y de la preocupación de encontrar comida y alojamiento, o trabajo, cada día.

Para dar más amplitud a la novela, el autor intercala la historia de Nadia y Said con fogonazos estroboscópicos de las historias de otras personas de diversas partes del mundo de una manera que recuerda la técnica empleada por David Mitchell en novelas como Escritos fantasma. Esta técnica enfatiza la simultaneidad del tiempo y la experiencia en nuestro mundo globalizado, recordándonos las asombrosas similitudes y las enormes diferencias entre países y personas a lo largo y ancho de un planeta cada vez más interconectado.

Mediante la combinación de lo real con lo surrealista y el empleo de la antigua magia de los cuentos de hadas, Hamid ha creado un universo de ficción que capta los peligros globales que se filtran por debajo de los titulares de la actualidad, al tiempo que traza un retrato perturbadoramente distópico de lo que tal vez nos depare el futuro. En muchos sentidos, el universo de Bienvenidos a Occidente es una extrapolación del mundo en el que vivimos hoy, con guerras como la de Siria, que convierten las ciudades en campos de batalla, crisis políticas, cambios tecnológicos a velocidad de vértigo y tensiones cada vez mayores entre autoctonistas e inmigrantes que amenazan con dar un vuelco drástico a millones de vidas.

Cuenta Hamid que en muchos sitios -como la zona de la bahía de San Francisco, una de las paradas en el viaje de Said y Nadia- "parecía que había llegado el apocalipsis, y sin embargo, no tenía nada de apocalíptico. Es decir, aunque los cambios eran estremecedores, no eran el fin, y la gente encontraba cosas que hacer, y maneras de ser, y personas con las que estar, y empezaban a emerger futuros razonablemente deseables, inconcebibles en el pasado, pero no ahora".

@michikokakutani

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