Image: Por el camino de Umbral

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Letras

Por el camino de Umbral

28 agosto, 2017 02:00

Francisco Umbral

Los columnistas Antonio Lucas, Jorge Bustos, Rosa Belmonte, Manuel Vilas y Jesús Nieto Jurado recuerdan a Francisco Umbral cuando se cumplen 10 años de su muerte.

Reunimos a cinco columnistas herederos del legado de Umbral. Cinco escritores de hoy que evocan en una semblanza al maestro que, como dice Antonio Lucas, "fue el último de una generación de escritores que conocieron una forma de vivir el periodismo que ya no está".


Y ahí sigue. Antonio Lucas

El día en que enterramos a Umbral estábamos ante el columbario siete u ocho personas. De aquel momento guardo una crónica 'secreta' que conocen sólo un puñadito de amigos: Raúl del Pozo, Pérez-Reverte, Gistau, Jabois, Edu Galán. También alguna cómplice muy discreta. Apenas ellos. Lo que sucedió en esa tarde de agosto infernal en el cementerio de La Almudena resultó tan extravagante que en cualquier momento parecía previsible que Umbral doblase la esquina del carril de su nicho para ponerse delante de sus cenizas y tomar nota. Era una putada para su escritura perderse algo así. Guardo esos folios para el día en que toque publicarlos. Vais a flipar. A Umbral le mantengo la devoción, pero ni un paso más. No conviene adular en exceso a los muertos que siguen ahí. Porque Umbral está. Quiero decir que sigue goteando entre algunos de nosotros (menos de los que dicen, más de los que son). Fundó el columnismo de ahora, con apropiaciones muy precisas de Larra y Ramón Gómez de la Serna, con parada en los boxes de algunos escritores falangistas, hasta llegar a César González Ruano. (Y al final le debe casi todo a los poetas). Desentalló el idioma como nadie, metió en el periódico las negritas para cargarse a algunos y algunas, se pasó al enemigo muchas veces para salir más desconcertante de cada contradicción. Quiso escribir como el mejor, sabiendo que escribir era el único calor de abrigo para los niños que nacen fríos. A Umbral, como sucede con Neruda, conviene leerlo muy de golpe al principio para ir distanciándose cuando aún te pilla joven. Y lo que quede, ese poso, esa hebra, su huella, el eco, la nada, será lo mejor. El idioma que va de la ternura a la trinchera. De la libertad al capricho. De la palabra a su verdad, a su música, a su arpón, a su asombro faltón o lírico. No hubo quien llegará más lejos en hacer de la columna su falsa biografía auténtica. Quien explicase en una columna este loco mundo haciéndolo espejo multitudinario sólo para dejarse ver. Pues Umbral sólo miraba hacia Umbral. No aprendió a vivir más allá de sí mismo. Esa fue su conquista. Y su rareza.


Umbral en la catedral. Jorge Bustos

Umbral fue como ese hombre de Mejorada del Campo que lleva años construyendo una catedral propia según su real gusto e invención. Solo que la obra de Umbral es una iglesia pagana, vacía de otro dios que su ego adorado entre las paredes soberbias del estilo. Umbral, como todos, solo quería que lo quisieran, y pronto adivinó que la vía española al amor de los demás es un amor propio desaforado. Se amó mucho pero aún amó más el lenguaje, que codificó en liturgias nuevas, hasta entonces tenidas por irreverentes, desde entonces imitadas como solo mandan los cánones. Umbral se esmeró tanto en construirse un estilo como una personalidad, que en el dandi son la misma cosa, y remató tan brillantemente la equivalencia entre forma y fondo que muchos miméticos feligreses yacen bajo su peso. Sigue siendo el icono del columnista: Umbral es un umbral, una aspiración, la promesa de vivir de la escritura en los periódicos. Pero fuera de su magnético fraseo y de su vivir en escritor a tiempo fijo, Umbral enseña libertad. Decir lo que se quiera, cabrear a quien se pique y tomar copas sin pedir carné. La falta de respeto a toda ideología. Eso también es Umbral, y esta España garrotera ha vuelto a olvidarlo.


La folclórica del columnismo. Rosa Belmonte

Un día anunciaron a Lola Flores que Javier Sádaba iba a ir a 'Sabor a Lolas' (también llevaba intelectuales). Cuenta Raúl del Pozo, guionista del programa, que le gritó: "¡Estoy hasta el coño de que me traigas filósofos!". Pero quedó encantada con el Pájaro Espino, como llamaba a Sádaba. A Umbral, que también estuvo y al que sí conocía, le llamaba el Constipaíllo. Umbral era tan folclórica como ella. Del artisteo. Partícipe de un compadreo que no se daba sólo con la política. En la prosa-sonajero de Umbral (Marsé) las frases eran más importantes que las ideas. La ironía, los juegos de palabras y las negritas, más que el fondo. Jorge Guillén le reprochó jugar y juzgar a la vez. Lo hacía para hablar de Isabel Tenaille o de "los obispos etarras y ese obispo de gabardina que es el señor Arzalluz". En su 'Diccionario de Literatura', dice de Vizcaíno Casas que encontró su gran tema a partir de 1975, algo aplicable a él en su papel de cronista de la transición (sus artículos son un material histórico tan necesario como poco fiable). Lo mejor de Umbral es lo que tiene de folclórica del columnismo.


Cuarteto umbraliano. Manuel Vilas

1.- En la famosa entrevista de televisión en la que Umbral acuñó la inolvidable frase de "yo he venido aquí a hablar de mi libro" el escritor dijo también algo muy relevante y que nunca se cita. Dijo que él no iba a la televisión a opinar porque para eso ya tenía su columna diaria donde decía lo que pensaba y en donde "se jugaba la vida". No, no era retórica. Era la verdad. Se jugaba la vida en cada palabra.

2.- Francisco Umbral hizo lo que pudo con la sociedad y la cultura española que le tocó en suerte. Fue de los primeros escritores españoles que se profesionalizó, junto con Cela, que abrió la puerta. Para vivir de la literatura en la España de la posguerra un escritor tenía que convertirse en un personaje popular, con una estridencia chistosa, castiza, intempestiva y costumbrista. Era la única forma de que en los años cincuenta y sesenta te pagaran los artículos, los libros y las conferencias. La alternativa era convertirte en un escritor dominguero: trabajar de funcionario por las mañanas y escribir un rato por las tardes. Luego, en la década de los ochenta y de los noventa,la cultura española se hizo ideológica y estéticamente más sofisticada, porque España ya era otra.

3.- Umbral es uno de los Premios Cervantes mejor concedidos en la historia del galardón. He leído a Umbral, lo leo, y lo seguiré leyendo siempre. Fue nuestro Bukowski, a su manera y con nuestra España encima. Umbral es un escritor muchísimo más importante que los escritores que se creen o se creyeron más importantes que él. Es su venganza póstuma.

4.- Murió demasiado pronto.


Umbral o el mejor molde. Jesús Nieto Jurado

Francisco Umbral no tiene una sombra alargada, ni émulos. Pero como ha sostenido alguien, todo el columnismo actual es hijo de Umbral: o al menos el columnismo que puede salvar este negocio de la prensa escrita. Francisco Umbral crea -o regenera- el oficio de escribir en los periódicos. Muchos columnistas actuales arguyen que quieren escapar de su influjo, pero caen el error conceptual de confundir influencia por magisterio. Escribir en Umbral es escribir bien; Umbral nos eñseña a los columnistas muchos hallazgos que van del estilo al fondo, y esto no ha sido lo suficientemente valorado. Lo primero es a no desperdiciar el espacio sacrosanto de la columna con la frase hecha, con la vulgaridad, con el análisis de la actualidad más o menos plano. Lo segundo es la capacidad de usar el "yo", la subjetividad más descarada y descarnada, como elemento periodístico de primera magnitud: en el sentido en el que contando su mundo se contaba el mundo. Umbral se hacía parte y partícipe de la Historia, un sujeto atento a la circunstancia, y de ahí, de la circunstancia arribar a la trascendencia. De Umbral no hay que escapar sino empaparse: del idioma, del sonido, de la metáfora insospechada y de una visión del mundo que es crónica de nosotros mismos. En cierta entrevista, Juan Manuel de Prada me confesó que con el tiempo el magisterio de Umbral irá reconociéndose cada vez más. Renegar del umbralismo es optar por la redacción frente a la creación en el diario impreso.