Lorca mirando por el microscopio en la Residencia de Estudiantes, 1923. Foto: Fundación Federico García Lorca

La Residencia de Estudiantes inaugura la exposición Una habitación propia, un recorrido por el largo y fructífero paso de Federico García Lorca por la institución, antes de que su legado, atesorado allí desde 1986, viaje definitivamente hasta el centro de Granada que lleva su nombre.

La Residencia de Estudiantes empieza a entonar el adiós por Federico García Lorca, uno de sus ocupantes más ilustres. Todavía no hay fecha para la transferencia de los fondos del poeta al centro de Granada que lleva su nombre, pero la que fue su casa durante casi una década ya comienza a despedirse. Y lo hace mostrando los recuerdos compartidos y atesorados durante el largo y fructífero paso del poeta por la institución, recogidos en la exposición Una habitación propia. Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes 1919-1936, una muestra, organizada por la Fundación Federico García Lorca y la Residencia de Estudiantes, que recorre el paso del poeta por la Residencia, primero como residente, durante los años 1919-1928, y después, a través de los proyectos que prolongaron su vinculación con ella hasta su muerte en 1936.



"Esta exposición nace con la idea de agradecer a la Residencia todos estos años en los que ha atesorado y preservado el legado de Federico", afirma Laura García-Lorca, sobrina del poeta y presidenta de la Fundación, haciendo referencia al mantenimiento de los fondos de Lorca en la institución desde 1986, año en que se inició el proyecto de recuperación de la Residencia. "Esta casa fue un lugar muy importante para él, y mantuvo una relación muy estrecha con la Residencia durante toda su vida, incluso tras dejarla, desde el Federico estudiante al Federico escritor ya conocido, que volvió aquí muchas veces a dar conferencias y avivar sus recuerdos".



Federico García Lorca y la Residencia de Estudiantes están unidos de manera indisoluble como exponentes de la universalidad de la cultura española contemporánea. En el imaginario colectivo, la Residencia de Estudiantes evoca el encuentro, la fecunda amistad y el intercambio de propuestas creativas de Lorca con sus compañeros de generación, sus más íntimos Luis Buñuel y Salvador Dalí, y con el resto del grupo del 27, cuya gestación tiene mucho que ver con la Residencia. Este clima de creatividad compartida y de efervescencia artística es el que pretende recrear esta muestra, comisariada por el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Granada Andrés Soria Olmedo, que cuenta con una completa selección de manuscritos, libros, fotografías y obra plástica de Federico García Lorca. Los fondos, pertenecientes en su mayoría a la Fundación, se complementan con otros de la propia Residencia y del Museo Reina Sofía, que presta los tres óleos de Dalí que éste regaló al poeta y que la familia vendió a la pinacoteca para sufragar la puesta en marcha de la Fundación. Además, también se exponen cuadros y dibujos de artistas como Rafael Barradas, José Moreno Villa, Benjamín Palencia, Manuel Ángeles Ortiz y José Caballero, entre otros.



De izquierda a derecha, Louis Eaton-Daniel, Juan Centeno, Federico García Lorca, Emilio Prados y José (Pepín) Bello en una habitación de la Residencia de Estudiantes, 1924. Foto: Fundación Federico García Lorca

"Lorca es historia viva de la Residencia y fue animador constante de la casa con sus cautivadoras conversaciones, recitando sus poemas, cantando o interpretando al piano sus arreglos y composiciones y también con sus provocadoras ocurrencias juveniles, como el inacabado y surrealista proyecto de Los putrefactos, con dibujos satíricos de Dalí y que quedó inconcluso por la falta de los textos de Lorca, que éste nunca envió", explica el comisario. "La exposición también subraya la gran importancia de la Residencia para el poeta, lo que fue y supuso para Lorca. Él quería a toda costa estar en Madrid y ser un artista y descubre que su vocación es la Residencia".



De hecho, en una carta enviada a sus padres en 1922, durante un periodo en el que Lorca olvidó renovar su plaza y no pudo acudir a la institución, el poeta escribía: "Yo es que he nacido artista, como el que nace guapo, como el que nace cojo... Si me devolvéis a Granada, me ahogo". En la muestra se exhiben dos cartas inéditas que Lorca escribió a su amigo musicólogo Adolfo Salazar en 1922, en las que el poeta le pide a su amigo que haga una gestión para que pueda volver a la Residencia, pues el escritor ni se planteaba volver a Madrid para residir en otro lugar, ya que según afirma Soria Olmedo, "le espantaba profundamente el mundo de la pensión, el mundo que él identifica con Galdós y Baroja, y quiere un lugar donde poder fluir intelectual y artísticamente". Por eso el comisario defiende el título de la exposición, Una habitación propia, que "no es una usurpación de un lugar común ni un guiño a Virginia Woolf, pues en Lorca había una defensa del espacio, de este espacio de la Residencia como propio e irrenunciable".



Es cierto que la Residencia de Estudiantes fue capital para Lorca. Allí conoció a Dalí, Buñuel, Pepín Bello o José Moreno Villa, personas fundamentales en su inspiración en la vida y en su creación. Este ambiente intelectual era lo que buscaba el autor del Romancero gitano, que se integró en él plenamente. La Residencia ofrecía una estimulación constante ya no solo de los propios compañeros, sino también "de las conferencias, de las que el poeta aseguró haber asistido en los casi diez años que van de 1919 a 1928 a más de 1000, impartidas por todo tipo de ponentes, hasta que le llegó el turno a él mismo de pronunciar las suyas propias", recuerda el comisario. "Lorca abandonó la Residencia en 1928, pero el recuerdo de esta casa fue en él muy constante y lo acompañó hasta el final de sus no muy largos días". Algo que queda patente en el final de la exposición, que termina recordando una entrevista de abril de 1936 donde Lorca recuerda las aportaciones clave realizadas en los años de residencia por José Moreno Villa a la hora de elaborar su obra Doña Rosita la soltera, última obra estrenada en vida del autor.



En la Residencia de Estudiantes se alberga el mejor legado de la llamada Edad de Plata de la cultura española. Fundada en 1910 por la Junta para la Ampliación de Estudios, en 1915 se trasladó a la madrileña Colina de los Chopos, dirigida por su primer director, Alberto Jiménez Fraud, quien hizo un templo de la creación de esta rama de la Institución Libre de Enseñanza. Juan Ramón Jiménez, Falla, Unamuno, Salinas, Ortega y Gasset, Severo Ochoa, Alberti, Dalí o Buñuel, entre otros muchos artistas, acudieron o residieron en este foco abierto de cultura, que también fue centro de debates internacionales y que contó con la visita de personalidades de todos los campos del saber, como Stravinski, Le Corbusier, Einstein o Marie Curie.