Image: Ian Gibson: El Quijote basta para justificar la existencia de España

Image: Ian Gibson: "El Quijote basta para justificar la existencia de España"

Letras

Ian Gibson: "El Quijote basta para justificar la existencia de España"

El hispanista celebra 60 años de dedicación a nuestro país en 'Aventuras ibéricas', un libro que mezcla ensayo, autobiografía y literatura de viajes

13 abril, 2017 02:00

Ian Gibson. Foto: F. D. Quijano

En la librería del salón de Ian Gibson destacan unos viejos prismáticos. Con ellos observa, tras la ventana de su ático en Lavapiés, las bandadas de gaviotas que surcan el cielo de Madrid, descendientes de aquellas que cambiaron hace varias generaciones la costa y los peces por el Manzanares y los vertederos. El famoso hispanista es un gran aficionado a la ornitología, y de hecho los pájaros tienen la culpa, en buena medida, de que haya dedicado 60 años de su vida a estudiar la historia reciente de España, una fecha redonda que celebra con Aventuras ibéricas (Ediciones B). En este libro ha recogido, como señala el subtítulo, todas esas décadas de "recorridos, reflexiones e irreverencias" sobre el mapa de la piel de toro, investigando sobre la guerra civil, el franquismo, García Lorca, Machado, Dalí o Buñuel. Despertó la curiosidad de Gibson por nuestra tierra un naturalista que le habló del vuelo simultáneo de miles de ánsares en el Coto de Doñana y eso le llevó a elegir el español en vez del italiano como segunda lengua de estudio en la Facultad de Letras del Trinity College de Dublín. El primer curso incluía la posibilidad de ampliar conocimientos con una estancia de verano en Madrid y allí se plantó en 1957, por tren desde Francia. Tenía 18 años, apenas conocía el idioma y, mucho menos, el país al que acababa de llegar. Pregunta.- ¿Qué sintió al llegar por primera vez a España? Respuesta.- No sabía nada de España, ni siquiera el idioma, porque solo había estudiado ocho meses de gramática. No sabía nada de la Guerra Civil ni de Franco. Cuando vi por primera vez a los grises no sabía ni lo que era una dictadura. Fue muy chocante para mí ver la brutalidad de la policía cuando había pequeños disturbios. También notaba que la familia que me acogió, en Argüelles, tenía miedo cuando yo preguntaba por el régimen. Miraban hacia los lados, temiendo que las paredes oyeran. Así empecé a descubrir lo que era la España franquista.

También aprendí a hacer tortilla de patatas aquel verano, la señora Olmedo las hacía maravillosas. Poco a poco empecé a aprender y a captar el idioma. Recuerdo también que me impactó mucho Toledo, y lo sigue haciendo cada vez que voy. P.- ¿Se siente heredero de aquellos viajeros románticos que descubrieron al mundo los atractivos de España, como Chateaubriand o Washington Irving? R.- En cierto modo, sí. Comparto la visión romántica de España de aquellos aventureros que descubrieron aquí la mezcla de lo oriental con lo occidental a través de La Alhambra o La Giralda. Además con la Guerra de la Independencia hubo muchísimas tropas francesas e inglesas y los que consiguieron volver a casa contaron las maravillas que habían visto en el sur. Eso desvió la ruta turística de Italia a España. Mira, aquí tengo una primera edición de A hand-book for travellers in Spain, de Richard Ford. Es de 1845. Me dijo Gerald Brenan que es el mejor libro sobre España escrito por un extranjero, tal vez el mejor libro escrito sobre cualquier parte del mundo. Yo lo releo una y otra vez. El libro de Ford es la joya de la pequeña biblioteca de Gibson junto con la primera traducción española de la Guía de campo de las aves de España y demás países de Europa, de Roger Peterson, Guy Mountfort y Philip Hollom, considerada la biblia de los ornitólogos, que compró en su primera visita a España. Sin embargo, la mayoría de los libros de Gibson no están aquí sino en Fuente Vaqueros. En la casa que vio nacer a Federico García Lorca se halla su archivo personal, que fue adquirido a finales de los noventa por la Diputación de Granada: 4.000 volúmenes, documentos y cartas que han servido al autor para escribir sus libros sobre el poeta y sobre los demás hitos de la historia española que ha investigado. "No fue una donación, sino una venta. No puedo ir regalando mi archivo así como así, un escritor tiene que vivir y cada día es más difícil...", confiesa. El inventario del archivo se va ampliando con nuevos libros que el escritor recibe desde todos los rincones del mundo, escritos por estudiosos que forman parte de "una especie de fabuloso club internacional de amantes de la obra de Lorca".

A hand-book for travellers in Spain, de Richard Ford / Guía de campo de las aves de España y demás países de Europa, de Roger Peterson, Guy Mountfort y Philip Hollom

P.- Usted llevó a cabo sus primeras pesquisas sobre Lorca en 1965. Durante el franquismo, ¿ser extranjero era un salvoconducto para poder investigar sin correr riesgos? R.- Por supuesto. Casi nadie podía investigar, con excepción de Molina Fajardo, que era falangista y director del diario Patria, aunque su libro fue publicado póstumamente porque no logró terminarlo en vida. Pero ningún español sospechoso de ser progresista podía hacer lo que yo hice. Me podían haber pegado una hostia de noche en un bar, pero oficialmente no era un crimen preguntar por el tema de Lorca. Mi única precaución era no poner en peligro a mis informadores. Por otra parte, era muy difícil conseguir algún documento. Lo que había era mucha historia oral capaz de volver loco a cualquiera, como le pasó a mi antecesor Agustín Penón. P.- ¿Qué le llevó a trasladarse definitivamente a España con su familia? R.- Yo había abandonado el hispanismo universitario porque no me gustaba tener que examinar y poner nota a los alumnos en algo tan poco matemático como la literatura. Yo quería ser escritor, así que lo dejamos todo y nos fuimos a Francia. Un día, en la cocina de nuestra casa alquilada en la Provenza, tuve una revelación casi religiosa: me vino la idea de hacer una biografía de Lorca, después de haber escrito ya el estudio de su asesinato. Le escribí a Isabel García Lorca, la hermana del poeta, y me dijo que estaría encantada de ayudarme a ordenar los papeles de su hermano. Hablé con un editor en Londres y conseguí una mínima financiación para hacer el cambio desde Francia a Madrid y embarcarme en aquel proyecto que sabía que me ocuparía por lo menos cinco años. Y así empezó mi aventura con la editorial Planeta. P.- ¿Y su primera vez en Granada? ¿Cómo la recuerda? R.- La primera vez fue durante mi luna de miel. Yo ya estaba enganchado a Lorca desde que leí el Romancero gitano, y también había una metáfora del Poema del cante jondo que me fascinaba, un olivar que se abría y cerraba como un abanico. En mi luna de miel descubrí su significado paseando por un olivar y viendo cómo las hileras de olivos se movían a medida que yo las atravesaba. Me sigue fascinando la imagen poética de Lorca, tan telúrica y primitiva, que nace de la vega de Granada. Esto lo explico cuando me invitan a dar charlas en los colegios.
Antes me daban 70.000 euros de adelanto. Hoy solo te dan 2.000 si eres un autor de éxito"
El otro día di una en Vallecas, aunque ya sabes como es eso: los profesores vigilando, los chicos van forzados a escuchar al guiri vetusto hispanista, pero siempre hay tres o cuatro que atienden de verdad. P.- Como autor jubilado que sigue escribiendo y dando charlas, ¿cómo ha vivido la polémica incompatibilidad entre la pensión y los ingresos por conferencias y derechos de autor? R.- Parece que se va a resolver y será un alivio, porque esa norma me parece un maltrato a los creadores. Cuando llevas 40 o 50 años invertidos en tu carrera y te dicen que no puedes ganar más y que incluso te van a poner una multa, eso demuestra el desprecio total a la cultura por parte de nuestros gobernantes. Son los creadores los que dan la categoría a un país. P.- Aparte de eso, ¿cómo ha vivido la precarización del oficio en los últimos años? R.- Antes me daban unos anticipos fantásticos. Me llamaba Borrás, de Planeta, cuando dirigía la colección Espejo de España, y me decía que quería hacer un libro conmigo y que me daba un buen anticipo. Así he hecho unos veinte libros. Me daban el equivalente a 70.000 u 80.000 euros. Hoy solo te dan 2.000 si eres un autor de éxito. Con el periodismo pasa igual. Antes pagaban muy bien las columnas, ahora no. Es terrible para la gente que está empezando. P.- Dice en el libro que España podría ser un paraíso si nos organizáramos mejor. ¿Qué es lo más importante que cambiaría usted? R.- Yo tengo una visión romántica de la península y por eso en las guardas del libro hemos reproducido el mapa de la península con el fantástico sistema de comunicaciones que eran las calzadas romanas. Yo lo que querría es una república federal ibérica. El aislamiento que sufre ahora Portugal es una aberración. Hoy es imposible ir a Lisboa en un tren desde Madrid durante el día, como también lo es comprar un periódico portugués en la Puerta del Sol. P.- En el libro tiene un gran protagonismo el Museo Arqueológico Nacional. ¿A qué se debe este nuevo romance con el museo? R.- La remodelación del Museo Arqueológico Nacional ha sido fantástica, ahora es un museo user friendly. Es un símbolo de la gran España: los políticos andan siempre a la greña, pero los profesionales siguen trabajando pese a los cambios de gobierno, creando cultura con pocos medios.

P.- Dedica un capítulo importante de su nuevo libro al Quijote. ¿La obra de Cervantes refleja la manera de ser de los españoles o, al contrario, los españoles lo hemos tomado como modelo para forjar nuestra identidad? R.- Ambas cosas. Don Miguel conoce profundamente a su pueblo y el libro ha influido en la manera de ver España por parte de los españoles y de los extranjeros. Para mí lo más importante del Quijote es su ironía. Cervantes no puede decir todo lo que quiere porque vive en un momento peligrosísimo por la censura de la Inquisición, sobre todo en relación a los conversos, y los expertos parecen coincidir en que él mismo provenía de una familia de judíos conversos. Aunque algunos lo niegan, como Riquer, yo creo que Cervantes pone en boca del personaje Ricote una visión de la expulsión de los moriscos que hay que leer entre líneas. Hace poco releí la novela en la magnífica edición de Francisco Rico. La existencia de España estaría justificada aunque solo fuera por este libro. P.- Dedica también un capítulo a sus andanzas por Cataluña. ¿Cómo la ha visto cambiar desde sus primeras visitas? R.- La tendencia separatista siempre ha existido allí. Lo dice el mismo Richard Ford: "Cataluña, el país clásico de la rebelión, siempre dispuesta a irse". Es el principal problema de un pueblo bilingüe que se siente diferente. Lo viví con fascinación sobre todo a través de mi investigación sobre las estancias de Lorca con Dalí y haciendo la biografía del pintor. Siempre me ha fascinado el idioma y la literatura catalanes. La idea del separatismo me parece una locura, pero es cierto que fuera de Cataluña no se aprecia la gran riqueza de esta mezcla de lenguas. P.- ¿Y cómo ve el actual enfrentamiento político entre Cataluña y el Estado? R.- En este conflicto subyace el dogma de que la esencia de España es su unidad. La derecha la sigue viendo como algo sagrado, cree que Cataluña, con su idioma propio, es una afrenta a esta unidad deseada por Dios omnipotente. Se podrían haber construido puentes de entendimiento, primero estudiando el idioma. Investigando en Cadaqués vi como, a raíz de la Nueva Planta decretada por Felipe V en Cataluña, de la noche a la mañana se impuso como lengua oficial el castellano. Eso es un ataque al corazón de una cultura. Pasó lo mismo en Irlanda con el celta, suprimido a fuego y sangre por los ingleses. Esto inevitablemente genera una reacción porque la lengua es algo tremendamente visceral. P.- ¿Cuáles son los rasgos y costumbres de los españoles que más le gustan y cuáles los que más le irritan? R.- Lo que más me gusta de los españoles es su falta de esnobismo y lo democrático que resulta ira a un bar y hablar con la gente. Esto facilita el acceso a los extranjeros. Me recuerda mucho a Irlanda. Por otra parte, ese fantástico calor humano produce demasiado ruido, y eso me molesta. Todo el mundo quiere hablar y eso hace que escuche menos. Es un producto de la tremebunda vitalidad de la gente, que no puede callarse ni un momento. Eduardo Inda es el perfecto ejemplo de esto. P.- ¿Piensa que los irlandeses se parecen más a los españoles que a los británicos? R.- Mucho más. De hecho creo que se podría demostrar que hay un parentesco entre ambos pueblos, a través de los celtas. Irlanda es España sin sol. P.- ¿Por que se estableció en Lavapiés? R.- Es el pueblo que más me gusta del mundo. Lavapiés es el mejor pueblo de España porque está en el corazón de Madrid, no en un valle perdido, y a solo 8 minutos a pie del Teatro Español. Tiene una gran vitalidad, con su mezcla de etnias e idiomas y más de 20 teatros locales, además del Valle-Inclán. Y además desde mi ventana veo una rica vida ornitológica. ¿Qué más puedo pedir? @FDQuijano