Image: Lêdo Ivo, homenaje a un poeta español

Image: Lêdo Ivo, homenaje a un "poeta español"

Letras

Lêdo Ivo, homenaje a un "poeta español"

16 enero, 2017 01:00

Lêdo Ivo durante su visita a la Residencia de Estudiantes en 2011

La Residencia de Estudiantes homenajea al poeta brasileño, figura clave en la literatura de su país y máximo representante de la Generación del 45, fallecido en Sevilla en 2012.

La muerte sorprendió a Lêdo Ivo (Maceió, Brasil, 1924 - Sevilla, 2012), figura clave de la literatura brasileña y máximo representante (junto a João Cabral de Melo Neto) de la Generación poética del 45, paseando por Sevilla en lo que su hijo, el pintor Gonçalo Ivo, calificó como "un viaje sentimental. Él sabía que el fin estaba próximo y quería ver a algunos amigos en Madrid como Juan Carlos Mestre y Martín López-Vega. Era consciente de que la muerte le acechaba, pero no quiso marcharse sin pisar por última vez la tierra de Góngora y Quevedo. Mi padre siempre tuvo una gran ligazón con España", relataba entonces.

Esta querencia por nuestro país le llevó a ser, en una de sus últimas visitas, uno de los primeros poetas invitados al programa Poeta en Residencia de la Residencia de Estudiantes en otoño de 2011, del que el poeta y traductor Martín López-Vega, amigo personal de Ivo, recuerda: "Estábamos una mañana en la Residencia de Estudiantes, junto al poeta Luis Muñoz, viendo los libros que habían sido de Cernuda. Lêdo tomó un tomo de Antonio Machado y nos leyó en voz alta 'A un olmo seco'. Ahora, siempre que recuerdo ese poema lo escucho en su voz".

Rememorando esa visita y cerca de cumplirse el quinto aniversario del fallecimiento de Ivo, la centenaria institución prepara un merecido homenaje al poeta alagoano, el primero que se le dedica en España después de su muerte. En él participan este lunes a las 19:30 el ensayista y profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro Gilberto Araújo, que ha escrito antologías de los grandes poetas brasileños de todos los tiempos y es autor de Literatura brasileira: pontos de fuga (2014); junto al escritor y experto en literatura brasileña Antonio Maura, miembro correspondiente de la Academia Brasileña de Letras desde 2011 y autor del libro Cartografía literaria de Brasil (2014).

"Lêdo Ivo hablaba con una voz casi homérica, oceánica, de esas que llegan a todos los ámbitos. Su poesía tiene una resonancia que transforma las pequeñas cosas hasta convertirlas en algo grandioso, muchas veces la propia visión física, sensorial de las cosas es la que permite dotar de un contenido metafísico a la vida y a la realidad", asegura Maura. "Este acto pretende intentar que emerja la figura de Lêdo Ivo como poeta, a través de sus poemas, de una belleza impresionante; y como hombre a través de su estancia en España. Es un homenaje a él en su totalidad buceando en sus diferentes aspectos", explica.

La relación de Ivo con España trasciende el interés personal hasta alcanzar de manera significativa su obra. Desde muy joven se dijo atraído por las letras españolas y devoró la obra de Gonzalo de Berceo, Lope de Vega, García Lorca, Alberti y Machado, por quien tenía una especial predilección, pues aseguraba que "su obra permitía estar más cerca de los hombres". "Sin la huella de nuestro barroco su poesía hubiera sido muy diferente", afirma López-Vega. "Pocos poetas han entendido como él que ser popular y ser culto no son cosas diferentes, y que lo fundamental es distinguir lo esencial de lo accesorio, el alma de las cosas de sus adornos".

Desde hace una década, la presencia de la obra del brasileño en España se hizo tan frecuente, que López-Vega llegó a asegurar que "dentro de poco no nos quedará más remedio que considerarle un poeta español". Su primer libro en llegar a nuestro país fue La moneda perdida (Olifante, 2004). Después, su nombre empezó a sonar con fuerza gracias a Juan Carlos Mestre, que tradujo el poema "Cavalo morto", que comienza diciendo que "Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lêdo Ivo". El propio Mestre y Guadalupe Grande elaboraron una antología que titularon La aldea de sal, publicada por Calambur en 2009. El Centro Cultural de la Generación del 27 publicó ese mismo año Réquiem en traducción de Marta Spagnuolo. Y en la editorial Vaso Roto han aparecido Rumor nocturno, Plenilunio y Calima, publicado antes en España que en Brasil.

Esto mismo ocurrió con su poemario póstumo Aurora, que a entender de López-Vega, "tenía algo de testamento". Él fue el traductor y editor del libro, e iba recibiendo los poemas de que Ivo le enviaba en un encargo que desprende el afán de irse despidiendo del mundo. Un claro ejemplo de esto es el poema final, "Serenata", que se abre con un verso que no es cualquier verso en una persona que intuye su final: "Ha llegado mi hora". El poeta dice adiós y parece marcharse con prisa, pero no ve un muro o un final tras su partida, pues nos señala que lo que parece ser "noche" "anuncia ya la aurora", una visión que encaja con su carácter optimista y sencillo. En esos últimos momentos decía a López-Vega: "La musa no quiere dejarme en paz". "Sabía bien lo que hacía; él era de los pocos que podrían hacerla inmortal", asegura el traductor.

Y es que según afirmaba el propio Ivo, "No fui yo quien escogió la poesía. Fue la poesía la que me escogió. Desde la adolescencia la practico o intento practicarla, obedeciendo al misterio de una vocación que va más allá de la reflexión crítica". Y reivindicaba un modelo de poesía comprometida con el individuo y la sociedad. Una obra que se alejara de la poesía pura dirigida a una inmensa minoría para orientarse a celebrar el universo a través de sus versos. Prefería, como hizo alusión en más de una ocasión, por tratar de la vida cotidiana y de la condición humana. "La poesía es una actividad profundamente personal, regida por el misterio de la vocación, y a la vez profundamente colectiva, desde que cada poeta pertenece a una tribu inmemorial que procede del inicio de los tiempos. "Todos somos seres colectivos", advierte Goethe. Esto significa que no sabemos dónde empezamos, ni dónde terminamos, dónde somos nosotros y dónde somos los otros, y aún si nosotros somos los otros".

Cavalo Morto

En Cavalo Morto las muchachas acostumbran salir de paseo con los soldados.
Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil:
después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un alfabeto azul y blanco,
el nombre de los enamorados: José, Antônio, Manuel, Joâo.

Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre la maleza.
Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna.
Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos.
Sólo existen los soldados del batallón.

En agosto, enero, en septiembre, las muchachas aman en Cavalo Morto.
Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la arena
del camino algo como un rastro de espuma o velo.
Los soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!

De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado.
Y si pasas un día por allí y oyes voces, risas y gemidos
de amor, no te asustes por miedo a los fantasmas.
Son las muchachas amándose con los soldados en Cavalo Morto


El mar al revés

El mar al revés:
las constelaciones
son navíos.
La poesía es una mentira.
Las estrellas no son navíos.
El cielo es una ilusión.
La verdad está en la tierra,
en los navíos anclados
a lo largo del muelle.


Aurora

Al romper la aurora
todo es epifanía.
Y mi vida entera
en mí vive el instante
de luz y de alegría
y el sol indispensable
viene a clarear mi día.
Poco importa lo que traigan
las horas traicioneras
que están a mi espera
apostadas en el horizonte.
En esta aurora radiante
ya sé que la oscuridad
venida del cielo celoso
se posará en mi suelo
y la bruja insaciable
emergerá de la tiniebla
trayendo para mí
la sábana siniestra
que apaga para siempre
la luz de cualquier sol.
Mas poco importa todo esto.
Llego de la sombra,
del misterio de la noche,
y escucho jubiloso
la voz innumerable
de la promesa del día.
¡Sin embargo, sin embargo!
Estoy naciendo ahora
-naciendo de mí mismo-
al mundo luminoso
de una aurora perpetua.
Y traigo la claridad
que me permite ver
la materia del mundo.
Y todo es epifanía.


Serenata

Ha llegado mi hora.
Partiré sin demora.
Me voy pues la noche
anuncia ya la aurora.
Voy diciendo adiós a todo
y diciendo adiós a nada,
al seno desnudo, al viento
y a la llave oxidada.
Y digo adiós a la vida
y a mi propia suerte
mientras se despliega
el estandarte de la muerte.
Y digo también adiós
a la gaviota posada
sobre el semáforo
y a la barca averiada.
Es la hora de la partida.
Marcho sin llevar nada
al fin de la madrugada,
en la aurora amanecida.