José Manuel Caballero Bonald

José Manuel Caballero Bonald

Letras

Caballero Bonald, Premio Francisco Umbral

El escritor ha sido galardonado por su poemario 'Desaprendizajes' (Seix Barral), la recopilación de su producción poética en prosa

9 febrero, 2016 01:00

José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) ha sido galardonado con la V edición del Premio Francisco Umbral al Libro del Año por su poemario Desaprendizajes, publicado por Seix Barral. El premio tiene una dotación de 12.000 euros e incluye una estatua diseñada por Alberto Corazón. El jurado, presidido por Manuel Llorente Machado, redactor jefe de la sección de Cultura de El Mundo, ha designado ganador al escritor por unanimidad y ha estado integrado por: César Antonio Molina, escritor y director de Casa del Lector; Fanny Rubio, escritora y catedrática de Literatura de la UCM; Santos Sanz Villanueva, crítico y catedrático de Literatura de la UCM; Fernando R. Lafuente, director de Revista de Occidente; Carlos Aganzo, poeta y director de El Norte de Castilla y Juan Cruz, director adjunto de El País.

El jurado ha premiado la obra por "el extraordinario vigor y lucidez de una poesía escrita con una claridad y una sinceridad meridianas, desde el ejercicio de la insobornable libertad en la creación literaria. Desaprendizajes así lo atestigua". Fernando R. Lafuente ha destacado del libro que "es tan ingenuo como certero y contundente. Conmovedor: lo que uno hace con este libro es volver al principio, todos los protocolos de la vida se van cerrando y se abre la condición de la más absoluta libertad creadora necesaria en cualquier escritor".

Como afirma en su crítica Juan Bonilla "Desaprendizajes extiende y ahonda la obra poética de Caballero Bonald sin recurrir, como suele pasar con aquellos que han alcanzado una voz tan personal y reconocible, ni a la virguería pompier ni a la fatigada repetición". El propio escritor aseguraba sobre el libro que lo que tuvo claro desde el principio fue el tono: "Si encuentras el tono, todo lo demás es ya cuestión de capacidad poética, o sea, de sensibilidad lingüística. De modo que el libro estaba ya más o menos articulado antes de escribirlo". El título, procede de una cita de Heráclito: "La armonía de lo invisible es mayor que la de lo visible. Para llegar a saberlo hay que desaprender lo que se sabe", que hace de hilo conductor de los poemas y con la que comulga plenamente el autor, "Sí, hay que desaprender ciertas cosas y aprenderlas de otra manera".

Como ha señalado durante la rueda de prensa Dña. María España, viuda del escritor Francisco Umbral, tras hablar con Caballero Bonald "el ganador está muy contento, era muy amigo de Paco y se admiraban. Estoy segura de que Paco habría estado muy contento de haberle premiado a él". Caballero Bonald se une con la concesión de este galardón a una nómina de insignes escritores que recibieron el premio en ediciones anteriores como J. J. Armas Marcelo, el desaparecido Rafael Chirbes, Luis Mateo Díez y Manuel Longares.

La Fundación Francisco Umbral nació el 12 de enero de 2009 con el objetivo de estudiar, preservar y difundir la obra, tanto periodística como literaria, de este escritor, además de servir a nuestra cultura ayudando en el fomento de las letras y del idioma español. Por todo ello, la Fundación decidió poner en marcha este premio a la creación literaria.

Sobre la eficacia de la duda

La carencia de dudas vertebra el catecismo del dogmático. Nadie que esté seguro de todo lo que afecta a

su experiencia cotidiana, a sus condicionantes afanosos, está capacitado para esgrimir la incauta potestad

de lo irrefutable, sólo podrá emular a los que gustan de la hipocresía como incumbencia del saber. Nunca eslo fidedigno una premisa ni siquiera fugaz para acceder a la espesura del conocimiento, pues ninguna lección más perniciosa que la que suministran quienes jamás incurren en erratas. Hartos impartidores de verdades se juntan de continuo en los podios del discernimiento, allí donde se dilucidan las más conspicuas tramas de lo nunca dudoso. Qué palabra inhumana la palabra certeza, dije en difusos días discordantes. Pero aquí no hay respuestas, sólo preguntas imprecisas, volubles, provisorias. Nada es palmario ni veraz, todo es versátil y azaroso. Pobre de mí que, después de tan tenaces pretensiones, apenas he logrado dudar de unas pocas materias esenciales de la vida.

Ópera omnia

Ese libro que por desgana o convicción no se escribió nunca pertenece a la historia universal de la literatura. Sus innominados nutrientes se hacinan en la fosa común de la inmortalidad. Nunca visibles pero sí latentes, lo tácito concierne a lo recóndito, articula un sentido nunca exteriorizado en virtud de su preservación. La síntesis sólo ocasionalmente se opone a lo múltiple, de modo que ese texto no existente propone una lectura que ronda el absoluto. Acaso sea creíble por lo insólita semejante contribución a los trabajos de la inteligencia; acaso sea viable prever cómo el silencio se constriñe hasta hacer fascinante la desmesura de la nada. Pero hay algo empero más poderoso que esa desmesura: la carencia de todo sustentáculo usual, la incorregible privación de aquello que podría haber suplido taxativamente al ornamento del vacío, algo parecido a una contradicción en términos, la luz oscura de los gnósticos. En el puro recinto de la literatura, los temas siempre son superfluos, amén de innecesarios; no atañen para nada a la sustancia generadora de una explicación del mundo que repudia el sostén ilustrativo de la palabra. En ese libro no escrito está implícita la definitoria capacidad iluminadora de quien no lo escribió.

Prodigioso abismo

Si te vales de los utensilios de la poesía para hacer tus propios diagnósticos sobre la realidad, ¿lograrás alguna vez lo más complejo: la concordancia entre lo insuficiente y lo absoluto? Usas palabras de impredecible filiación alumbradora, usas palabras con boquetes de fecundante lucidez, palabras que te tientan ya juntas desde un espejo opaco y te interrogan sobre el borde alucinatorio que circunda el centro oscuro de la vida. Nada de eso te sirve sino mal para extraerle algún matiz iluminante al yacimiento de las predicciones, nada de eso te habrá de conducir sino por aproximación al escrutinio de lo no sabido. Buscas la luz, pero la luz se obstina en guarecerse en su negro hermetismo imaginario. Las señales te asedian y rehúyen a la vez, te van suministrando ardides, vacilaciones, pistas falsas. ¿Llegas, no llegas, te asomas, no te asomas al brocal de la adivinación, al prodigioso abismo? Hay quien en una repentina derivación pensante osa romper el sello, rebasar la frontera, vulnerar lo prohibido, pero eso apenas constituye un atisbo cuyo fulgor sugiere el del relámpago. Alrededor se expande el silencioso rastro de esa respuesta que no es más que otra pregunta, ese imposible vínculo entre lo perdidizo y lo nunca encontrado, entre lo insuficiente y lo absoluto. Entre la contingencia y la locura.