Image: Félix de Azúa: El sexo, el turismo y el deporte son hoy el único sentido de la existencia

Image: Félix de Azúa: "El sexo, el turismo y el deporte son hoy el único sentido de la existencia"

Letras

Félix de Azúa: "El sexo, el turismo y el deporte son hoy el único sentido de la existencia"

18 marzo, 2015 01:00

Félix de Azúa. Foto: Domenec Umbert

El escritor publica la tercera entrega de su falsa autobiografía en marcha, Génesis (Literatura Random House), en donde escribe, dice, la "autobiografía de todo el mundo".

Génesis (Literatura Random House) es la tercera entrega de la autobiografía de Félix de Azúa. "Autobiografía falsa", se apresura a corregir él, y afina aún más: "Aquí cuento cómo nace un personaje cualquiera que decide un día dedicarse a esto de las artes y las letras". Después de Autobiografía sin vida y Autobiografía de papel, el escritor, doctor en filosofía y durante treinta años profesor de Estética en la universidad, narra en este libro la que, por orden cronológico, sería la primera historia: la de su creación. Y lo hace en dos partes. Por un lado, la historia bíblica del Génesis, o el origen mítico del hombre occidental; y por otro, una historia convencional, "casi un serial latinoamericano", de una familia de exiliados vascos que se instala en Venezuela.

"La autobiografía del narrador es como la autobiografía de todo el mundo. Por eso lo explico a partir del origen mítico del ser humano según la cultura judeocristiana; es decir, lo explico a partir de Adán y Eva, de la expulsión del paraíso, del hijo asesino. Cada cultura tiene un mito genesiaco y el nuestro es este, un mito muy raro, por cierto, que ha dado lugar a una civilización extrañísima. Incluso la gente que cree que la Biblia es una comedia musical, incluso esos, aunque no lo sepan, llevan dentro el mito originario, que hace que sea imposible librarnos de algo tan esencial como la culpabilidad, que forma parte de la psicología de Occidente".

Pregunta.- Hace un par de años habló de este libro en una entrevista. Dijo que los jóvenes no lo íbamos a entender precisamente porque no entendemos lo que es la culpabilidad...
Respuesta.- Es que este libro se refiere a un momento de la cultura occidental que dura exactamente desde la Revolución Francesa hasta 1970. Pero esa cultura se acabó. No existe. Y lo que viene después es otra cosa. Llevo muchos años diciéndolo y poniéndome muy pesado con esto, y ahora ya empieza a haber gente que dice que es verdad. Pero tampoco hay que ponerse dramático: las cosas se acaban, como los zares en Rusia.

P.- ¿Y qué viene después?
R.- Pues no se sabe aún muy bien: sois vosotros, los posmodernos. Es muy evidente en cuanto a la culpabilidad, al sentido de la responsabilidad, que ya no existe para los menores de cuarenta años. Los de mi generación vivimos bajo ese sentido de culpa y nos lo podemos saltar, claro, pero sabemos que nos lo estamos saltando. Le pongo un ejemplo. Todos esos corruptos de mi generación o un poco más jóvenes saben cuál es el mal y el bien, pero se lo saltan, y de ese modo por lo menos se envilecen. Yo no sé si dentro de veinte años esa diferencia seguirá en pie. Fíjese que hay lugares muy posmodernos ya, como Andalucía, en donde no parece que haya una clara visión del mal y del bien. Yo pienso que la posmodernidad irá cada vez ocupando un mayor territorio. Vamos hacia un mundo en el que el mito del Génesis va a dejar de funcionar.

P.- ¿Está ese sentido de la responsabilidad y la culpa en la base del progreso de Occidente?
R.- Solo hay que observar los lugares en donde esa culpabilidad no existe, como en buena parte de los países árabes. Allí se dedicaron durante siglos al comercio de esclavos, a la industria del secuestro y ahora ocurre que se dedican a todas esas actividades y no creen que estén transgrediendo nada, solo hacen lo que hacían sus padres, sus abuelos... un poco como la familia Pujol, ¿no?

El odio es natural. Pero hay culturas, como la Occidental, que trabajan una corrección de ese principio natural"

P.- El odio al diferente, al de fuera, al que no es y actúa como nosotros ya está en la Biblia. ¿Es consustancial al ser humano?
R.- La pregunta es compleja. El odio al otro es lo más natural, eso lo primero. Yo ahora veo con frecuencia el funcionamiento del patio del colegio donde va mi hija, y te das cuenta de que todos los niños son nazis. En cuanto pueden le cascan al otro para quitarle el juguete o porque les cae mal. Si hay uno que tiene algún defecto físico, está perdido. Así que es natural. El odio es natural. Pero muchas culturas trabajan una corrección de ese principio natural. Es el caso de la nuestra. Esa es la diferencia principal entre Occidente y otras civilizaciones. Hay culturas que no tienen el menor interés en corregir esto y, al revés, lo fomentan. El Tercer Reich o el comunismo en Rusia son momentos en que esa corrección dejó de funcionar.

P.- En Europa resurgen los partidos radicales, de la extrema derecha a la extrema izquierda. ¿Está dejando de funcionar nuestro sistema corrector?
R.- Veremos. En Francia viven siete millones de musulmanes y viven bien, desde luego mejor que en sus países. Pensar que siete millones de occidentales puedan vivir en un país no occidental en las condiciones en que viven los musulmanes en Francia es simplemente ciencia ficción. En principio, nosotros corregimos más fuertemente esa diferencia, pero hay excepciones como la del País Vasco, Cataluña, los partidos racistas de Holanda, la Liga Norte en Italia. La tentación del regreso de la bestia primitiva siempre está presente.

P.- En el caso de Cataluña, ¿es momentáneo y volverá a imperar la sensatez o es el principio de algo que no tiene vuelta atrás?
R.- Pues no lo sabemos. Pero en este momento la pulsión de exclusión es fortísima. En Cataluña, pero también en Europa, claro. Y está ocurriendo en otros lugares también, como Australia. En Estados Unidos no. No sabemos adónde irá a parar esto, pero por si acaso hay que prepararse.

P.- Cuando usted abandonó Barcelona y se instaló en Madrid, en 2010, fue noticia. ¿El tiempo le ha dado la razón?
R.- Eso se llama el complejo de Casandra. Ya sabe, el personaje mítico grecolatino que conoce el futuro antes que los demás. A Casandra le dan muchas tortas, pero luego sus predicciones se cumplen siempre.

"La universidad no existe"

P.- Ya ha pasado tiempo desde que abandonó la universidad. ¿Cree que han ido las cosas a peor?
R.- Está claro, ¿no? Hace treinta años podías introducir algo de complejidad en las clases. Ahora ya nada. Han ido desapareciendo herramientas básicas como la lectura. Yo no soy nostálgico, pero la desaparición de la lectura es algo dramático porque es la pérdida de una herramienta que ha sido esencial para la civilización occidental. Esto era algo que nos diferenciaba de otras civilizaciones. En la civilización islámica, por ejemplo, la lectura no existe; es más, está perseguida.

P.- El narrador de Génesis se describe como un "profesor benévolo, aunque particularmente solitario. Arisco y misántropo". ¿Es ese el retrato de Félix de Azúa?
R.- En las autobiografías estoy yo, pero es todo literatura. Me divierte mucho ver qué parte de mí se parece a los demás; yo busco eso y no la originalidad. Y ese profesor misántropo, huraño, refugiado en la literatura y las artes es habitual.

La lectura ha desaparecido y es dramático porque es lo que nos diferenciaba de otras culturas"

P.- Escribe que a ese profesor le salvan el arte y la literatura. Le salvan, tras la pérdida del Edén, de la mortificación e incluso de cometer asesinatos. ¿Es esa la misión del arte?
R.- Sí, aunque cuando lo digamos suene un poco cursi. Arte es también beberse adecuadamente una botella de vino y literatura es el Informe de la Ley Agraria de Jovellanos. Ya ve que mi visión es muy amplia. El arte es, ante todo, el único modo que tenemos de no morirnos tontos. La religión ya no sirve y la ciencia necesita toda una vida para entender el cromosoma de una mosca. Por eso el arte y la literatura son concienzudamente combatidos por todos los gobiernos, sobre todo por los gobiernos socialistas y populares.

P.- Alguna vez ha dicho que el arte dejó de existir en los años setenta.
R.- Sí, es que ya no existe el arte con mayúsculas, pero sí las artes en general. Es decir, Antonio López sigue haciendo sus cuadritos para gente muy rica que los pone encima del piano; pero esto ya no pertenece a la historia del arte. El arte con mayúsculas se acabó en 1970.

P.- ¿Qué ocurrió?
R.- Está muy relacionado con el tema del cainismo, esto que hace que nos volvamos siempre en contra de nuestras propias creaciones. A partir de los setenta los artistas comenzaron a combatir el arte, todo esto de quemar los museos y decir que el arte es poner un ladrillo en medio de la sala... Y lo han conseguido. Han destruido el arte por completo. Pero esto no tiene arreglo porque hay una cantidad de dinero alrededor gigantesca.

P.- ¿Y la novela? El lector desconfía cada vez más de la ficción pura, todo son novelas históricas que se valoran en función de su fidelidad a los hechos, biografías, autobiografías...
R.- Sí, aunque la ficción pura quizá sobrevive en la novela negra, en las sombras de Grey, que además es un poco porno, y poco más. Pero la antigua ficción verdadera provoca suspicacia. Hoy se escriben novelas que le han pasado a uno porque parece ser el único modo de que el lector se las crea. O bien, como dices, se escriben novelas sobre un suceso histórico. O la historia de un niño con parálisis cerebral que acaba siendo premio Nobel, o la de una paralítica que acaba de campeona de los cien metros lisos, o la de un falso impostor como el de Cercas. Obedece todo a lo mismo: a que nadie entiende ya por qué debe leer a Balzac. Eso se acabó. Yo no digo que no se vayan a escribir más novelas; lo que digo es que se ha terminado la novela con N mayúscula. Se acabaron Balzac, Proust, Joyce, Kafka, Faulkner. De eso se ha dado cuenta Cercas, y hace muy bien, porque es un profesional. Y Mario Vargas Llosa, que es también un profesional, quizá el mejor, y hace mucho que practica esto. Y McEwan, otro gran escritor en el sentido artesanal. Piense en Expiación, por ejemplo: lo mejor del libro es la derrota de Dunkerque.

P.- Pero el ser humano necesita ficciones. ¿Dónde las encuentra? ¿En las series?
R.- El lector dice: para ficción ya tengo la tele, internet, ya me engañan los políticos. Así que buscan en la literatura algo verdadero. Y tienen razón, lo que no comprenden es que hay más verdad en una novela de Balzac que en cualquiera de estas novelas que cuentan realidades. Por otro lado se venden bestsellers. La gente busca la verdad de las catedrales en un libro de Ken Follet y no en Nuestra señora de París, de Victor Hugo. Etcétera.

La universidad era un filtro y ahora es un parking, un gigantesco parking"

P.- ¿Se puede hacer algo contra esto? ¿Cree que se puede reeducar al lector?
R.- No se puede hacer nada. Antes la universidad servía para esto. La universidad era un filtro y ahora es, cómo le diría, un parking, un gigantesco parking. Ahora el filtro es otro, porque claro que salen chavales jóvenes que leen y se convierten en personas inteligentes capaces de combatir las mentiras. Pero siempre a título particular. Ya no existe una institución que defienda esto. La mejor prueba es que el partido de Pablo Iglesias II ha nacido en la Universidad; es una paradoja gigantesca. Y monstruosa.

P.- Bueno, a los miembros de Podemos hay quien les afea precisamente eso: que sean teóricos que viven fuera de la realidad.
R.- Eso parece, pero son muy listos en la realidad -digamos- real. Han conseguido subvenciones de dos lugares a los que nadie se acercaba porque apestan, que son Venezuela e Irán. No son muy inteligentes, pero son listísimos. Ahora han mostrado su obediencia a Venezuela, falta que muestren su deuda con Irán, que en algún momento saldrá. Aunque no creo que cuelguen homosexuales en la Puerta del Sol. No les veo capaces de tanto.

P.- Ha hecho referencia a su amplia visión de lo que es literatura. Su misma carrera es un ejemplo: empezó en la poesía y fue incluido en la famosa antología de los novísimos de Castellet. Después ha trabajado prácticamente todos los géneros. ¿Por qué tanta promiscuidad?
R.- Pues en parte por aburrimiento y en parte, y no tengo problema en admitirlo, por fracaso. En poesía o aspiras al máximo o has de conformarte con los versos. Yo escribí versos, es verdad, pero nunca llegué a escribir poesía. La poesía la han escrito cuatro: Sófocles, Shakespeare, Hölderlin y poco más. Los versos están muy bien y yo los leo con muchísimo placer, pero no puedo dedicarme a ello. Con la novela sucedió lo mismo hasta que empecé a inventarme estas novelas raras. Y en el ensayo igual. Yo los ensayos los escribo de una manera muy rara; fíjese que mi obra más completa, que es el diccionario de las artes, es eso: un diccionario. Lo único que no he tocado, que es el teatro, ahora me tienta; pero creo que el teatro requiere unos conocimientos técnicos que yo no tengo. Así que quizá no me atreva. Quizá un serial de televisión...

P.- ¿Nunca ha vuelto a escribir poemas, ni siquiera sin la intención de publicarlos?
R.- Alguna vez sí... alguna vez me viene algún poema... esto usted sabe que depende de la poesía, que es la que viene; no es el poeta el que busca al poema, sino al contrario. Esto suena muy cursi, pero es absolutamente real. También se puede hacer una poesía externa, como la que hacía Byron, que es un enorme poeta de la frialdad, de la distancia, de la objetividad. Esa no era la poesía que yo hacía o quería hacer. Hay muy pocos poetas porque la poesía exige que entregues la vida. Yo solo conozco a dos poetas a los que la poesía les chupó la vida: Leopoldo María Panero y Claudio Rodríguez.

P.- Y del resto, ¿quiénes le gustan?
R.- Del otro tipo, de los poetas de la distancia, también los hay muy buenos: Gil de Biedma, Gabriel Ferrater...

P.- ¿Y de los poetas vivos? ¿A quiénes lee?
R.- Me interesa mucho Francisco Ferrer Lerín como poeta de la intimidad. Y Jon Juaristi, Jordi Ibáñez... hay muchos, seguro que ahora me estoy olvidando de la mayoría.

P.- En su novela dice, irónicamente, que el sexo lo creó Dios para entretenernos. ¿Cree que estamos más obsesionados con el sexo ahora o siempre ha sido así?
R.- El sexo siempre ha servido o bien para escribir obras magníficas como Romeo y Julieta o bien para tener hijos. Esto último se hacía porque los hijos eran necesarios para el campo, para trabajar la tierra. O sea, supervivencia. Un asesor de Nixon dijo en una reunión, y se conservan las grabaciones, que para calmar las protestas por la Guerra de Vietnam la solución era poner a la gente a follar inmediatamente. Y lo hicieron. Ahora estamos en un punto en que el sexo es una enorme industria que ha tomado la calle, y esto, sin ir más lejos, ha arruinado los cines pornográficos. El sexo, el turismo y el deporte son hoy los constituyentes del sentido de la existencia. Es decir, ir a una isla desierta donde hay mucha gente en pelotas y competir con otras 2.000 personas en calzoncillos, el fin de semana, en una maratón popular por el Paseo de la Castellana. Y ese es el sentido de la vida, no hay otro. Yo tengo una cría de tres años y estoy realmente preocupado porque tengo muchas posibilidades de que me salga lanzadora profesional de martillo, me llene la casa de sinvergüenzas que vienen a desayunar y ahorre para irse de turismo a una isla paradisiaca con quinientos mil amigos.