Image: Ricardo Senabre, la crítica como enseñanza

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Letras

Ricardo Senabre, la crítica como enseñanza

Muere a los 78 años uno de los grandes críticos de nuestro país, estudioso de la literatura y colaborador de El Cultural desde los comienzos de la revista.

6 febrero, 2015 01:00

Ricardo Senabre

Ricardo Senabre, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, crítico de El Cultural desde los comienzos de la revista y una de las voces más respetadas de la literatura española, ha muerto a los 78 años a causa de una complicación en la enfermedad pulmonar que padecía.

Vinculado durante toda su vida a la docencia, Senabre fue catedrático de Teoría de Literatura de la Universidad de Salamanca desde 1986 y honorable profesor emérito de la misma universidad hasta su muerte. Nacido en Alcoy, Alicante, en 1937, se licenció en Filología Románica en 1960 y obtuvo el grado de Doctor en 1963 en la Universidad de Salamanca, con una tesis sobre el lenguaje y estilo de Ortega y Gasset. En ambos casos obtuvo Premio Extraordinario. Su capacidad fue pronto recompensada y a partir de 1967 fue el encargado de la cátedra de Historia de la Lengua Española, en donde se desempeñó durante tres años. A continuación pasó a la cátedra de Gramática Histórica de la Lengua Española de Granada.

Aquellos fueron tiempos fecundos en la trayectoria de Senabre, que creó entonces el Colegio Universitario de Cáceres, luego transformado en Universidad de Extremadura, en donde fue Decano en dos periodos sucesivos. En un ciclo de conferencias impartidas en 2012 en esa misma institución, insistió en la "erosión" que, a su juicio, sufre el lenguaje en el periodismo y la literatura contemporáneos. Fue una de sus luchas constantes, también desde las páginas de El Cultural, desde donde ejerció la crítica con una independencia y un rigor característicos: "No me he sentido nunca presionado por editoriales ni premios", contó en una entrevista. "Vivo en un lugar pequeño, apartado de la capital y de las capillitas. No reseño libros de amigos. Y cuando pongo reparos a una obra, desearía que el autor entendiera que no son en absoluto personales, y que, para mí, el escritor tiene, por serlo, todo el respeto y el aprecio imaginables, porque ejerce una actividad nobilísima".

En 1975, con la Universidad de Extremadura ya creada, fue nombrado catedrático de Gramática General y Crítica Literaria. Y llegaron las distinciones: la Encomienda de Alfonso X el Sabio, la Medalla de Extremadura y la Medalla de Oro de aquella Universidad. Para Senabre, la docencia era inseparable de la crítica. "Los profesores y los críticos tienen una labor orientadora inexcusable", decía. Y a ello, a orientar y señalar errores, se dedicó no solo durante sus cuarenta y ocho años de docencia, sino también en cada una de las reseñas que publicó hasta el final de su vida. Pese a mantener siempre una postura crítica con ciertos usos lingüísticos y literarios, nunca cayó en la jeremiada, y asumía que cada época tiene sus excesos y que, al final, el tiempo hará su inevitable criba: "Si ahora echamos la vista atrás, ¿cuántos grandes novelistas había en el siglo XIX? Pues Galdós, Pardo Bazán y poco más. Existían muchos, pero ¿cuántos recuerdan en la actualidad a esa enorme cantidad de escritores folletinescos o de novelas históricas?".

Creía en el poder de la educación. Y en la fuerza de la lectura como creadora de ciudadanos libres, y por eso lamentaba el actual arrinconamiento de las humanidades en las escuelas: "La educación es básica -dijo en un coloquio posterior a una de sus conferencias en la Universidad de Extremadura-. Se han suprimido en la educación elemental de los primeros años los dictados, los ejercicios del lenguaje... Cuando yo estudiaba el ingreso de Bachillerato se hacían todos los días dictados, me obligaban a leer en voz alta textos en prosa y verso, me corregían si leía mal los versos y no hacías las pausas adecuadas... Todo eso ha desaparecido".

Conferenciante, investigador y ensayista, Senabre publicó más de doscientos cincuenta trabajos de investigación aparecidos en revistas especializadas de países como España, Alemania, Estados Unidos, Holanda o Francia. Y escribió libros fundamentales, empezando por su tesis doctoral, Lengua y estilo de Ortega y Gasset (1964), pero también, y entre muchos otros, La poesía de Rafael Alberti (1977), Gracián y "El Criticón" (1979), Introducción a la poesía de Eugenio Frutos (1982), Literatura y público (1987), Escritores de Extremadura (1988), Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez: poetas del siglo XX (1991), Capítulos de historia de la lengua literaria (1998), Estudios sobre fray Luis de León (1998), Claves de la poesía contemporánea: de Bécquer a Brines (1999) y Metáfora y novela (2005).

Para Senabre, la literatura era "el más formidable instrumento de comunicación creado por el ser humano". Pues, decía, nos permite escuchar y conocer "las experiencias, los sueños, las emociones o las fantasías de millones de personas que nos han dejado su voz y su mensaje". "No hay Facebook de mayor alcance", dijo en otra ocasión. La literatura, así pues, como un modo de enriquecer nuestro pequeño mundo, de ampliarlo, de conocer costumbres y pasiones que tal vez nos eran desconocidos, de compartir las desdichas o la felicidad de personajes que existieron o pudieron existir. "¿Hay algún libro de psicología que pueda enseñarnos más sobre los celos que el Otelo de Shakespeare?", se preguntaba en un cara a cara con Joaquín Marco.

"Tengo mucha curiosidad, eso me mantiene vivo y me divierte", declaró en una sus últimas entrevistas. Y es que el profesor no dejaba pasar ni un día sin leer un rato de forma desinteresada; es decir, sin leer, o releer, aquellos libros por los que sentía devoción, novelas, cuentos o poemas que le gustaba disfrutar sin la urgencia de la reseña ni del análisis filológico. Estaba a favor, decía, de la lectura como una "actividad placentera y no como un deber penoso que suscita el rechazo", tal y como se entiende hoy en los planes de estudio.

A la literatura española dedicó la práctica totalidad de su labor investigadora. Ediciones anotadas de Valle-inclán, Zorrilla, Fray Luis de León, Ortega y Gasset, Unamuno, Pío Baroja, Pedro Caba, Cristóbal de Mesa, y tantos otros. Nunca dejó de recibir premios y el conjunto de su trayectoria investigadora y docente fue recompensado en 2004 con la Medalla de Honor de la Universidad Menéndez Pelayo. Formaba parte de los consejos editoriales de diversas revistas filológicas, como Anales de la literatura española contemporánea, Tropelías, Glosa, Analecta malacitana, Anuario de Estudios Filológicos, y Epos, entre otras. Y era miembro permanente del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Ricardo Senabre será incinerado en Alicante, en donde, durante los últimos años, pasaba largas temporadas junto a su mujer.